El misterio inicia

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Me mudé con los Brown a la semana de la entrevista, sinceramente se me hacía raro que una familia tan funcional adoptará a un bicho raro como yo además es poco común que sean adoptados preadolescentes y adolescentes pero en mi caso si fui adoptado a mis doce años, yo me sentía... no como un pez fuera del agua si no como un gato en una perrera sentía que yo no debía estar ahí, desde hace mucho había dejado de pertenecer a ese mundo, o al menos eso me habían hecho creer.

Viajamos bastante yo estaba fascinado no había salido del orfanato desde que llegue, me sentía bien, me sentía libre, pero en cuanto entramos al pueblo sentí un aura rara pero al poco dejo de sentirse como si rápidamente me hubiera acostumbrado a ella, llegamos por fin a lo que sería mi casa no era gran cosa en verdad una casita de dos plantas con terraza de color menta afuera se encontraba una bicicleta roja parecía ser nueva y al lado una patineta notablemente desgastada en el pasto se encontraba un espacio en donde fue dejado el carro, todos bajaron del auto, yo permanecí dentro tenía miedo de salir pues aún había gente caminando y sinceramente mucha seguridad no tenía sobre mi rostro necesitaba aunque sea esa máscara de papel, que si bien la detestaba me hacía sentir seguro,me hacía sentir protegido.

—Descuida ya tendrás seguridad de nuevo—observe como Elizabeth mi nueva hermana me daba mi máscara de papel —si quieres te conseguiré una máscara decente que no sea de papel la verdad quien la hizo no sabe nada de estilo—
—Gracias—me sorprendí por mi voz, claro que no era la primera vez que me pasa pues no solía hablar mucho, y hablar después de tanto era sorprendente.

Baje del carro y entre a la casa era bastante linda con sus muebles de madera su televisor en la sala, un estante con libros y fotos familiares, me quede en la entrada pues durante mucho me enseñaron que solo debía seguir órdenes, no sabía tomar mis propias decisiones y aún me sentía raro de tener un lugar al cual llamar "hogar".

—Pasa cariño ahora esta es tu casa cielo—Martha... mi madre me sonrió —Ven te enseño tu cuarto cielo— La seguí al piso de arriba trataba de memorizar toda la información que me daban pero era demasiada en poco tiempo —Espero que te guste tratamos de poner lo que te gusta—entre en el cuarto y me quedé sin palabras.

Aun lo recuerdo las paredes eran de un color rojo claro el piso era de una madera oscura en una esquina se encontraba lo que sería mi cama sin duda era nuevo todo, había dos libreros con diferentes géneros literarios, lo que más me sorprendió eran los instrumentos musicales y los instrumentos de dibujo, siempre me había gustado el arte pero...como habían averiguado cuáles podía hacer era un misterio para mi, observe a mi madre por debajo de mi máscara bastante sorprendido y ella se limitó a sonreírme, una sonrisa cálida que no había recibido hacía ya tanto tiempo.

—¿Te gusta cielo?—
—Es increíble gracias—
—Me alegro que te guste de verdad, te dejo acomodarte cielo—

Salió del cuarto dejándome solo, para un niño que no había tenido nada parecido en más de 5 años era abrumador todo esto pero en ese momento no me preocupaba tanto tenía un mal presentimiento sobre el lugar, claro no era fuerte como si me fuera a morir en ese momento si no que algo pasaba y yo no me enteraba, decidí no darle importancia y acostumbrarme a mi nuevo cuarto pues estaría aquí si Dios quería toda mi vida o al menos hasta la mayoría de edad.

No sé cuánto tiempo estuve contemplando el infinito pero recuerdo que Elizabeth subió a decirme que bajara a cenar, disfruté mucho esos momentos donde no me excluían me sentía amado por primera vez en mucho tiempo me sentía a salvo, nadie comentaba de mis cicatrices ni lucían incomodos por mi mera presencia cosa que me llenaba de felicidad.

Una semana después de haber llegado Elizabeth entró a mi cuarto mientras dibujaba, aún recuerdo que era Justo una tarde y yo aún intentaba lograr combinar los colores

Un misterio a la vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora