3. el poder de la duda [pt.1]

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Un mensaje de un chico con bigote gracioso, mullet recién hecho y brazos fuertes fueron suficiente para que Juanjo aceptara dejar la comodidad de su estudio y dirigirse a comisaría.

Pensó en hacerse el duro, pero le gustó demasiado la idea de verle contonear las caderas delante suya mientras le enseñaba su espacio de trabajo. Y así fue.

Martin le citó antes de que abrieran para explicarle cómo funcionaban allí, indicándole dónde estaban las salas más importantes y el protocolo que seguían. Juanjo, en cambio, estaba más centrado en cómo le quedaba el uniforme que, a pesar de parecer cómodo, se le ceñía justo en los lugares adecuados.

– ¿Tú cómo los haces?

Levantó la mirada y abrió un poco de más los ojos, intentando parecer atento a lo que anteriormente le había dicho.

No se había enterado de nada.

Sin embargo, el intento de disimulo no tuvo éxito porque pudo ver en los ojos del agente la burla, mezclada con la superioridad propia del que es deseado. Juanjo estaba lejos de avergonzarse y le sonrió de la misma manera, de una más bien inadecuada para el sitio en el que estaban.

– ¿El qué?

– Los interrogatorios. Tendrás un despacho, supongo.– Dedujo con ojos curiosos.

– Bueno, tengo unas formas menos ortodoxas que las vuestras. Eso seguro.

– ¿Entonces? No me has respondido, ¿cómo los haces?– Su intriga le sacó otra sonrisa. Chasqueó la lengua y negó lentamente con la cabeza.

– No te puedo contar todos mis métodos ya, Martin... ¿Es por aquí?– Señaló la puerta de metal.

El policía sintió la necesidad de no entrar todavía, de retener al investigador un poco más, hasta al menos conseguir la respuesta a su pregunta o, al menos, una de las sonrisas de antes. Pero los minutos corrían y no podía permitirse ninguna distracción más, por lo que se limitó a asentir e invitarle a entrar.

El ambiente de la gélida sala de interrogatorios fue como un balde de agua fría. Volvió a la realidad de la situación en cuanto puso el primer pie dentro.

– Les has citado en cinco minutos, ¿verdad?– Martin asintió en respuesta.

Las paredes eran de un gris azulado, solamente decoradas por un espejo unidireccional desde el que Álvaro vigilaría que todo estuviera bajo control. Lo único que había dentro de aquella habitación eran una cámara y una mesa con dos sillas. Una ocupada por Martin, y otra para la persona a interrogar. Juanjo se limitaría a observar desde una esquina, tomando notas en su cuaderno e intentando intervenir lo menos posible.

Al fin y al cabo, no era su lugar de trabajo ni su estilo. Él solía ser más personal, le gustaba el tú a tú en la calle. Allí era donde salían los verdaderos trapos sucios.

Llegaron todos los principales sospechosos a la vez, y anunciaron que irían pasando uno a uno conforme les llamasen. Así, dio comienzo el primer interrogatorio.

– Adelante, siéntate.

Violeta fue la primera en pasar. Martin se había quedado helado tras su último encuentro y necesitaba resolver las incógnitas que la rodeaban. Entró con la cabeza alta, como la última vez. Juanjo temió que iba a ser difícil romper esa coraza, pero deberían hacerlo para llegar al fondo del asunto.

Estaba vestida toda de negro, con un vestido ajustado de encaje. De joyería sólo llevaba el anillo de promesa. Unas gafas negras se posaban sobre el final del puente de su nariz, dejando ver por encima de ellas los ojos almendrados de la chica.

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⏰ Última actualización: Sep 15 ⏰

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