Capítulo 1: Bienvenida.

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Toqué la puerta tres veces hasta que una figura masculina me abrió.

¡Vaya vaya!
¿Y este papi chulo de donde salío?

- hola, ¿en qué te puedo ayudar? - me preguntó y sentí que caía a sus pies, su voz era hermosa.

Me hechó una mirada penetrante que recorrió desde mis pies hasta mi cabeza.

Ay Dios... ¡alguien sosténgame!

- hola, soy Elena, la trabajadora que contrataron - le expliqué.

- ¡claroo!, pasa, mi esposa y yo te estábamos esperando - me dijo amable y entré con pasos tímidos.

¡¿Esposa?!
Rayos.

- ¡hola Elena!, ¡que guapa que estás!, debo admitir que para nada te imaginaba así - me halagó una señora rubia de ojos azules con mirada dura y fría.
Debía de tener unos... 45 años.

- hola, gracias señora - le agradecí amable y con una postura recta.

- ven, te presentaré a mi hijo - me dijo y me llevó hasta la sala.

Había un joven de aproximadamente 23 años sentado en un sillón, tecleando algo en su computadora.
Al percatarse de mi presencia me miró y sentí como si mi corazón dejara de palpitar por un momento para latir diez veces más fuerte.

- Aldo, ven hijo, quiero presentarte a nuestra nueva trabajadora - le dijo la señora que supuse es su madre.

¿Con qué Aldo?
Bonito nombre.

Él se paró frente a mí con una sonrisa coqueta y transparente.
Sonreí también, algo traviesa.

Ahora que lo tenía de cerca pude verlo mejor.
Era muy apuesto y corpulento.
Tenía ojos azules y grisáceos con toques cafés en el centro. Únicos y preciosos.
Cejas pobladas pero delgadas.
Piel clara, nariz fina y labios diminutos, casi inexistentes pero apetitosos.

- bienvenida... ¿cuál es tu nombre? - me saludó cortésmente.

- Elena - contesté con voz firme.

- mucho gusto Elena - dijo y extendió su mano para que yo se la estrechará.

- mucho gusto Aldo - correspondí y estreché su mano.

El apretón duró más de lo debido.
Al parecer había química entre nosotros.

- ¿te ofrezco algo Elena? ¿un vaso de agua?, ¿jugo? - dijo el señor papi chulo, haciendo que Aldo se diera cuenta y me soltará.

- un vaso de agua está bien - le dije dirigiendole mi mirada.

- ¿puedes venir? - me pidió.

Le di una última sonrisa como despedida temporal a Aldo y seguí a su padre.

Entramos a lo que parecía ser la cocina.
Era enorme y lujosa.
La cocina tenía el tamaño de mi casa completa.

Él sirvió agua de una jarra en un vaso de cristal.
Aproveché para hecharle una mirada furtiva, aparte de estar carita tenía un cuerpo que te hacía suspirar de más con solo verlo.

Me dio el vaso y lo tomé.
Hubo un muy leve roce de su dedo con el mío y ese mínimo contacto se me antojó en otro lado.

- gracias - le agradecí sonriendolé.

- por nada Elena - contestó gentil.

- no me ha dicho su nombre - resalté.

- soy Mauricio, puedes llamarme de tú, me harás sentir muy viejo hablándome de usted - dijo sonriente.

- pero te ves muy jóven - lo halagué.

- ¿así te parece? - me preguntó y se mordío el labio.
Que sexy.
Podría comérmelo sobre esta barra ahora mismo.

- sí, ¿qué edad tienes? - le pregunté curiosa.

- 42 años, ¿y tú? -

- vaya, te ves de 30 - lo volví a halagar - yo tengo 23 - respondí su pregunta.

- bueno... gracias por eso, jeje - dijo con una risita nerviosa.

- Elena, ¿quieres empezar ahora? - llamó mi atención la voz de la señora.

- claro señora - le dije y me fui de la cocina.

La miré extrañada.
Parecía molesta.
¿Se habrá dado cuenta de la escena coqueta del bombón de su esposo y yo?

- ¿cuál es su nombre? perdón - le pregunté tímida.
No quería que me corrieran el primer día por comerme con los ojos a mi jefe.

- Laura - me contestó cortante.

- ¿por donde quiere que empiece señora Laura? -

- Laura nadamás - me pidió con voz seca.

- así será - contesté con voz agradable.

- limpia todas las habitaciones y al terminar te puedes ir -

- ¿qué limpieza quiere que haga exactamente? - le pregunté.

- limpiar muebles, pisos, paredes, sacudir, tender camas, todo señorita - me informó.

- okey, entiendo -

- son 6 habitaciones, todas están en el piso superior - me notificó mientras me señalaba cada una de ellas - ¿tienes alguna duda? -

- ¿mi paga será semanal? - le pregunté.

- así es, ahora me tengo que ir, te veré mañana -

- esta bien, adiós - le dije y ella se fue.






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