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Había una vez... Un niño de cabello negro que tenía muchísimos juguetes. Siempre los tenía esparcidos por dónde sea, y, su hermano mayor solía limpiar todos los días su cuarto. Durante el día el pequeño de cabellos negros; pasaba horas y horas jugando con ellos.

Un cierto día sus tíos le regalaron soldaditos de plomo. Y desde ese día, su juego predilecto era la batalla con los soldaditos de plomo: colocaba las estatuillas en fila y empezaba la guerrilla.

Cuando se los regalaron, se percató de que a uno de ellos, por un defecto en la fusión del plomo, le faltaba una pierna.

— Oh... Uno de estos soldaditos viene con defecto –. Murmuró el pelinegro de cicatriz bajo el ojo.

— Lo siento Luffy, dámelos, los voy a cambiar –. Dijo la peli púrpura que estaba sentada en un sillón de color amarillo.

— No, así está bien. Aún con defectos, un guerrero jamás puede abandonar la batalla –. Dijo el niño mientras miraba con cariño al soldadito de plomo de apariencia única.

Pelo azul turquesa, nariz extraña de color gris pestañas largas y una sonrisa grande mientras el uniforme era diferente al de los demás soldaditos. Su sombrero en vez de tener un escudo tenía una gran estrella amarilla y sus antebrazos también tenían una estrella del mismo color de cada lado.

— ¿Hablas en serio, Luffy?. Todavía hay tiempo de-

— ¡No!

La peli púrpura solo suspira y suelta una risa, había sido interrumpido el peli rojo por su pequeño hijo.

— No te preocupes, Shanks. Si le gusta así está bien, es un niño después de todo.

— ¡Pero Bell-mère! –. Exclamó el pelirrojo.

— Si, así como lo dice mi mami, tío –. Dijo la niña de cabello anaranjado que estaba sentada en las piernas de la peli púrpura.

— Bueno...

— ¡Lo voy a llamar Franky, el general Franky!

— ¡Eres raro Luffy! –. Dijo molesta la niña.

No obstante, cuando jugaba, siempre ponía al soldadito mutilado en la primera fila, delante de todos, incitándolo a ser el más valiente.

— Franky tú vas a ir en frente, ¡vas a la guerra para salvar a la princesa Robin! –. Dijo con ojos iluminados mientras lo ponía en su sitio y colocaba a la bailarina atrás de los soldados del bando contrario –. Oh, ¡Sálvame general Franky! –. Hizo voz aguda para tratar de hacerle voz a la estatuilla de la bailarina.

— ¡Luffy! –. La voz de la niña estaba molesta trás la puerta–. ¡Devuélveme a mi bailarina!

Así eran todos los días. El niño ni se imaginaba que durante las noches los juguetes cobraban vida, como si de humanos se tratarán y hablaban entre ellos. A veces, cuando ordenaba la fila de los soldados, olvidaba al cojito entre sus otros juguetes. Fue así como el soldadito de plomo comenzó a hablar con la siniestra y dulce bailarina, que también era de plomo. Los dos desarrollaron una gran simpatía y, poco a poco, casi sin darse cuenta, el soldadito se fue enamorando de la morena. Las noches pasaban y pasaban con velocidad y el soldadito enamorado, no encontraba el coraje para declararle su amor a su amiga la bailarina, Nico Robin.

El primer día, cuando las manos del bronceado lo colocaban entre los soldados en medio de una batalla, él quería que la bailarina viese qué valeroso era. Y al caer la noche, la bailarina le preguntó si no había tenido miedo, él respondió orgulloso que no.

— Claro que no, porque soy... ¡El general Franky! –. Dijo el soldadito mientras sonreía de oreja a oreja.

Las miradas bobas e insistentes y los suspiros del soldadito mutilado no fueron inadvertidos para el payasito, que estaba encerrada en una caja de sorpresas.  Cada medianoche la caja se abría como por arte de magia, un dedo admonitorio señalaba al pobre soldadito. Hasta que una noche él payasito estalló:

— ¡Ey tú! ¡No mires tanto a la bailarina! –. Dijo el payasito de cabellos azules y nariz roja.

El pobre soldadito, confuso, se puso todo rojo como si de un tomate se tratase, pero la bailarina, con amabilidad lo reconfortó:

— No le hagas caso a ese envidioso, yo estoy feliz de hablar contigo –. Con sus propias palabras la morena de ojos celestes, se ruborizó.

Pobres figuritas de plomo, ambos eran tan tímidos que no se atrevían a confesarse su amor.

— Gracias, Robin. Yo también soy feliz al hablar contigo –. Dijo el mutilado con una sonrisa nerviosa.

Hasta que un día los separaron. El niño de cabello negro agarró al soldadito de plomo y lo colocó en el borde de la ventana.

— ¡Quédate aquí a hacer guardia, para que ningún enemigo entre!¡Aún que te falte un pierna puedes hacer de centinela! –. Dijo con una sonrisa.

Después coloco a los otros soldados sobre la mesa para comenzar a jugar.

— Idiota, ya está la comida. Ven si no quieres que te devuelva el sombrero –. Dijo un rubio que tenía en mano un sombrero de paja.

— ¡Dámelo Sanji! –. Dijo molesto el niño, el rubio solo a carcajadas se fue y el de cicatriz lo persiguió, dejando ahí al soldado de plomo.

Ohh... Como con tristeza veía desde abajo la pelinegra a su amado, alejado de ella. La bailarina solo esperaba que solo fuera un capricho de hoy de Luffy, cosa que no sería así....





22/09/24

Lo subo antes de lo esperado pero me voy a esperar para el siguiente 22 (veintidós de noviembre) subiré la siguiente parte. No será muy apoyado pero espero que lo disfruten 💗.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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 El soldadito de plomo || Frobin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora