Para variar, aquí al menos Sanemi y Giyuu andan en su periodo de calma, porque a los pobres no les va muy bien ahorita en Corona de Espinas.
Bueno, espero disfruten la lectura.
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El pequeño cachorro omega se notaba más feliz que de costumbre a sus salidas a la Finca del Agua, un entusiasmo diferente al que sentía por Giyuu, por eso el mayor estaba curioso de lo que estuviera incitando ese comportamiento, además había escuchado un par de veces al menor hablar con su enérgica aprendiz sobre un muchacho, recuerda que Senjuro llamó a aquella persona Kaito, y lo comparó con un ángel.
Desde la perspectiva del pequeño, la llegada del omega de cabellera cobriza a sus vidas fue un milagro y una señal, pues la misma noche en la que lo conoció, el Señor Urokodaki los acompaño de regreso a la finca, donde sabe que algo ocurrió entre su padre y el mentor de Giyuu-sama, pues escuchó gritos y ruido de cosas rompiéndose, pero, el mayor entre todos fue muy claro al decirle que no ingresara a donde estuvieran ambos, obedeciendo, se daría cuenta que de alguna forma la visita del mayor fue una bendición para él, de alguna forma había logrado que su padre comenzara un cambio que por muchos años tanto él como su Aniue esperaron, y todo comenzó con la llegada de Kaito, por eso para Senjuro recordar el primer encuentro con aquel omega es siempre motivo de felicidad por los cambios que su sola presencia causó en su vida incluso sin necesariamente formar parte de ella.
— ¿Está seguro? Maestro — cuestionó la chica de cabellera bicolor al escuchar la petición del pilar, acompañarlos a la Finca del Agua.
El hashira ya estaba al tanto del complicado invitado de la finca, sabía los cuidados que se debían tener si se quería ingresar a la propiedad, y no estaba preocupado por ellos, no lo sentía raros ni exagerados dada el tipo de víctima que era aquel joven, viendo los registros sabía que Kaito Takayama podría tener de las peores reacciones a los alfas, en sí como cualquiera de las víctimas, simplemente, que de todos los casos de abuso conocidos de esa pandilla de enfermos, aquel chico era de los pocos sobrevivientes.
Kyojuro no tenía problemas en subyugarse a las reglas de aquella propiedad, lo sentía justo, además algo en su interior sentía mucha curiosidad por el nuevo invitado, y el aroma a miel impregnado en su pequeño hermano era demasiado atrayente como para ignorarlo por lo que quería conocer a Kaito Takayama.
La chica no tuvo razones válidas para negarse a la compañía de su maestro por lo que en esta ocasión eran 3 personas las que se dirigen a la finca del Agua, ya había pasado cierto tiempo desde que Kaito había llegado a la propiedad de Giyuu, sin embargo, hasta ahora Kyojuro tenía el suficiente tiempo libre durante el tiempo que el sol está en lo alto del cielo para poder siquiera pensar en lo que estaba sucediendo últimamente en aquel lugar y con su pequeño hermano.
