⋆ ᴘʀᴏʟᴏɢᴏ ⋆

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Fue un largo viaje el que tuvimos que tomar para llegar a este lugar. Un líquido rosa buscabamos, yo, Colette, y Ruffs, mi comandante o general... No recuerdo bien.

La tierra, antes habitada por humanos, ahora estaba desolada y dominada por plantas mutantes. Por lo que nos dijeron, un extraño experimento salió fatalmente mal, creando estas criaturas que te pueden mutilar en cuestión de segundos.

Nuestros pasos sonaban con eco, el cielo teñido de una especie de nubes moradas oscuras, creando esta especie de luz morada que iluminaba el planeta. Yo... De verdad me siento asustada, solo porto mi arma y nada más, pero el señor Ruffs se ve muy confiado, me inspíra determinación.

—Colette, creo que a lo lejos veo un establecimiento público, un hospital. Puede que tengan dosis del virus. —me dijo derrepente, acelerando el paso.

A pesar de mi creciente inquietud, seguí a Ruffs con paso firme, esforzándome por mantener la calma. Parecía que lo único que me mantenía mínimamente tranquila era mi diario, el cual llevaba entre los brazos. Mientras nos acercábamos al hospital, pude distinguir con más claridad aquellas criaturas que nos acechaban desde las sombras. Sus ojos brillantes y sus movimientos sinuosos me llenaban de aprensión.

—Ruffs, creo que nos están observando —dije en voz baja, sin detener el avance—. Siento que algo malo va a pasar.

Él se limitó a asentir con la cabeza, sin desviar la mirada del objetivo. Podía ver la determinación reflejada en su rostro, su único propósito era encontrar esas dosis del virus que tanto necesitábamos.

Al llegar a la entrada del hospital, la puerta se abrió con un chirrido espeluznante. El interior se encontraba en penumbras, con regueros de ese extraño líquido rosa manchando el piso. Ruffs me hizo una seña para que lo siguiera con cautela, adentrándose en aquel lugar lúgubre.

De pronto, un sonido aterrador rompió el silencio, proveniente de algún punto del edificio. Parecían gritos y rugidos mezclados. Mis piernas temblaron, pero me obligué a mantener la compostura y a seguir a Ruffs, quien ya se encontraba varios pasos por delante de mí.

Pero al adentrarnos en el hospital, el ambiente se volvió aún más tenso y opresivo. Los sonidos aterradores que antes habíamos escuchado se intensificaron, parecían provenir de las profundidades del edificio.

De repente, una criatura mutante emergió de entre las sombras, bloqueando nuestro camino. Sus largos tentáculos se agitaban amenazantes, dispuestos a atraparnos. Ruffs actuó rápidamente, sacando su arma y disparando, pero la planta parecía resistir los impactos.

—¡Corre, Colette! —gritó, empujándome hacia un pasillo lateral.

Obedecí sin rechistar y comencé a correr, aferrándome a mi libro y sintiendo el suelo temblar bajo mis pies. Más criaturas salían de sus escondites, cerrando el cerco a nuestro alrededor. Escuchaba los rugidos y los golpes cada vez más cerca, supe que no podríamos escapar por mucho tiempo.

Al girar en una esquina, me encontré cara a cara con otro ser mutante. Sus ojos brillantes me miraron con malicia y sus tentáculos se abalanzaron sobre mí. Grité aterrada, pero antes de que pudiera reaccionar, fui atrapada entre sus feroces extremidades. Todo se oscureció a mi alrededor mientras era arrastrada hacia lo desconocido.

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Abrí los ojos con un quejido, sintiendo un intenso dolor en las muñecas y los pies. Al mirar a mi alrededor, me di cuenta de que ya no me encontraba en aquel lúgubre hospital. La habitación en la que me hallaba era increíblemente limpia y brillante, bañada por una intensa luz que me cegaba momentáneamente.

A pesar de la apariencia de abandono del hospital, este lugar parecía estar en perfectas condiciones. Incluso pude distinguir algunas plantas rebeldes que se asomaban por las esquinas, como si intentaran reclamar su espacio. Intenté gritar pidiendo ayuda, pero para mi sorpresa y creciente desesperación, no logré emitir sonido alguno.

Traté de mover mis extremidades, pero estaban fuertemente sujetas. Parecía estar atada a algún tipo de camilla o cama. El pánico comenzó a apoderarse de mí mientras tiraba con todas mis fuerzas, sin lograr liberarme. ¿Dónde estaba? ¿Qué me había sucedido? ¿Dónde estaba Ruffs? Tantas preguntas se arremolinaban en mi cabeza, abrumándome.

Miré a mi alrededor con desesperación, buscando algo que me diera una pista de lo que estaba ocurriendo. La habitación parecía estar diseñada para algún tipo de procedimiento médico, pero nada de lo que veía me resultaba familiar. ¿Acaso había sido capturada por esas criaturas mutantes? El miedo se apoderó de mí, obligándome a contener las lágrimas que pugnaban por brotar.

Tenía que mantener la calma y encontrar una forma de salir de allí. No podía rendirme, Ruffs me necesitaba y yo a él. Debía buscar la manera de liberar mis extremidades y descubrir qué era lo que esos seres querían de mí. Con determinación, comencé a probar distintas formas de soltarme, sin perder la esperanza de encontrar una vía de escape, pero... Para mi mala suerte, la puerta de aquel extraño lugar se abrió.

Pude distinguir un delantal blanco, manchas rosadas por lo que podía ver, pero lo que más me aterró fue ver un tentáculo azúl saludándome. Era evidentemente una planta. 

Comenzé a intentar gritar, alarmada, pero no podía. Intente despertar, de seguro era una pesadilla de aquellas donde no tienes voz, pero no pude. Era mi destino morir.

Un chico, al parecer veinteañero, entró con una sonrisa leve, cerrando la puerta tras suyo.

—Despertaste. —dijo, acercándose a mi—. Bueno, es obvio. —Añadió, junto a una risita que acompañaron sus dos tentáculos. Ahora se ponía la mano en su boca, observándome de pies a cabeza.

Intenté gritar, pedir ayuda, pero mi voz seguía sin salir. Era como si una fuerza invisible me hubiera robado la capacidad de hablar. Sólo podía observar con impotencia cómo aquel ser se acercaba, sintiendo cómo el miedo me paralizaba.

—No te preocupes, Colette —continuó, leyendo mi nombre en la identificación que llevaba puesta—. Serás una parte muy importante de mis experimentos. Tus habilidades nos serán de gran utilidad.

Sus palabras me erizaron la piel. ¿Experimentos? ¿Qué clase de horrores me esperaban en ese lugar? Intenté resistirme, pero las ataduras me mantenían firmemente sujeta a la camilla. Cada vez que me movía, un dolor punzante me recorría las muñecas y los tobillos.

De pronto, el joven sacó una jeringa y se acercó con una mirada determinada. Cerré los ojos con fuerza, rezando para que todo fuera una pesadilla de la que pudiera despertar. Pero el pinchazo en mi brazo y la sensación de adormecimiento que invadió mi cuerpo me hicieron comprender que esta era una cruda realidad.

A medida que caía en la inconsciencia, sólo pude pensar en Ruffs y en si él también habría corrido con la misma suerte. ¿Estaría sufriendo el mismo destino que yo? La incertidumbre me atormentaba mientras la oscuridad se apoderaba de mí.

Cuando volviera a despertar, tendría que enfrentar todo lo que ese joven y sus experimentos me tenían preparado. Pero no me rendiría fácilmente. Haría todo lo posible por sobrevivir y escapar de ese horrible lugar, aunque eso significara tener que arriesgar mi propia vida. Ruffs contaba conmigo y yo no iba a defraudarlo.

⋆ 𝐃𝐫. 𝐄𝐝𝐠𝐚𝐫 ⋆-⋆ 𝐄𝐝𝐥𝐞𝐭𝐭𝐞 ⋆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora