Abrí los ojos con lentitud, sintiéndome desorientada y débil. La brillante luz de la habitación me lastimaba la vista, obligándome a parpadear repetidamente. Tardé unos instantes en recordar dónde me encontraba y lo que había sucedido.
—Veo que por fin has despertado —escuché una voz familiar.
Al girar la cabeza, vi al mismo joven de bata blanca acercándose a mí. Esta vez pude observarlo con más detenimiento. Tendría alrededor de 25 años, cabello negro y ojos rubíes que me miraban con una mezcla de curiosidad e interés.
—¿Dónde... dónde estoy? —logré preguntar con dificultad, sintiendo mi garganta reseca.
—Estás en un centro de investigación médica —respondió con calma—. Mi nombre es Edgar y seré el encargado de tus cuidados durante tu estancia aquí.
Edgar. Así que ese era el nombre de mi captor. Hice un esfuerzo por incorporarme, pero las restricciones en mis muñecas y tobillos me lo impidieron. Un destello de pánico cruzó por mi rostro.
—¿Por qué estoy... atada? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta.
—Es por tu propia seguridad —explicó Edgar con una sonrisa tranquilizadora—. Y también para que no intentes escapar. Necesitamos tenerte bajo control para poder llevar a cabo nuestros experimentos.
Experimentos. La palabra me heló la sangre. ¿Qué tipo de horribles experimentos tenían planeados para mí? Instintivamente, tiré de las restricciones, ignorando el dolor que me provocaban.
—¡Déjame ir! ¿Qué es lo que quieren de mí? —grité desesperada.
Edgar suspiró y se acercó más, colocando una mano en mi hombro en un gesto que pretendía ser reconfortante.
—Lamento que tengas que pasar por esto, Colette —dijo con falsa lástima—. Pero eres una pieza clave en nuestros planes. Tus habilidades únicas nos serán de gran utilidad.
Mis habilidades únicas. ¿A qué se refería? Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Debía mantener la calma y pensar con claridad, pero el miedo nublaba mi juicio.
—¿Qué van a hacerme? —pregunté con voz temblorosa.
Edgar se alejó unos pasos y me miró con una sonrisa enigmática.
—Ya lo verás, Colette. Ya lo verás.
Dicho esto, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, se detuvo y me dirigió una última mirada.
—Por cierto, tu amigo el general Ruffs ha corrido con la misma suerte que tú. Espero que eso te tranquilice un poco. —dijo, sonriéndome—. Un animal antropomórfico, magnífico.
Y sin decir más, salió de la habitación, dejándome sola y aterrada, con la incertidumbre carcomiéndome por dentro. Acto seguido, escuché pasos acelerados acercándose a la puerta, lo que me llenó de angustia. Momentos después, un hombre vestido con una bata de laboratorio y una máscara de gas entró a la habitación. Su cabello era una mezcla entre negro y rojo, y se podía ver apenas su rostro a través del visor de la máscara.
El desconocido se acercó lentamente, observándome con una mirada lasciva que me erizó la piel. Intenté desesperadamente liberarme de las ataduras, pero fue inútil.
—Hmm, conque este es el espécimen que tiene el doctor "Soto" —dijo el hombre con una voz entre grave y aguda.
Me miró por unos momentos y luego se inclinó, acercando su rostro peligrosamente al mío.
—No puedo sacarte de aquí —murmuró—. Me matarían si lo hiciera. Pero puedo aprovecharme mucho de ti.
Dicho esto, levantó lentamente su máscara y me dio una rápida lamida en el cuello. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y no pude evitar sentir repulsión.
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⋆ 𝐃𝐫. 𝐄𝐝𝐠𝐚𝐫 ⋆-⋆ 𝐄𝐝𝐥𝐞𝐭𝐭𝐞 ⋆
Fiksi PenggemarEstábamos explorando esas tierras desoladas, donde la Tierra está dominada por esas plantas mutantes horribles. El comandante Ruffs y yo fuimos enviados en una misión para buscar recursos que pudieran ayudarnos a sobrevivir allá arriba, en nuestra p...