Me senté en el sofá, sintiendo cómo las lágrimas se deslizaban silenciosamente por mis mejillas. Había dormido mucho, me sentía atrapada, sin escapatoria posible. La pequeña planta adherida a mi cuello parecía titubear, como si compartiera mi pena y mi desesperación.
Miré a mi alrededor, buscando algo, lo que fuera, que pudiera ayudarme a salir de esta pesadilla. Pero todo a mi alrededor me recordaba la inminente amenaza que representaban Edgar y esas extrañas criaturas que compartían su cuerpo.
Me pregunté cuánto tiempo más tendría que soportar esta tortura. ¿Acaso alguna vez volvería a ver a mi familia y a mis seres queridos? El dolor de la herida en mi brazo se sumaba a la agonía emocional que me embargaba.
Abracé mis rodillas, intentando encontrar un poco de consuelo en ese gesto. La planta en mi cuello se movió suavemente, como si quisiera transmitirme una sensación de calma, pero nada podía aliviar la angustia que me consumía.
Pensé en todo lo que había pasado, en cómo mi vida había dado un giro tan drástico en cuestión de horas. De ser una persona libre, con un futuro por delante, había pasado a ser una prisionera, a merced de fuerzas que parecían escapar a mi comprensión.
¿Cómo había llegado a esto? ¿Qué había hecho para merecer este destino? Las preguntas se agolpaban en mi mente, pero no conseguía encontrar respuestas, solo más incertidumbre y miedo.
Lentamente, la planta comenzó a moverse con más insistencia, como si quisiera llamar mi atención. Levanté la mirada, intrigada, y me pareció percibir una sutil vibración, casi como si la planta quisiera comunicarme algo.
Me sequé las lágrimas y me concentré en ese vínculo que parecía estar estableciéndose entre nosotras. Cerré los ojos, intentando transmitir todo lo que sentía, mi desesperación, mi deseo de libertad.
De pronto, sentí una calidez que parecía irradiar desde la planta, como si esta respondiera a mis pensamientos. Una sensación de esperanza comenzó a brotar en mi interior, aunque no lograba entender bien su significado.
Abrí los ojos, mirando fijamente a la pequeña planta. ¿Acaso ella podría ser la clave para escapar de esta pesadilla? Inspiré profundamente, decidida a intentar todo lo que estuviera a mi alcance.
Mientras me mantenía absorta en esa conexión, escuché un ruido proveniente de la puerta. Mi corazón se aceleró, temiendo la llegada de Edgar. Me puse de pie, adoptando una posición defensiva, aunque sabía que mis posibilidades de huir eran escasas.
La puerta se abrió lentamente, y una figura familiar apareció en el umbral. Mis ojos se abrieron de par en par, incapaz de creer lo que veía. Era Edgar... o... ¿una mujer?
Miré con incredulidad a la mujer que acababa de entrar. No era Edgar, sino una completa extraña, una enfermera con un aspecto intimidante que llevaba un bate en la mano. Me sobresalté y retrocedí hasta el sofá, implorándole que no usara eso.
Para mi sorpresa, la mujer soltó una risa y levantó una ceja.
—Tranquila, chica, no voy a hacerte daño —dijo con un tono relajado—. Soy Belén, la asistente del doctor Soto. Él me envió a informarte de unas cosas.
Me relajé un poco, aunque seguía sintiéndome intranquila. ¿Qué querrían ahora de mí?
—Según el doctor, sufriste algunos malos tratos ayer por parte de alguien —continuó Belén—. Él sospecha que fue ese tal Chester, pero la verdad es que no está seguro. De todas formas, me pidió que viniera a mantenerte al tanto.
Me quedé en silencio, sin saber cómo reaccionar. Sabía muy bien que había sido Edgar el que me había atacado, no Chester. Pero no podía decirle eso a esta mujer, no sin saber sus verdaderas intenciones.
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⋆ 𝐃𝐫. 𝐄𝐝𝐠𝐚𝐫 ⋆-⋆ 𝐄𝐝𝐥𝐞𝐭𝐭𝐞 ⋆
Hayran KurguEstábamos explorando esas tierras desoladas, donde la Tierra está dominada por esas plantas mutantes horribles. El comandante Ruffs y yo fuimos enviados en una misión para buscar recursos que pudieran ayudarnos a sobrevivir allá arriba, en nuestra p...