A pesar de las nubes, el sol brillaba, pero el viento soplaba con fuerza, haciendo encoger en su lugar a los caminantes bajo el frío invierno. Circulaban sin rumbo, algunos se detenían a ver algún escaparate, otros apresuraban el paso, otros se cubrían bajo sus paraguas. Con expresiones serias, casi neutrales, iban de un lado a otro, adentrándose en varios locales, pensando en quien sabe qué. Aquellos que disfrutaban, o esperaban una bebida caliente se distraían leyendo el periódico, sus teléfonos o viendo a los que estaban afuera. En el lugar sólo se escuchaban las tazas apoyadas en los platos, las cucharas removiendo las bebidas y el leve cuchicheo de las órdenes. El silencio quería reinar, pero era interrumpido por el suave sonido. De vez en cuando, en el momento que se abría la puerta se podía oír el viento buscando entrar, haciendo tiritar a las personas dentro.
- Un café cargado para llevar, por favor.
Creyó escuchar una voz familiar. Disimuladamente buscó el rostro de aquella persona, pero no pudo verlo al ser interrumpido por un compañero. Miró el reloj, viendo el pasar de las agujas con un tic tac silencioso. Se sintió... vacío. ¿Por qué? No lo sabía. Sacudió sus pensamientos, suspiró y fue detrás de la barra para tomar su descanso. Le dedicó una mirada al lugar antes de ir a la parte de atrás, al área de empleados, sentándose cerca de la cocina. El aroma a café lo hartó por un momento, por lo que preparose una taza de té, junto a dos facturas. Por unos cuantos minutos se mantuvo en silencio, con la mente en blanco, disfrutando de su tiempo a solas, encerrado en su burbuja, creando mundos imaginarios, yéndose por caminos de tierra y campos de flores eternos, de perfumes dulces y colores brillantes bajo el sol. Sonrió. Infortunadamente la imagen se difuminaba poco a poco, cambiando los colores relucientes por paredes casi tristes, con la realidad arrollándole. Se sintió... afligido, extrañó esa idea, anhelando, tal vez, los días cálidos, de tintes luminosos. Suspiró. Se levantó lento, quitando la mirada de la taza, enfocándose en volver al trabajo. Al regresar al frente había más personas, se colocó el delantal, dibujó una sonrisa en el rostro y se acercó a una de las mesas cercanas a la puerta. Por una extraña razón, todo parecía estar en cámara lenta, o todos se movían más rápido de lo normal. Las horas se le antojaron de pesadas, pausadas, eternas. Un escalofrío recorrió su espalda. Se dio media vuelta, y sus ojos vieron a alguien bien parecido. Alto, ojos profundos, labios abultados y barba abundante, tomando asiento. Kieran se acercó al él sintiéndose algo intimidado. Con una sonrisa encantadora y una voz segura pidió un café doble, sin quitarle la mirada de esos ojos ámbar. Kieran regresó a la barra mordiéndose los labios, escondiendo su rostro enrojecido, a lo que Cáit le dio un codazo, significando que luego se vendría un interrogatorio, y le dedicó una mirada asesina, a lo cual ella levantó las manos en señal de paz. Le siguió con la mirada cuando se fue, pensando en lo idiota y patético que se veía. Torció los labios, dándose media vuelta, viendo a las personas caminar. Quería irse, se sentía encerrado en una jaula imaginaria y que se achicaba con cada minuto arrancado del reloj. Cuando por fin, para él, llegó el final de su turno, apresuró el paso y partió a casa.
Aunque no hacía tanto frío, él tiritaba. Sentía que algo faltaba, y aunque buscaba qué, no lo halló, sumándose la sensación de que extrañaba a alguien, alguien que posiblemente no existía. O alguien que existía en su subconsciente. Alguien que no tenía nombre, ni rostro, pero estaba ahí, tan presente como irreal. ¿Era eso acaso posible? Quizá sí, quizá no. Y tampoco sabía si quería saberlo. Abrió el paso del agua y dejó que el vapor lo abrazara, calmarlo tan sólo un poco, despejando su mente de cualquier pensamiento que intentara pasar. Dejó salir todo el aire en sus pulmones al cerrar el paso del agua, deseando permanecer ahí por más tiempo, en esa calidez efímera. El contraste de una habitación a otra lo hizo tiritar, buscó calor rápidamente, mudándose al lado de la estufa ni bien cubrió su cuerpo.
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Café de mediodía
RomanceEn la mitología griega, las musas son las divinidades inspiradoras de las artes: cada una de ellas está relacionada con ramas artísticas y del conocimiento. Bajaban a la tierra a susurrar ideas e inspirar a aquellos mortales que las invocaran. Para...