Capitulo 3𓍯𓂃 Regalo

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Dos semanas transcurrieron desde la muerte de Emeric, y aunque la rutina parece haberse restaurado, me pregunto, ¿Qué es realmente un "día normal" en estos tiempos? No me engaño; todo ha cambiado de manera irrevocable. Las risas de Emeric, tan encantadoras, ahora solo eran ecos que resuenan vagamente en los vastos y fríos pasillos. Las imágenes de niños jugando al atardecer en los jardines se desvanecieron, dejando tras de sí un vacío imposible de llenar y su presencia, antes constante y vibrante, se ha convertido en una sombra dolorosa de mi pasado.

Dorian, sin embargo, siguió, igual que siempre, imperturbable. Su actitud permaneció seca y arrogante, sus horarios rígidos, y esa mirada fría, que parece incapaz de desviarse ni por un instante, persistió como si nada hubiera ocurrido. Su indiferencia es un recordatorio constante de la distancia que nos separa, un abismo que a cada día crece.

Esa mañana, me encontraba en mi oficina, sentada frente a la ventana, contemplando cómo los primeros rayos del sol acariciaban tímidamente la cumbre verdosa que se alza majestuosa frente al ducado. Los colores del amanecer, aunque hermosos, no lograban arrancar mi mente del torbellino de pensamientos que me asediaban. De repente, una voz familiar me devolvió al presente. Bajé la mirada y observé a Mikel, despidiendo a Dorian, quien ya se dirigía al palacio para cumplir con su agenda habitual.

—¿Señora, desea un café o un té? —la suave voz de Emma interrumpió mis pensamientos. Se acercaba a mí con la misma amabilidad, y diligencia de siempre. Aparté la vista de la ventana, obligándome a concentrarme en los papeles que tenía delante, documentos que en otro tiempo habrían captado toda mi atención.

—Café estaría bien, gracias —respondí con un tono casi mecánico, esbozando una leve sonrisa antes de volver mi mirada a los documentos, tratando de perderme en las palabras impresas para evitar las sombras que acechaban en mi mente.

Pero un recordatorio me cruzó repentinamente—. Emma —la llamé—, ¿podrías recordarme a qué hora vendrá la princesa? —pregunté sin apartar la vista del documento, aunque mi mente ya comenzaba a anticipar su llegada.

—Según el duque, llegará a la hora del té, así que sería entre las cuatro o las cinco de la tarde.

Suspiré pesadamente, sintiendo ganas de vomitar—. De acuerdo, muchas gracias. Asegúrate de que todo esté en orden; ya puedes retirarte —dije, mirándola nuevamente. Sus ojos avellana, cálidos y comprensivos, se encontraron con los míos, ofreciéndome un breve consuelo. Le devolví la sonrisa antes de que ella se diera media vuelta y saliera de la habitación, dejándome sola una vez más con mis sombras.

A medida que avanzaba el día, la ansiedad crecía dentro de mí, como una sombra que se extendía con el paso de las horas. Desde la primera luz del amanecer, me esforcé por mantenerme ocupada, tratando de ahogar mis pensamientos en la monotonía de mis deberes. Revisé documentos, me sumergí en la lectura, e incluso conversé con Emma y Sofía, mis fieles mucamas, en un intento por distraerme de la inminente visita de la princesa.

Fue el caballero que me escoltaba quien sugirió que saliéramos a disfrutar del jardín trasero, y así nos encontramos las tres, Emma, Sofía y yo, sentadas en un pequeño pícnic frente al lago artificial que adornaba la residencia. La tranquilidad del agua cristalina y la suave brisa que acariciaba mi rostro me trajeron un breve alivio. Introduje mis pies en el lago, sintiendo el frío que me recorrió la espalda, y por un momento, fui transportada a aquellos días felices en los que Emeric y yo solíamos venir aquí juntos, él jugando alegremente en la parte baja del lago mientras yo lo vigilaba desde la orilla.

—Creo que ya es un poco tarde —interrumpió Sofía de repente, sacándome de mis recuerdos. Emma asintió en silencio, y sus palabras me devolvieron a la realidad que me esperaba—. Señora, lo mejor será que vayamos a prepararla, su Alteza puede llegar en cualquier momento.

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⏰ Última actualización: Aug 31 ⏰

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