1.No mucho

50 4 1
                                    

Al martin de 4 años le encantaba mirar por la ventana de su habitación nada más despertarse,que lo primero que viera fuesen los grandes árboles que rodeaban su casa,para aquel entonces cubiertos del blanco de la nieve que había caído durante aquella fría noche de invierno,y que lo primero en escuchar no fuese la voz de su madre,sino el cantar de los pájaros que anunciaban un nuevo día.

Pero en concreto,esa mañana,los árboles fueron sustituidos por un camión de la mudanza,y la melodía de los pájaros fue en vano porque los lloros de un niño pequeño  eran mayores.

El pequeño martin abrió la ventana para asomarse y ver la situación mejor,su madre ya le había avisado de que la casa de enfrente se había vendido,después de años,a una familia,y a martin le daba igual el dato de que esa familia estaba constituida por un niño de su edad,al que aún no le ponia cara ni nombre,en cambio le dio más importancia a que decidieron talar su árbol favorito de todo el pueblo solo para tener espacio para aparcar el coche.Un estúpido coche rojo,tan estúpido que no sabía cuántos lugares iba a visitar sentado en el asiento del copiloto,ni cuántas veces bajaría su ventanilla para que el aire fresco le despertara,ni cuántos roces en su pierna por la mano del conductor iban a hacerle sentir mariposas.

Pero para ese niño de 4 años era un estúpido coche rojo.

Cerró la ventana ya que empezó a entrar el frío en su habitación,y bajó a la cocina para desayunar y avisarle a su madre de que ya estaban los nuevos vecinos,aunque al parecer ella ya lo sabía,porque se la encontró hablando con una mujer que no había visto nunca antes,era más baja que su madre,rubia,con el rostro lleno de expresiones acompañadas de las gesticulaciones constantes de sus manos.
Estaban en la entrada de su casa,aunque la puerta estaba abierta,pudiendo verse la calle,y al niño que anteriormente estaba llorando sentado en el bordillo de la acera,con el rostro fruncido,las mejillas rojas,apoyando su rostro sobre sus muñecas.

De pronto martin se sintió tímido,asique se escabulló de la mirada de su madre y se adentró a la cocina, seguía queriendo desayunar,y ya tenía el vaso de leche calentado sobre la mesa, acompañado de unos cereales de chocolate,sus favoritos.
Cucharada tras cucharada,saciando su hambre y pensando en que serie le apetecería ver más ese día,el tiempo pasó y la mujer ya se había marchado,asique su madre ya le podia prestar atención.

-Buenos días cariño,esa era la nueva vecina,Luisa,es muy agradable,aunque aún no he conocido a su marido, supongo que también lo será... su hijo estaba sentando en la acera de enfrente,¿lo has visto?es de tu edad, se llama J...

-¿Van a quedarse para siempre?Quiero que vuelvan a plantar mi árbol

-Amor... tú árbol ya no se puede plantar,cuando crezcas ya plantarás tú uno,y nadie te lo quitará,¿vale?

Asintió,no conforme con la respuesta,y siguió desayunando,al terminar,fue a lavarse los dientes y cambiarse de ropa,iba a salir a jugar  con la nieve, acompañado de su padre,que le estaba ayudando a ponerse los guantes y las botas,mientras que él se rodeaba el cuello de una bufanda y se cubría la cabeza con su gorro de lana.

Salieron de la casa dados de la mano,el padre debía hacer un esfuerzo para agacharse un poco ya que lógicamente era tres veces más alto que él,por lo menos,y se tiraron a la nieve,haciendo guerras de bolas,riendo sin parar.

Un niño salió corriendo de la casa de enfrente,no llevaba ni guantes ni bufanda, solo un gorro y unos zapatos que no cubrían lo suficiente para evitar que la nieve se colara en sus pies.
Martin se sobresaltó,y tiró del abrigo de su padre para señalar a aquel niño,que estaba feliz jugando él solo con la nieve.

-Papá,el nuevo niño se va a congelar

Su padre le miró enternecido,y era verdad,a ese niño le daría una hipotermia si no se ponía más capas encima de su pequeño cuerpo.

-Voy a entrar a casa para cogerle unos guantes y una bufanda,no te muevas,vale?

Mientras que el padre ponía en marcha sus palabras,martin decidió que le desobedecería y se movería,en dirección al niño,con los labios apretados y las mejillas congeladas por el frío.

Se acercó a él y le tocó el hombro con el dedo índice,con cuidado como si fuera a romperse,el contrario se giró a mirarle,con el rostro cargado de sorpresa.

-¿Qué eres tú?-preguntó el niño,frotándose las manos desnudas.

-Martin,¿eres el hombre de las nieves?

-¿Qué?

-¿No tienes frío?Seguro que ya estás acostumbrado,¿vienes de vivir en una cueva de las montañas?

-No soy un hombre de las nieves,yo soy un Juanjo

-No sé que es un Juanjo

-Y yo no sé qué es un martin

-Yo soy un martin-ladeó la cabeza,confuso por la situación,no lograba comprender que decían,no tenía sentido alguno,pero se volvió a fijar en el frío que desprendía su cuerpo,asique decidió intervenir,se quitó un guante y se lo colocó en una de sus pequeñas manos,el contrario se dejó,ahora ambos tenían una de sus manos desnudas-Ya está,niño de las nieves

El padre de martin regresó,con lo que había ido a buscar,se acercó a los niños que estaban juntos,y vió que el desconocido llevaba el guante de su hijo,asique supuso que martin se lo había prestado,y decidió que ahora sería él quien le pondría a cada uno uno de los guantes que acababa de traer,ambos complementándose.

Juanjo le miró con diversión -¡mira! llevamos guantes distintos en cada mano!-alzó la manos,moviéndolas de un lado a otro,riendo,contagiando su risa al resto

Pasaron la mañana jugando en la nieve de las calles,y cuando la nueva vecina salió a avisar a su hijo de que la comida ya estaba lista,Juanjo se acercó a martin para despedirse de su nuevo amigo.

-Voy a irme a comer

-¿Qué vas a comer?

-Creo que cocido,es jueves,a papá le gusta tomar cocido lo jueves

-¿Mañana seguirás aquí?

-claro,ahora vivo aquí

-Ah es verdad,pues adiós,niño de las nieves-le ofreció su mano,el contrario la tomó y dieron un apretón de manos cubiertas por los guantes que se complementaban,firmando así su amistad,que,a pesar de no ser muy conscientes,ese recuerdo perduraría en su memoria,no mucho,solo para siempre.

Not a lot, just forever Where stories live. Discover now