Mateo cerró las puertas del Salón del Espíritu Deportivo. Lael, recostado contra la pared y con los ojos sellados, intentaba regular la respiración. La tela en el brazo chorreaba sangre.
—¿Estás bien? —le preguntó Mateo.
Lael no respondió y caminó en dirección a la siguiente área. El chico se molestó, pero lo dejó pasar. Llegaron a una entrada tapada por cortinas. El demonio se masajeó la frente.
—Por ahí es mejor que entre yo solo.
—Así como estás, no vas a aguantar.
—Lo que encontremos en este lugar... No creo que Bastian quiera que la gente lo sepa.
—¿Por qué?
Lael abrió la cortina y salió un aroma que le hizo subir la temperatura a Mateo de golpe. Era un calor que no había sentido hacía tiempo, pero lo reconoció enseguida.
—Es la Sala del Deseo Sexual —explicó el demonio—. Como tu alma sigue siendo humana te puede afectar, así que ponete la máscara.
—¿Vos no sentís nada? —Mateo le preguntó, haciendo lo que le había ordenado.
No obtuvo respuesta y no pudo decir si era lo mejor o lo peor. Lael atravesó la entrada; así que tuvo que seguirlo.
Apenas ingresaron, dieron con una baranda: era un balcón. Al asomarse descubrieron, abajo, la niebla espesa. Mateo afiló la mirada y distinguió ondas semejantes al oleaje del mar. «Espero que sea agua y que tenga ese color por la luz», pensó cuando vio el líquido rojo. También había lo que parecían ser rocas y tablas de madera flotando.
Giró para preguntarle a Lael, pero el demonio estaba más ocupado vomitando. Se le acercó y le frotó la espalda. Era la tercera vez que lo hacía desde que habían entrado al corazón de Bastian.
—No pasa nada —dijo Lael y se limpió la boca—. Así expulso las toxinas que absorbí allá afuera.
Se arrimó al barandal. Mateo, otra vez, decidió quedarse callado y seguirlo. Ambos levantaron la vista: en el techo, una figura que se asemejaba a un nido.
—¿Qué es esa cosa? —preguntó el chico.
—Ni idea. Tampoco parece que haya nada interesante para ver acá.
—No sé mucho de las fantasías y deseos que tenga Bastian. Eva fue su única novia, así que...
—Si salimos de esta, podrías preguntarle.
—Me vendría bien molestarlo un poco y reírme un rato.
Un chapoteo interrumpió la calma. Los dos se pusieron en alerta. El demonio le hizo el gesto de que guardara silencio. Otra vez, se escuchó el agua salpicando tras la niebla.
—¿Ya te moriste?
La voz sonó a lo lejos, pero Mateo sintió escalofríos. Tanto que retrocedió, cubriéndose la boca.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Lael. El chico negó— Si ves o sentís algo, tenés que decírmelo. Somos una amenaza para Bastian, cualquier defensa podría matarnos.
—No puede ser ella.
Lael comenzó a girar los brazos y formó una ventisca que se hizo más grande con cada movimiento. La niebla se disipó de a poco y el agua roja quedó a la vista. Mateo se agarró del barandal, afiló la mirada, aún con miedo de confirmar sus sospechas.
En una plataforma bordeada de perlas había un trono vacío. Allí mismo, Eva, vestida de novia, le pisaba el pecho desnudo a Sasha, que estaba inconsciente. Dos Evas con hábitos de religiosa los acompañaban: una sujetaba al ángel de los tobillos, mientras que la otra le tapaba la boca y la nariz.
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Bruma in umbrae
FantasySasha, el pisoteado Gran Ángel Guardian, se sorprende cuando su protegido, Bastian, recupera la habilidad de verlo, como en la infancia. Sin embargo, lo que podría haber sido un reencuentro nostálgico toma un giro inesperado que pone en tensión al C...