Capítulo 13

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Sasha golpeaba con el dedo sobre el mostrador en un compás acelerado. Saludaba a cada ángel que lo reconocía al pasar, incluso a los que miraban mal. Por suerte, al fondo del camino de estantes, Noa acababa de salir del subsuelo.

Sin embargo, la alegría duró poco debido a la cara seria del otro y porque traía las mismas carpetas que él le había entregado. Noa soltó los archivos delante de Sasha y se acomodó los anteojos.

—Revisé por sexta vez. No hay contenido sobre esta alma. Te recomiendo que busques al demonio que cuidaba a la sombra en cuestión.

—No me conviene —respondió Sasha—. Lo mataría antes de preguntarle.

Frustrado, regresó a la sala de monitoreo. La situación en el lugar lo estresó aún más: Zac y Berta estaban en medio de una competencia de pulseadas. Los demás ángeles hacían de espectadores, pero al ver al jefe corrieron a sus puestos. Sasha sintió el calor subirle hasta la cabeza.

—¡¿Qué están haciendo?!

—Esperá un poco —dijo Berta—. Tengo que enseñarle a este desgraciado que no toque mi comida.

—¡No tenía tu nombre!

—¡La próxima le pongo veneno!

El puño de Sasha se cubrió de llamas. Formó una bola de fuego en la palma y la tiró a la mesa donde Zac y Berta se apoyaban. Los dos retrocedieron antes de quemarse.

—Son los que siguen al mando, ¡¿y cómo los encuentro?! ¡Peleándose por el almuerzo!

Berta se acomodó un par de mechones sueltos, mientras que Zac agarró la tetera y una taza entre risas.

—Tranquilo, Sashita. Tomate un té.

El jefe lo miró mal, pero aceptó la bebida. Subió hasta su escritorio seguido por los otros dos. Tomó el primer sorbo a la vez que revisaba de nuevo la pila de documentos que había estado investigando los últimos días.

—¿Descubriste algo? —preguntó Berta.

—Nada.

—Los equipos que mandé a las zonas de René siguen sin encontrar rastros de las almas —dijo Zac—. Va a ser muy complicado.

Sasha juntó las manos detrás del cuello. Berta agarró una carpeta, leyó las hojas por arriba y dijo:

—Hace semanas que estás con este caso. Deberías descansar.

—Con unos irresponsables como ustedes a cargo es imposible relajarse.

—Nos vamos a portar bien —dijeron al mismo tiempo.

Todavía dudoso, Sasha accedió a tomarse el resto del día libre. No recordaba cuándo había estado por última vez frente a la entrada de su hogar. Encontró excesiva la cantidad de adornos dorados en la puerta. Apenas la rozó se abrió. Adentro lo esperaban dos filas de diez ángeles cada una.

—Señor Sasha, bienvenido —Lo recibieron a coro.

Pasó uno por uno los rostros de los sirvientes, hasta que los nombres aparecieron en su memoria. Luego dio un vistazo alrededor: todo brillaba y estaba cuidado. El aire olía a vainilla, no hacía frío ni calor.

—¡Sasha!

La voz de Prisca en lo alto de la escalera lo hizo sentirse en casa. Ambos se apresuraron al encuentro a la mitad de los escalones. Le tendió la mano y ella la aceptó con gusto.

—¿Te acordaste de que tenías casa?

—Pasaron muchas cosas que me impidieron venir —respondió él—. Tengo que darles el ejemplo a los otros guardianes.

Bruma in umbraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora