Capítulo 3

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Mientras las mujeres hablaban de todo lo que había ocurrido en la reunión una de las empleadas las interrumpe.
— Señorita Marena, le trajeron esto. — le entrega un sobre
— Gracias Sarah, puedes retirarte.  —ordena, con la única que tenía calidad humana era con su nana a la que respetaba y lejos de ordenar le agradece por su amor.
— ¿Qué es Marena?— pregunta intrigada.
— No sé nana, vamos al despacho para abrirlo.
— Sí, es lo mejor, así nos aseguramos de que nadie nos escuche. — las dos se levantan de sus sillas para ir al despacho. Pía era una mujer que había pasado mucho tiempo en ese mundo y no confiaba ni en su sombra.
    Llegan hasta el despacho, a Marena se le cristalizan sus ojos. Recordó las tantas veces que trabajó de tú a tú con su padre para cuadrar las finanzas de su empresa y así poder lavar el dinero que le dejaba el narcotráfico y la exportación de armas. Eran negocios redondos. Su padre no trataba con humanos, pero si tenía centros nocturnos donde permitía la prostitución. Si las mujeres se prostituían no era su problema ya que él no tomaba un centavo de eso.
     Se sentó en la silla que siempre ocupaba su padre y miró su foto en su escritorio. La tomó entre sus manos y se permitió llorar a su padre.
— Él se sentía orgulloso de ti. — asegura su nana para reconfortarla.
— Y yo de él, no era perfecto, pero fue un buen padre. Al menos el tiempo que estuvimos juntos.
— Sí, mi niña, se entregó a ti en cuerpo y alma. Para él no existió otra mujer más que tu madre. La dulce y hermosa Mariana. — recuerda su nana con mucha dulzura.
— No recuerdo mucho de ella.
— Solo debes saber que te amaba más que a todo en su vida. Y que tanto ella como tu padre vivían enamorados de ti. Vivían por tus ojos. — una sonrisa triste se asomó a sus labios. Puso la foto en su lugar y abrió el sobre.
— ¿Qué dice?
— Es una invitación a una gala benéfica. Bueno va dirigida a mi padre. — explica Marena
— Sería bueno que vayas, debes presentarte como su hija, hacer una cuantiosa donación, así comenzará a tener el respeto de las entidades. Recuerda que ahora eres la presidenta de Marbella Corp. Y tienes que darte a conocer.
— Está bien nana, voy a confirmar mi asistencia. — dice resignada, en fin, no era que fuera fanática de esas actividades, pero debía acostumbrarse.
   Enseguida se puso en contacto con los encargados de la gala e hizo la donación de 500,000€. Los patrocinadores estaban muy felices con la aportación. No tenía idea para qué era, pero podía hacerlo.
— ¿Cuándo es la gala? — pregunta su nana.
— Para el próximo sábado.
— ¿Irás de compras?
— Por supuesto, no tengo un vestido apropiado para la ocasión.

    Siguieron hablando de todo un poco. Hasta que tuvieron la visita inesperada de Alessandro. Este entró y sonrió a las dos mujeres. Pía era su cómplice, para ella eran la pareja ideal, pero sabía que Marena se ponía la barrera del amor. A él chico su padre lo habían obligado a casarse con Gianna Moretti, una joven caprichosa, pero para nada era amor. Siempre ha sabido por el amor que le tenía a Marena. Ella sabía que él la protegería hasta de ella misma si era posible.
— Bueno, los dejo, me imagino que tienen mucho de qué hablar. — le guiña un ojo a Ales.
— Gracias Nanita bella. — le da un beso en la frente.
— Deja de decirme nanita, para ti soy Pía. — le dice a regañadientes.
     Cuándo la mujer sale del despacho, Aless se acerca a Marena, pero ella no se lo permite.
— ¿Qué te dijo tu esposa? — él se alejó y se sentó en la silla de al frente del escritorio.
— Nada, no dijo absolutamente nada, tenía muy buen humor. —Marena lo mira incrédula.
— ¿No se te hace raro? —pregunta pensando en las posibles causas.
— No me importa después que no le vaya con el chisme a mi padre. No la soporto. —escupe levantándose para servirse un whisky.
— ¿No la has llegado a amar ni un poco? — el niega
— Marena, tú conoces la respuesta. —este enfrenta su mirada.
— Alessandro, pero es que llevan dos años casados, algo debes sentir por ella. —alega, pero Alessandro vuelve a negar.
— Nada en comparación a lo que siento por ti. —sonríe caminando hasta la pelinegra.
— Sabes que esto es imposible. —le recuerda al castaño.
— Si le decimos a mi padre, de seguro nos apoya. Tú eres su consentida.
— Fue un negocio y sabes que ellos tienen palabra de honor. Será tu esposa hasta que así ella lo decida. Y sabes que la mocosa esa es muy caprichosa.
— Gracias por bajarme los ánimos.
— Tonto, el sábado iré a la gala de beneficencia que hacen todos los años.
— ¿Estás segura? A esas galas va gente no muy grata.
— La nana tiene razón, voy a representar a Marbella Corp. Me debo dar a conocer. Soy la presidenta ahora.
— Bien, no te voy a convencer. Yo iré contigo.
— No, voy a ir sola.
— Con todas esas aves de rapiña.
— Alessandro por Dios. Yo no tengo novio, ni pareja, ni nada. Voy a ir sola. — el hombre suspiró derrotado en eso ella tenía razón. En cambio, él tenía una esposa a la que debería acompañar. El hombre toma el contenido del vaso en su mano de golpe Va a servirse otro.
— ¿Quieres uno? — ella acepta, él sirve dos vasos de whisky y le entrega el de ella. — Marena tenemos que hablar de la reunión. A muchos les desagradó la idea de que seas la nueva jefa. Yo sé que tú puedes con el cargo. Y quien mejor que mi padre y yo para guiarte, pero debes estar siempre alerta, quién menos esperas es un traidor.
— Lo sé, sabes que los conozco más de lo que ellos piensan.
— Sí, pero como quiera, no salgas sola. -pide entregando el vaso.
— Siempre tengo a Mario y a Gabrielle. Son los mejores en eso.
— Y no lo dudo además eres una excelente tiradora. — este la hala para que se levante de la silla. La toma de la cintura y aprieta contra su cuerpo. Marena se deja abrazar. Necesitaba la seguridad que encontraba en sus brazos. Ales levanta su rostro y deja un tierno beso en sus labios.
— Te deseo tanto, Marena.— vuelve a probar sus labios, pero esta vez con más pasión, invade con su lengua toda su cavidad bucal. Marena se dejó envolver en las sensaciones que provocaba y puso sus manos en su cuello quedando de puntitas para continuar el beso. Alessandro la levantó para ponerla sobre el escritorio.
— Te necesito aquí y ahora, siento que me voy a volver loco si no te siento. — le dice el hombre mientras baja sus labios por el escote de su vestido. Baja las betas del vestido para dejar los senos de la mujer expuestos para él. Paso su lengua con descaro por cada pezón haciéndolos erguir. Un gemido placentero salió de la mujer que se dejó llevar por las sensaciones y se entregó a él como siempre que estaban juntos.

la herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora