Capítulo 4

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Al día siguiente ya estaba todo listo para la reunión con los aliados y capos de su organización. Según Fabricio, Don Catalino D'Angelo el jefe de "Ndrangheta había confinado su presencia, así como Leonardo Emérito el jefe de la cosa nostra de los Estados Unidos. Los aliados de la Camorra no habían confirmado, pero algunos han llegado al lugar. Los demás habían enviado invitación a sus diferentes países ya que no iban a poder viajar con tanta premura. 

      Se mira al espejo de su habitación, estaba lista. Llenó sus pulmones de oxígeno y salió. Decir que no estaba nerviosa era una mentira. Se enfrentaría a sus aliados a través del mundo. Aún no sabría como reaccionaran al ver que una mujer es con quien harían negocios. Ya sus jefes a cargo sabrían quién es ella. No perdonaría ningún error en su organización y lo dejaría meridianamente claro en esta reunión. Sus aliados debían ver su fortaleza para que pudieran confiar en ella. 

   Su nana la ve bajar las escaleras, se veía hermosa enfundada en esos pantalones de vestir negro y su camisa blanca de volantes al estilo victoriano. Su cabello recogido en una coleta baja y un maquillaje de acabado natural pronunciando más así sus hermosos ojos azules. Su bolso estilo sobre combinado con sus zapatos. Todo con el toque de elegancia que su nueva posición merecía. 

— Te ves hermosa mi niña. — dice su nana en cuanto llega al último escalón.

— Hay nana lo dices porque me quieres. — refuta Marena a su nana dando un beso en su frente.

— Para nada mi niña, eres una mujer sumamente hermosa. — esta la abraza. — tranquila todo saldrá bien. Confía en ti. Sabes que tienes que hacer. — Marena solo asiente.

   Sale de la casa, el chofer ya la espera para llevarla al pabellón donde citó a todos. Por el camino fue revisando en su tableta, los datos que debía conocer sobre sus aliados. No quería que pensaran que era una novata en eso. Ella organizaba los embarques y los movimientos que había que hacerse. Nada se detuvo por la muerte de su padre ya que este había establecido todo un equipo que sabía cómo hacer las cosas aún sin su supervisión. Debía ir a su fábrica. Necesitaba ver cómo se estaba moviendo con sus propios ojos. Siempre ha sabido que en ese mundo no se confía ni en su sombra y no podía dejarse llevar por los informes que les enviaban. Algo dentro de ella sabía que no estaba corriendo como se debía. Más cuando comparaba las finanzas de los diferentes meses. Analizó y programó la fecha que iría sin avisar. Sería una redada en la que se irían más de uno de eso estaba totalmente segura.

      Llegó al lugar donde ya la esperaban todos. Bajó con la ayuda de Mario, su guardaespaldas. Gabrielle la esperaba con la puerta abierta para que entrará al lugar donde todos la esperaban con ansias. Camina a paso firme bajo la mirada de todos. Sin bajar su cabeza pasó por su lado y fue directo hasta su asiento. Se paró frente a todos que cuando la vieron entrar se pusieron de pie.

— Buenos días, señores. — saluda con actitud totalmente sería. Todos contestan de la misma manera — pueden sentarse. — sin esperar más se sientan en sus lugares.

— ¿Cómo es eso que ahora tenemos nueva jefa, Fabricio? Pensé que tú serías el sucesor del Don. — Marena levanta su vista de la tableta donde miraba la agenda de la reunión.

— ¿Disculpa? ¿Tú eres? — ella sabía perfectamente quién era, pero quería que él mismo se presentará.

— Soy Carlo Fiore, el jefe de uno de los clanes de la Camorra.

— Interesante —dice caminando hasta su lado — ¿Y cuál es el problema que sea yo la persona que esté al frente de esta organización? — pregunta mientras se para frente al hombre mayor, de algunos cuarenta años. —¿Teme que una mujer demuestre su valía? No soy ni la primera, ni la última mujer que está al frente de una organización.

— Pero si de una tan grande como la Cosa Nostra.— alega Carlo. 

— ¿Y? Mi padre me entrenó perfectamente para suplirlo. Soy la mejor para esto. — le informa, mientras vuelve a su lugar—. Si alguno de los presentes no está de acuerdo por mi nombramiento que se levante ahora y salga de la sala. Pero en el momento que lo haga será conocido como un traidor y conocerá de primera mano cuán peligrosa puedo llegar a ser.

— Marena no creo que sea ...

 — No — su fuerte voz hace eco en todo el lugar. — Aquí las cosas se mueven a mi manera de ahora en adelante y al que no le guste conocerá las consecuencias. No les tengo miedo, que les quedé claro, soy Marena Catalano la heredera de la Cosa Nostra y no hay marcha atrás, solo mi muerte hará que eso cambie.

— Marena … — la voz de Alessandro la interrumpe, ella le da una mirada molesta.

— Alessandro no te metas. — ordena bajo la mirada de todos

— Soy tu consigliere y puedo meterme. — Marena lo fulmina con su mirada. Y él entiende lo que ella quería hacer.

— Alessandro como mi consigliere puedes aconsejarme, brindarme tu apoyo, pero no permitiré por ningún motivo que ni tú, ni ninguno de los presentes me falten el respeto. — los mira directamente a la cara a cada uno de ellos. Y comienza a llamarlos por nombre. Empezando por su sottocapo—. Fabricio Esposito, ven. — el hombre se para frente a su silla. — ¿me juras fidelidad?

— Eso no se pregunta señorita Catalano. Seré fiel a usted hasta la muerte. — dice el padre de Alessandro con la seriedad que amerita la ocasión.

— Bien, puedes irte a tu lugar— dice complacida. — Alessandro Esposito, ven— ordena en cuanto Fabricio tomó asiento. Cuando lo tiene frente vuelve a preguntar.

— Hasta la muerte— dice este tomando la mano de su amada para dejar un beso en sus nudillos.

— Bien. —comenta satisfecha y este vuelve a su asiento.

Así hizo con cada uno de los jefes de la Cosa Nostra, demostró que conocía sus nombre y posición ya que los llamaba de acuerdo con el orden de sucesión. Y cada uno juró fidelidad. Todos temblaron en el momento que su imponente voz pronunciaba su nombre, su posición y su legado en la organización. Se dieron cuenta que ella conocía lo que hacía.

Carlo Fiore, Catalino D'Angelo, Leonardo Emérito y los otros de los diferentes clanes de la camorra miraron el espectáculo quedando complacidos con el carácter que la mujer poseía.

— Creo que es suficiente, yo me reitero en mi alianza con la cosa nostra y su hermosa jefa. — pronuncia Leonardo Emérito acercándose a Marena para dejar un beso en sus nudillos.

Leonardo era un hombre que, aunque se veía de una edad más o menos entre los treinta y cinco y cuarenta años era muy guapo a los ojos de cualquiera. Cabello castaño, ojos verdes, buen cuerpo. Al hombre tomar la postura de apoyo, los demás emularon su actuación postrándose a los pies de la mujer con la que ahora harían alianzas.

la herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora