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—Que despreciable — se quejó por enésima vez.

—Te aguantas, fue tu idea.

En la cima del campanario aquellos vigilantes de la noche disfrutaban de la helada brisa nocturna, después de tantos años, el festín sería servido sin reservas, solo para ellos.

—Este banquete debía ser supervisado prioritariamente, hermano. — sonrió gustoso, el aire emanaba ese matiz de terror de los humanos, sabían que estaban ahí y sabían también que no podrían hacer nada para cambiar su destino.

—El precio por su estupidez, este pueblo es uno de mis tantos presentes para usted, majestad. — la reverencia era innecesaria pero aún así siempre la hacía en estos casos, más nunca bajaba la cabeza, conciente de que su nivel era similar.

La más alta cuna de entre los ojos de sangre, la realeza del mundo, su inicio y seguramente su fin. Estuvieron ahí antes y estarán ahí después.

La campana del pueblo anunció la media noche, la décima campanada desató gritos de terror y caos.

Luego hubo un silencio sepulcral.

—Está apunto de amanecer. ¿Quieres cambiar?

—Sería divertido, vamos con la florista, con suerte ya tendrá nuestro encargo. Takemichi, guíame.

—Tu mano Fuyu — pidió suave, al tomarla, la magia antigua comenzó a surgir, el distintivo de su sangre los cubrió por completo y luego los arrojó lejos. — Gracias por el festín.

















—¡Señores Sano! — gritaban desde fuera de la mansión, las puestas de abrieron ante la inasistencia.

—Que insolencia — molesta, arrojó un jarron cerca de la cabeza del hombre que gritaba, causando un gruñido bajo de protesta y enojo de aquel hombre.

—Emma — reprendió molesto, mirando hacia al frente y luego hacia su hermana. Erróneamente el insolente pensó que tenía el favor de los hombres Sano.

—Mi señor, Izana, me parece perfecto que reprenda a esta mujer, no a aprendido a bajar la cabeza ante sus superiores. — se jacto en hombre con arrogancia —Las mujeres deben permanecer en las cocinas. —hablo apresurado, contento de que pusieran a la mujer en su lugar.

—Ese era el jarrón del abuelo — termino de decir, trayendo terror al rostro del hombre.

—¿Te crees superior inutil? — Una tercera voz se hizo presente en la sala.  — ¿Por qué este sujeto tan insignificante está en nuestra casa?.

— Shinichiro — Saludó la chica, luego se dirigió hacia el hombre.

—Mi señor Shinichiro, esta mujer... —intento acusar nuevamente. Una de las balas de energía de Shinichiro atravesó el brazo del hombre.

— Silencio escoria. —Volvió a disparar en el otro hombro.

—Emma, sácale información. Es todo tuyo —ordenó el lider de la familia, Manjiro

La magia de la hermana menor de los Sano surgió de sus manos y atravesó el cuerpo del hombre haciendo que se retuerza en el suelo, gritando de dolor ante la intromisión brusca de la magia.

—Atacaron un pueblo al norte, no hay ningún sobreviviente y los cadáveres están en pedazos, parece obra de los vampiros. —concluyó Emma antes de arrastrar al hombre a una de sus "oficinas" en el sótano. — Nos vemos chicos, iré a divertirme un poco. Si Kenchin viene a buscarme díganle que baje. —Se despidió de sus hermanos mientras sonreía angelicalmente, algo propio y único de ella.

— Sigan con el procedimiento del fallecimiento del principe, me encargaré de ir a ese pueblo —ordenó a sus hermanos para luego salir por la puerta principal. —¡Traigan un caballo!

— Deberias usar un carruaje Manjiro —aconsejó Shinichiro. —Estamos entrando a mediados de otoño, hace demasiado frío. Vas a necesitar suministros para tu viaje.

—Está bien, me cubriré con magia, a demás, quiero llegar sin ser notado, será más fácil. —Dicho eso, abandonó la casa y la propiedad montando su caballo favorito, un pura Sangre que apodó "Babu" cuando era mas joven.

—Ten un buen viaje, hermano.






Llegó al pueblo luego de días, pudo ver los horrores con sus propios ojos, varios hombres del rey estaban limpia do la escena, pero era demasiado, demasiados cuerpos esparcidos por aquí y allá y la sangre pintaba las paredes como una nueva piel. Nunca se podría recuperar el pueblo sin antes demolerlo e incinerarlo. Con seguridad dejó su caballo en uno de los establos improvisados y caminó al rededor, notando que había rastros de magia que nadie más seria capaz de perseguir. Magia antigua que era considerada prohibida.

Fue prohibida por qué se usaba la sangre humana como fuente de poder según recuerda de sus días como aprendiz. El abuelo le dió un sermón cuando expresó su curiosidad por ese tipo de magia.

Siguió los rastros hasta una cueva a lo lejos de la ciudad, sin su caballo y su poco equipaje que llevaba, su arma y escudo eran sus propias habilidades. Pudo notar sonidos moviéndose dentro. Era una charla en una lengua que no reconocía y parecía amistosa y alegre al menos por su tonalidad de voz.

Encontró ahí a dos hombres pelinegros, eran hermosos, tenían tanto belleza masculina como femenina en perfecto equilibrio, quedó cautivado con la voz del hombre de cabello rizado y grandes ojos azules como el cielo. Ellos parecieron percatarse de su presencia a pesar de su hechizo de invisibilidad con el que cubrió su cuerpo.

Aquellos dos hombres charlaban animadamente a pesar de saber de su presencia, no lo consideraban una amenaza. Eso lo molestó demasiado. Debían ser ellos quienes usaron la magia prohibida pero se veían demasiado humanos para ser vampiros o los demás monstruos.

Se movían de forma tan elegante y fina que lo intimidaban, estos eran sin duda de la realeza, no sabía de dónde pero eran finas personas. Sintió la mirada de ambos hombres, ojos azules y aguamarina, imponentes, muy por encima de todo lo que había conocido en toda su vida.

—Fuyu, debemos regresar a casa —la melodiosa voz sonó una vez más, asomándose, vio como el ojiazul tomaba una de las manos de su acompañante y escribia algo en ella, desaparecieron sin más, dejándolo solo en aquella cueva y con el corazón acelerado.

Fue la primera vez que sintió miedo.

Si es que fue miedo lo que sintió.

Por qué el latido incontrolable de su corazón era miedo verdad?

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⏰ Última actualización: Oct 02 ⏰

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Blood [Mitake]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora