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Desde pequeña, la vida de An Yujin había sido trazada con líneas rectas y ángulos precisos. Sus padres, exitosos empresarios, no le dieron muchas opciones a la hora de elegir su futuro. Comercio internacional no era solo una carrera; era el primer paso para continuar el legado familiar y, algún día, dirigir la empresa que tanto esfuerzo y sacrificio había costado construir.

Desde el momento en que pudo comprender lo que significaba "responsabilidad", Yujin sabía que su vida ya estaba decidida. No había espacio para sueños propios ni para pasiones personales. Todo en su entorno le recordaba constantemente que tenía un papel que desempeñar, uno que no permitía desviaciones.

Quizás fue esa presión incesante la que alimentó sus primeros momentos de rebeldía en el colegio. Se saltaba clases, desafiaba a los profesores, e incluso le interesaba la idea de dejar todo atrás. Sin embargo, con el tiempo, esa rebeldía fue sofocada por la realidad. Entendió que no tenía más opción que aceptar el destino que le habían impuesto. Si no podía cambiar su vida, al menos podía ser la mejor en lo que hacía.

Al ingresar en la universidad, Yujin se comprometió completamente con su carrera. Se destacó como una de las mejores alumnas, obteniendo el respeto y la admiración de sus compañeros y profesores. Fue nombrada jefa de grupo, y aunque aquello no le proporcionaba satisfacción personal, sí le daba una sensación de control sobre algo en su vida.

Pero entonces llegó "Echo".

El misterioso periódico anónimo que había comenzado a circular entre los estudiantes perturbó la frágil estabilidad que Yujin había construido. Los rumores y secretos expuestos en sus páginas sembraron el caos en la universidad, y por primera vez en mucho tiempo, Yujin sintió miedo.

Un miedo irracional, pero poderoso.

La idea de que su más oscuro secreto, algo que ella misma consideraba monstruoso y repulsivo, pudiera salir a la luz, la aterrorizaba. Se imaginaba las miradas de asco, el rechazo, la humillación que tendría que enfrentar si alguien llegaba a descubrirlo. Su familia había hecho todo lo posible para ocultarlo, asegurándose de que nadie más lo supiera. Pero ahora, con "Echo" al acecho, Yujin no podía evitar preguntarse si realmente estaban a salvo.

¿Podría alguien descubrirlo? ¿Podría "Echo" destapar aquello que ni siquiera ella misma se atrevía a enfrentar?

Su mente volvía a Wonyoung. Había algo en ella, algo que la hacía dudar, pero al mismo tiempo, Yujin sentía que podía confiar en Wonyoung. Esperaba, quizás con un optimismo desesperado, que la chica mantuviera su secreto seguro.

El recuerdo de cómo Wonyoung había descubierto su secreto se filtró en su mente, envolviéndola en un torbellino de emociones.

Era una noche cálida, hace unos meses, durante una de las fiestas que la universidad había organizado para dar la bienvenida a los nuevos estudiantes. El ambiente estaba cargado de energía y emoción. La música vibraba en cada rincón, y las risas y conversaciones llenaban el aire.

Yujin había ido por obligación, una de esas ocasiones donde su presencia era casi esperada por todos.

Después de unas horas de socializar y fingir una sonrisa, Yujin se había escapado al baño, buscando un momento de soledad para recobrar la compostura. El baño estaba vacío, lo que le dio un respiro de alivio. Se aseguró de que la puerta estuviera bien cerrada antes de relajarse y soltar el aire que había estado conteniendo.

Pero en su cansancio y distracción, no había escuchado el suave chirrido de la puerta al abrirse de nuevo. Wonyoung había entrado sin que Yujin lo notara, seguramente en busca de un lugar tranquilo, como ella.

Yujin estaba haciendo sus necesidades cuando escuchó un suave jadeo detrás de ella. Se giró bruscamente, encontrándose cara a cara con Wonyoung. El tiempo pareció detenerse mientras sus miradas se cruzaban. Los ojos de Wonyoung estaban abiertos de par en par, claramente sorprendidos, tal vez incluso en shock.

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