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El fenómeno de "Echo" había tomado un giro inesperado en la universidad. Lo que comenzó como una amenaza  aterradora se había transformado en una especie de espectáculo que mantenía a todos atentos. Al principio, el miedo era evidente, cada nueva revelación de Echo se sentía como una bomba que podía estallar en cualquier momento, esparciendo caos.

Sin embargo, con el tiempo, el pánico inicial dio paso a una perversa fascinación. Los estudiantes que antes temían por sus secretos comenzaron a observar con morbo lo que Echo haría a continuación. Los pasillos de la universidad se llenaron de susurros emocionados, y las conversaciones giraban en torno a quién sería el siguiente objetivo, qué secretos se revelarían, y cómo reaccionarían las víctimas.

No tardó mucho en aparecer un grupo que comenzó a admirar a Echo, viéndolo como una figura casi heroica. Estos estudiantes, ocultos tras la seguridad del anonimato que brindan las redes sociales, empezaron a aplaudir sus acciones. Para ellos, Echo era un justiciero enmascarado, sacando a la luz las verdades que otros preferían mantener ocultas. En la oscuridad de los foros en línea, y en los comentarios de las publicaciones, los elogios a Echo se multiplicaban. Algunos incluso se preguntaban si era posible unirse a él, contribuir con información sobre otros estudiantes, o simplemente ser parte de la emoción que este misterioso personaje había creado.

La universidad, que antes había intentado calmar el caos desatado por Echo, parecía ahora incapaz de contener el fenómeno. Los administradores, profesores y consejeros ya no podían predecir el impacto que cada nueva revelación tendría. ¿Cómo se puede controlar a una multitud que no solo observa sino que disfruta y celebra el espectáculo?

Cada notificación que llegaba al teléfono de un estudiante se convertía en una especie de evento, con grupos de jóvenes agrupados alrededor de una pantalla, leyendo juntos las últimas revelaciones y comentando en tiempo real. Los rumores se esparcían más rápido que nunca, y aquellos que antes hubieran protestado por la invasión a la privacidad ahora parecían complacidos, como si cada revelación de Echo fuera un episodio más en una serie de drama que no podían dejar de ver.

Pero había una línea muy delgada entre la diversión y el terror. Y aunque muchos disfrutaban del espectáculo mientras no les tocara a ellos, la realidad era que nadie estaba realmente a salvo. El caos reinaba en los pasillos, en las aulas y en los corazones de todos los que estudiaban allí. La sensación de incertidumbre estaba siempre presente, y aunque algunos se reían, en el fondo sabían que Echo no tenía límites.

El miedo seguía allí.

Al final, la universidad se había convertido en un terreno donde la privacidad era una ilusión y la reputación podía ser destrozada con un solo mensaje. Cada carcajada tenía ocultaba miedo, porque todos sabían que cuando llegara su turno, la diversión se acabaría y lo que quedaría sería el mismo horror que habían visto en los ojos de otros antes que ellos.

El juego de Echo era peligroso, pero la adrenalina de estar al borde de lo prohibido mantenía a la comunidad universitaria en un estado constante de tensión y anticipación. Y así, mientras algunos se regodeaban en las revelaciones y otros temían por lo que podría salir a la luz, el caos seguía su curso, incontrolable, alimentado por la misma gente que un día había temido al misterioso Echo.

Gaeul y Ningning estaban sentadas en las gradas de la cancha de fútbol, observando el entrenamiento de los chicos mientras el sol caía lentamente en el horizonte. El ambiente estaba cargado, pero no solo por el juego. Las recientes revelaciones de Echo habían sumido a la universidad en una atmósfera de inquietud, y Gaeul, a pesar de su habitual tranquilidad, no podía dejar de pensar en ello.

— ¿Supiste lo último? — Preguntó Ningning, rompiendo el silencio entre ellas.

Gaeul asintió, su expresión se tornó seria mientras miraba a los jugadores correr en el campo. — Sí, el chico de Administración. Es asqueroso, ¿no? Tomando fotos en los baños de las chicas para luego venderlas... no sé cómo alguien puede llegar a hacer algo así.

Ningning frunció el ceño, claramente disgustada. — Lo que más me horroriza es que haya tenido compradores. ¿Qué clase de personas enfermas estarían interesadas en eso?

Gaeul suspiró, sintiéndose cada vez más incómoda con la dirección que estaba tomando la conversación. — Este lugar se está volviendo cada vez más tóxico. Y lo peor es que ahora todo el mundo parece estar disfrutando de lo que hace Echo, como si fuera algún tipo de héroe justiciero.

— Es una locura. — Ningning asintió mientras su mirada se perdía en el campo de juego.

El sonido de una notificación interrumpió sus pensamientos. Ningning sacó su teléfono, y de repente, Gaeul notó cómo la expresión de su amiga cambiaba drásticamente. En las gradas, otras personas también estaban mirando sus teléfonos, con la misma mezcla de sorpresa y horror en sus rostros. Gaeul parpadeó, sintiendo su cuerpo temblar. ¿Por qué no le había llegado nada a ella?

La tensión en el aire era palpable, y la incomodidad de Ningning no pasó desapercibida para Gaeul. — ¿Qué pasa? — Preguntó con voz temblorosa, sintiendo cómo la ansiedad empezaba a apoderarse de ella.

Ningning no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la pantalla de su teléfono, pero no podía ocultar la incomodidad que sentía. Finalmente, con un gesto vacilante, le pasó el teléfono a Gaeul, quien lo tomó con manos temblorosas.

"Aunque no lo crean, esto es de hace ocho meses"

El mundo pareció detenerse mientras Gaeul miraba la pantalla. Era un video. No necesitó más que un segundo para reconocer el lugar, la situación... y a sí misma en la pantalla. Allí estaba, en una habitación tenue, junto a Sunghoon. Sus corazones latían juntos, sus cuerpos entrelazados en una intimidad que no debería haber existido. Sunghoon, el entonces novio de Wonyoung.

"Seré buena persona y los pondré en contexto. El chico de ahí  estaba saliendo con nuestra querida Jang Wonyoung cuando Kim Gaeul se metió con él.

"¿Que no se supone que son mejores amigas?"

El video era un recordatorio cruel, una prueba irrefutable de su traición. Gaeul sintió como si le hubieran arrancado el suelo bajo los pies. El nudo en su estómago se apretó con fuerza, convirtiéndose en una sensación asfixiante.

— ¿Por qué...? — Murmuró Gaeul, apenas capaz de formar palabras mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que luchaban por salir.

Ningning no respondió. Sabía que no había nada que pudiera decir para aliviar el dolor  que Gaeul estaba sintiendo en ese momento. Lo que había comenzado como una conversación casual entre amigas se había transformado en una pesadilla hecha realidad.

Gaeul bajó el teléfono, con la vista borrosa por las lágrimas. El peso de la traición la aplastaba, y lo peor de todo era que sabía que no había forma de arreglarlo. Había traicionado a su mejor amiga, y ahora todo el mundo lo sabía. El secreto que había mantenido escondido, la culpa que había intentado reprimir, todo estaba expuesto al mundo, a los ojos críticos y juzgadores de todos los que la rodeaban.

El peor error de su vida, su peor miedo, había salido a la luz. Y ahora, al igual que todos los demás, estaba a expuesta por Echo. Pero este era más que un simple secreto; era una herida abierta que no podía sanar, una cicatriz que marcaría su vida y su relación con Wonyoung para siempre.

El sonido del partido de fútbol, las risas y las voces alrededor se desvanecieron en el fondo mientras Gaeul se quedaba allí, paralizada, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo podría enfrentar a Wonyoung después de esto? ¿Cómo podría siquiera mirarla a los ojos, sabiendo lo que había hecho?

La gravedad de su traición la abrumaba, y todo lo que podía hacer era sentarse allí, en las frías gradas, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor.

Gossip | IVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora