Chapter 7: Semina Irae

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El pasado tiene una manera cruel de enredarse en los rincones más oscuros del alma, arraigándose como semillas que, con el tiempo, se convierten en raíces retorcidas y venenosas. En el caso de Radley, esas raíces comenzaron a crecer desde muy temprano en su vida, regadas por el desprecio y la indiferencia de su propio padre.

Radley nunca entendió por qué su padre lo miraba de esa manera, con ojos que parecían perforar su mismidad, buscando algo que no encontraba. Era diferente a Bandit y Stripe, no solo en personalidad, sino también en apariencia. Mientras que ellos tenían el pelaje azul (violeta de parte de stripe) brillante que su padre siempre había alabado, Radley tenía una mezcla de colores, mitad naranja, mitad azul, un recordatorio constante de que no encajaba del todo en su propia familia.

Desde que era un cachorro, Radley había sentido la fría distancia de su padre. No importaba cuánto intentara ganarse su aprobación, siempre había algo que faltaba, algo que no era suficiente. Bandit y Stripe, aunque más jóvenes, parecían tener una conexión natural con su padre. El viejo siempre les sonreía, los elogiaba por las cosas más pequeñas, mientras que a Radley apenas le dedicaba una mirada.

La única persona que realmente lo entendía, que lo amaba sin reservas, era su madre. Ella veía en Radley algo especial, algo que nadie más parecía notar. Le decía que su pelaje era hermoso, que era una combinación única de colores, algo de lo que debía estar orgulloso. Pero por mucho que intentara consolarlo, esas palabras no podían llenar el vacío que su padre dejaba en él.

Cuando Bandit y Stripe comenzaron a crecer, el trío de hermanos desarrolló una dinámica que, para Radley, era agridulce. Bandit, siendo el más joven, siempre había sido objeto de las bromas de sus hermanos mayores. Stripe, siguiendo el ejemplo de Radley, se unía a esas bromas, riendo y empujando a Bandit al borde del llanto, solo para que Radley lo salvara en el último momento, haciendo que todo pareciera un simple juego.

Pero había algo en esas bromas que nunca le había sentado bien a Radley, una sombra en su corazón que susurraba que no estaba bien. No era solo el juego, era el hecho de que, al final, Bandit siempre corría hacia su padre, llorando, buscando consuelo. Y cada vez que eso sucedía, Radley se quedaba solo, con la mirada gélida de su padre clavada en él, como si fuera un extraño, un intruso en su propia familia.

Un día, la situación cambió para siempre. En una de sus bromas habituales, Radley y Stripe estaban jugando a atrapar a Bandit, corriendo alrededor del patio. Stripe, siguiendo las indicaciones de Radley, hizo tropezar a Bandit, provocando que cayera de bruces al suelo. Fue un golpe fuerte, más fuerte de lo que Radley había previsto. Bandit comenzó a llorar desconsoladamente, su nariz sangraba, y sus ojos estaban llenos de miedo y dolor.

Cuando su padre llegó al lugar, Radley supo que algo había cambiado. La mirada que recibió no fue solo de desaprobación, sino de pura furia. Sin decir una palabra, el viejo agarró a Radley del brazo y lo arrastró hasta la casa. El silencio en el camino fue ensordecedor, una presión que se acumulaba en el pecho de Radley, hasta que no pudo soportarlo más.

Una vez dentro, su padre lo soltó con un empujón, obligándolo a mirarlo a los ojos. Y entonces, pronunció las palabras que Radley nunca olvidaría.

"¡Hubiera sido mejor si nunca hubieras nacido!. ¡Eres un error, un mestizo que no debería estar aquí!. ¡Tu madre debería haberte dejado en la calle donde perteneces!. ¡No eres de mi sangre, y nunca lo serás!. ¡ERES UNA DESGRACIA!."

Esas palabras atravesaron el corazón de Radley como un cuchillo envenenado. Su mundo se derrumbó en ese instante, y cualquier esperanza de reconciliación, cualquier deseo de ganar el amor de su padre, se desvaneció en un pozo de resentimiento y odio. El rencor comenzó a enraizarse profundamente, alimentado por cada insulto, por cada mirada de desprecio, por cada risa que su padre compartía con Bandit y Stripe, dejando a Radley a un lado.

Los años pasaron, y aunque la vida siguió adelante, ese rencor nunca se desvaneció. Creció y creció, hasta que un día, en un arrebato de furia, Radley se desquitó de la única manera que conocía: destruyendo lo que su padre más amaba. Bandit, el favorito, el que siempre recibía todo el amor que a él le habían negado, se convirtió en el blanco de su odio.

Y así, en ese lago maldito, el rencor de Radley culminó en el asesinato de su propio hermano, el acto final de una vida marcada por el rechazo. Pero en lugar de liberarlo, ese acto lo condenó a un tormento eterno, un tormento que solo había comenzado. Las palabras de su padre, la imagen de Bandit, y el peso del pecado que ahora cargaba, lo seguirían hasta el fin de sus días.

La oscuridad había reclamado a Bandit, pero Radley no estaba lejos de compartir ese destino.

"Still Cold Under the Shine of the Sun"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora