Pt 3

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La puerta del baño se abrió de golpe, interrumpiendo el tenso silencio que llenaba el espacio. Minho apareció en el umbral, sus ojos recorriendo la escena en un segundo. Al ver la situación, su expresión cambió de inmediato, su rostro se oscureció por la furia. Sin decir una palabra, cruzó la distancia entre él y el chico que mantenía a Han atrapado.

—¿Qué mierda crees que estás haciendo? —dijo Minho, su voz baja pero peligrosa, cada palabra impregnada de una ira controlada que hizo que el aire se sintiera más pesado.

El chico soltó a Han al instante, sorprendido por la repentina intervención. Su mirada, que había sido desafiante momentos antes, se desvaneció rápidamente al encontrarse con los ojos encendidos de Minho. La sonrisa burlona en sus labios se desvaneció, y dio un paso hacia atrás.

—Solo estábamos hablando —murmuró, aunque su tono intentaba mantener la seguridad, era evidente que el miedo comenzaba a filtrarse en su voz.

Minho no le dio la oportunidad de decir nada más. Con un movimiento rápido, lo empujó contra la pared, sus manos firmes en los hombros del chico, inmovilizándolo con una facilidad que mostraba la diferencia de fuerza. La rabia que irradiaba de Minho era palpable, haciendo que incluso el chico más atrevido sintiera temor.

—Si vuelves a tocarlo, te mato yo mismo —dijo Minho, su voz helada, tan mortalmente tranquila que cada palabra se clavó como una advertencia imborrable.

El chico, incapaz de soportar la intensidad en los ojos de Minho, asintió frenéticamente antes de salir corriendo del baño, sin atreverse a mirar atrás.

El silencio volvió a llenar el espacio. Han, aún temblando por el susto, dejó que su cuerpo se deslizara hasta el suelo, sus piernas incapaces de sostenerlo por más tiempo. Su respiración era agitada, y las manos le temblaban mientras intentaba asimilar lo que acababa de suceder.

Minho se giró hacia él, la furia en su rostro disolviéndose en preocupación. Con pasos rápidos, se acercó a Han y se agachó a su lado, rodeándolo con sus brazos en un abrazo firme pero reconfortante. El contraste entre la fuerza con la que había enfrentado al chico y la suavidad con la que ahora sostenía a Han era asombroso.

—¿Estás bien? —preguntó Minho en voz baja, su tono lleno de una ternura que solo Han conocía.

Han asintió lentamente, pero su cuerpo aún temblaba, y sentía las lágrimas acumulándose en sus ojos, amenazando con derramarse. No quería llorar, pero el alivio y el miedo mezclados eran demasiado para contener. Minho lo abrazó más fuerte, ofreciéndole un refugio seguro en medio del caos que acababa de vivir.

No hizo falta decir nada más. Minho simplemente se quedó allí, sosteniéndolo, brindándole el consuelo y la protección que Han tanto necesitaba. La seguridad de tenerlo a su lado, de saber que no estaba solo, permitió que el miedo que lo había invadido comenzara a desvanecerse poco a poco.

Han se permitió hundirse en ese abrazo, respirando profundamente, dejando que la presencia de Minho lo calmara. No importaba lo que había sucedido, lo que importaba era que Minho estaba allí, como siempre, protegiéndolo, asegurándose de que estuviera bien.

Y eso, en ese momento, era todo lo que necesitaba.

Después de un tiempo, el cual no fue mucho pero lo suficiente para que Han recuperara la compostura, ambos chicos salieron del baño. Minho no soltó a Han ni un segundo, manteniendo su mano en la espalda de su amigo como una señal silenciosa de que estaba allí para él. Caminaban por los pasillos, y aunque las miradas curiosas de los estudiantes se posaban sobre ellos, Minho seguía adelante, guiando a Han hacia el comedor principal.

Una vez en el comedor, se sentaron en una mesa en una esquina más apartada, lejos del bullicio de los demás estudiantes. Minho se aseguró de que Han tuviera algo de comer, aunque sabía que después de lo que había pasado, su apetito probablemente no sería el mejor. Aún así, le empujó la bandeja suavemente.

—Come algo, te hará bien —dijo Minho, con una sonrisa suave en sus labios, intentando restar importancia al ambiente tenso.

Han asintió, tomando un bocado de su comida mientras miraba alrededor. Sentía los ojos de algunos de sus compañeros sobre él, pero trataba de ignorarlos. Minho estaba a su lado, y eso era todo lo que le importaba en ese momento.

El tiempo del recreo pasó de manera lenta pero tranquila. Los dos permanecieron en la mesa, hablando de cosas sin importancia para distraerse. Minho, con su humor ligero, logró sacar algunas sonrisas de Han, lo cual era un pequeño triunfo después de lo que habían vivido minutos antes.

Finalmente, el sonido de la campana resonó por toda la escuela, señalando el final del recreo y el inicio de las clases. Minho y Han se levantaron de sus asientos, recogiendo sus cosas. Minho, siempre el protector, no dejó de lado su rol mientras caminaban de vuelta hacia las aulas, asegurándose de que Han estuviera bien.

De regreso en el salón, Han se sentía mucho más tranquilo. Los momentos tensos en el baño parecían ahora un mal recuerdo lejano gracias a Minho, quien no se había separado de él en ningún momento. Sentados en sus asientos, esperaban a que el profesor llegara, pero como aún quedaban unos minutos, Minho sacó su celular y comenzó a deslizarse por los juegos, buscando uno para entretenerse.

—¿Quieres jugar? —preguntó Minho, mostrando la pantalla de su celular a Han.

Han, que ahora estaba mucho más relajado, asintió con una sonrisa.

—Claro, pásamelo. Te voy a ganar, ya lo sabes —respondió Han, recuperando su tono burlón de siempre.

Minho soltó una pequeña risa y le pasó el celular. Han, decidido a vencerlo, comenzó a jugar mientras Minho lo observaba con una sonrisa en los labios. Se sentía bien ver a Han más animado, como si todo lo que había sucedido antes no hubiera sido más que una sombra pasajera.

El tiempo pasó rápidamente mientras competían entre risas y comentarios sarcásticos. Algunos compañeros que entraban al salón los miraban con curiosidad, pero la energía ligera y divertida entre ellos contagiaba al resto del grupo, que terminó uniéndose a la charla.

—¡No puede ser! —gritó Han, tirando el celular hacia Minho al perder la partida.

—Te lo dije, siempre ganas, pero hoy no era tu día, Hannie —respondió Minho, con una sonrisa triunfante mientras atrapaba el celular en el aire.

Han se dejó caer en la silla, fingiendo estar derrotado, pero con una sonrisa en el rostro. Estar en el salón, rodeado de sus amigos y con Minho a su lado, le hacía olvidar el mal rato del día.

La última hora de clases se hacía eterna. Han estaba apoyado en su brazo, jugando distraídamente con el lápiz, mientras Minho, a su lado, fingía escuchar al profesor. Ambos miraban el reloj de vez en cuando, deseando que las agujas avanzaran más rápido.

Finalmente, la campana sonó, rompiendo la monotonía. Como si fuera una señal para correr, todos comenzaron a guardar sus cosas de golpe. Han metió sus cuadernos en la mochila sin demasiado cuidado, y Minho lo esperaba apoyado en la puerta del salón, con una expresión de alivio.

—Por fin terminó este día —murmuró Minho mientras estiraba los brazos, relajándose.

Han lo alcanzó en la puerta y, mientras caminaban por el pasillo lleno de estudiantes que iban saliendo, decidió hablar.

—Oye, Min —dijo Han, tratando de sonar casual—, ¿qué tal si vienes a mi casa después de clases?

Minho lo miró, levantando una ceja con una mezcla de curiosidad y diversión.

—¿A tu casa? ¿Y eso? —preguntó, como si ya adivinara que Han tenía algo en mente.

Han encogió los hombros, intentando restarle importancia.

—No sé, pensé que podríamos pasar el rato, hacer algo. Ver una película o lo que sea... —bajó un poco la voz antes de agregar—. Además, mis padres no estarán en casa esta noche.

Minho soltó una risa, inclinándose hacia Han con una sonrisa burlona.

—Ah, ya veo cómo es —bromeó—. ¿Me estás invitando para algo más?

Han rodó los ojos, aunque una sonrisa se le escapó.

—Cállate, tonto. Solo pensé que sería divertido. Pero si no quieres… —dijo, fingiendo estar ofendido mientras aceleraba el paso.

—¡Hey, hey! No te pongas así, claro que voy —respondió Minho rápidamente, alcanzándolo con un ligero empujón en el hombro—. Ya sabes que siempre me apunto a lo que sea contigo, Hannie.

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⏰ Última actualización: Sep 05 ⏰

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