I.

17 8 0
                                    

I.

Las gotas de lluvia danzan un abrumante vals en la pista de cristal de la ventana, mis ojos se mantienen fijos sobre ellas, tratando de despertar una chispa de inspiración en mí. Hacía mucho que no encuentro algo que motive a mi artista interior, desde que nos mudamos a esta obsoleta casa y desde que Mingyu rompió conmigo.

Sin embargo, supongo que estoy un poco, solo un poco, acorde en cambiar de ambiente, aunque sacarme de mi zona de confort de un topetazo como ha sucedido todavía provoca revoltijos en mi estómago.

Bostezo y miro por un instante hacia el espejo que modela por encima del tocador, a la izquierda, y al observar mis prominentes ojeras, el fastidio se instala en mí casi de inmediato; pero incrementa aún más cuando escucho el fúrico rugido de mi estómago, suplicando por un bocado de comida. Solo lo ignoro, por más que soy totalmente consciente de no estar alimentándome bien por la tristeza que persiste, por la reciente ruptura que estoy atravesando.

A decir verdad, andar con un corazón roto se siente eterno, también siento como si nunca más podré ser capaz de volver a comer al igual que antes. Sobrevivo a base de agua, batidos y barras energéticas.

Te detesto, Mingyu.

—¡Kook, a comer! —exclama mi madre, con más fuerza de lo normal.

—¡Ya voy! —Le respondo, en seguida, a sabiendas de que cuando baje no probaré ni una sola cucharada.

Suspiro, incómodo. Me resigno a bajar las escaleras, aquellas que crujen insoportablemente en cada paso que doy. Todo en esta casa grita: "antiguo"; sobre todo el tapiz en la sala sacado de la época primitiva.

Cuando ingreso a la cocina, el olor a albóndigas y pasta se adentra en mi nariz, generándome náuseas. La comida de mi mamá es exquisita, mas no puedo comer ahora sin que mi cuerpo reaccione negativamente.

Ella está ahí, luciendo un vestido bastante sencillo, de un color cetrino que resalta su cabello castaño, atado en una cola. Sirve la comida con agilidad, sin dirigirme la mirada.

—Mamá, no tengo hambre, en serio.

—Vas a comer, si no lo haces te vas a malograr el estómago. —Reprende, su voz sale áspera, esquiva.

—No, mamá, no me siento bien. —Mi respiración se inquieta, acompañándole un picor en los ojos.

—Siempre es lo mismo. Tienes que comer, por favor. —Por fin me encara, puedo notar la súplica en su par de ojos café, resguardándose en su expresión de disgusto— Te lo pido, Jungkook.

«Te lo pido, Jungkook», resuena tortuosamente en mi cabeza una y otra vez.

—Mamá, lo siento —espeto, antes de huir a toda velocidad en dirección al baño.

Exhalo perturbado como un demente al esconderme en el baño, con la sensación de tener una esfera en la garganta, luchando por escapar. Apoyo ambas manos en los bordes del lavabo, convenciendo inútilmente a mi cerebro de no vomitar; no obstante, el recuerdo de Mingyu comiendo pastas conmigo una tarde en verano intercepta mi mente.

Y aquí vamos otra vez.

Humoresque © taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora