IV

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Las runas se consideran símbolos mágicos utilizados por los espíritus para comunicarse con la humanidad. Las runas no solo se consideran un sistema de escritura, sino que son piedras grabadas que se utilizan para realizar hechizos mágicos, lanzar adivinaciones e incluso añadir poder a la escritura convencional. Al tratarse de símbolos antiguos, las runas significan poco para el ojo inexperto. Pero con la práctica y un poco de experiencia con ellas, puedes activar sus energías mágicas para crear un cambio positivo e impactante en tu vida.

William, desde pequeño, sus padres le enseñaron todo sobre las runas, como utilizarlas y como bloquearlas. Pero en el templo estaba la sacerdotisa, la reencarnación de Seidr, la Seidkona Birkir, quien era muy poderosa y, al ver los dones del Conde Harfagrie, lo instruyó y le enseñó los poderes de las runas.

Hipermétrope: La runa de la visión estaba dibujada frente a William; la imagen a través de ella era la misma, aunque trató de pensar en su familia varias veces, la runa lo llevaba al mismo lugar: la habitación de Thomas. No quería ver, pero la runa fue más fuerte y lo hizo observar el cuerpo desnudo de ese hombre que se daba una ducha, ajeno a la presencia de William a su espalda. Pero el suspiro que soltó el conde lo hizo girar, y solo vio una pequeña luz desaparecer ante sus ojos, mientras que William respiraba con dificultad sobre su cama.

¿Qué eran esas cosquillas que sentía en su estómago? Ni al estar al lado del príncipe Adrien sintió tal sentimiento extraño. Se levantó y deshizo la runa a su paso . Era su primer día de trabajo y tenía que comenzar en el maizal, porque así lo había pedido, después de todo, tenía habilidades para los cultivos.

Tomó sus cosas y bajó. Emma lo esperaba en el salón y lo detuvo, tomándolo de las manos.

- Esto no es necesario, William, puedes irte cuando quieras - dijo Emma.

- Mi familia me enseñó a pagar las deudas, y eso es lo que haré - respondió William.

- Pero en los maizales, es un trabajo duro - dijo Emma.

- Solo es cuestión de costumbres - respondió William.

- William... - intervino Thomas, que había estado en el umbral escuchando la conversación.

- ¿Madre estás contradiciendo una orden mía? - preguntó Thomas.

- Esto no es necesario, y lo sabes - respondió Emma.

- Es muy necesario, ¿sabes lo que nos haría el draugar si se enterara de que salvaste a un sansordinn suyo? - dijo Thomas.

- Thomas... - trató de Emma.

- Nos vamos, te explicaré qué es lo que debes hacer - intervino Thomas.

William asintió y salió, tomando un gran sombrero para protegerse del sol.

- Tengo conocimientos de cultivos, no debería molestarse en explicar lo que yo sé de memoria, además, tendrá otros asuntos que deba atender - dijo William mientras caminaba para tomar su caballo.

- Aquí es diferente, los cultivos, y desde hoy también estaré pendiente de los maizales - dijo Thomas.

- No me escaparé, si es lo que le preocupa - exclamó William, subiéndose a su caballo y cabalgando demasiado rápido, que a Thomas le costó mucho alcanzarlo.

A pesar de verse muy frágil y de tener un físico delgado y delicado, William se había acoplado a las labores del campo. Trabajaba a la par de los demás granjeros y descansaba igual que ellos. Allí estaba haciendo fila para que Emma y las mujeres que le ayudaban a servir le dieran su ración de comida para poder comer. William llegó y tomó su plato y saludó a Emma, que aún no estaba de acuerdo con la decisión de Thomas y, en parte, quería que el conde se quedara con ellos, pero no así. Sin embargo, el amor de madre era más grande y, en el fondo, sabía que Thomas ocultaba algo y debía averiguarlo.

Cuando terminó de servir a todos los trabajadores, se sentó junto a William para charlar un poco. Vio que el conde ya había hecho muchos amigos y que algunos lo veían con cierto cariño, como Ivar, otro trabajador que también era muy joven, como el conde. Por eso se llevaban bien, a pesar de que era su primer día en los maizales. Emma, después de ver que William estaba a gusto, se despidió y tomó los utensilios de comida para marcharse.

Las labores continuaron y William e Ivar hicieron equipo para obtener mejores resultados, pero con lo que no contaba era que alguien estaba muy celoso por eso. Los observaba en todo momento, haciendo estar enojado la mayoría del tiempo, y más cuando las risas se escuchaban por todo el maizal.

Desde que había conocido a William, no lo había escuchado reír, entonces sintió un punzón en su corazón. Le dolía que él no fuera el causante de esas demostraciones de alegría, pero ya era tarde. El conde no lo veía igual; podría decirse que lo miraba con cierto odio. Cuando no pudo resistir más las risas, se acercó donde estaban y ordenó a William que regresara a casa. El conde obedeció con enojo, tomó su caballo y cabalgó rápido hacia la casa para encerrarse en su habitación.

𝑩𝒊𝒍𝒍: 𝓛𝓪 𝓮𝓻𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓥𝓲𝓴𝓲𝓷𝓰𝓸𝓼   [TwcNr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora