tensión en el aula

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Era un día nublado y frío, el tipo de mañana en el que la cama parece tener una atracción magnética. El cielo estaba cubierto por una capa de nubes grises, y el aire exterior parecía soplar con un vigor que le daba ganas de encogerse en una manta y olvidar el mundo. Pero, a pesar del deseo de permanecer abrigado y escondido, Jake sabía que debía enfrentarse a la realidad y asistir a clases. La noche anterior había sido tumultuosa y, aunque intentaba no pensar en ello, la sensación de incomodidad persistía.

Se duchó con rapidez, el agua caliente acariciando su piel pero sin lograr despejar completamente el caos mental que le atormentaba. Las imágenes de la noche anterior eran persistentes, como una película en bucle que no podía detener. Mientras se vestía, seleccionó su ropa con un cuidado que iba más allá del simple acto de vestirse; buscaba en cada prenda un poco de consuelo, una sensación de normalidad. Sin embargo, la minuciosidad con la que se preparaba no lograba disipar el nerviosismo que lo invadía.

Al salir de casa, el frío le mordió la piel, y cada paso hacia la academia parecía un pequeño desafío. Intentaba actuar con naturalidad, hablar con amigos por teléfono para distraerse y mantener una actitud positiva, pero la tensión era palpable. Las conversaciones que solían fluir con facilidad ahora le resultaban forzadas, como si cada palabra tuviera que ser extraída a la fuerza.

Cuando llegó al aula, el bullicio de los estudiantes charlando y preparándose para la clase lo envolvió. Se acomodó en su asiento habitual, intentando parecer relajado, pero no podía evitar la sensación de que su corazón se aceleraba con cada movimiento cerca de la puerta. Cada vez que alguien entraba, una mezcla de ansiedad y anticipación le hacía temblar ligeramente, esperando ver a Sunghoon.

Finalmente, el profesor apareció. Su porte habitual de confianza y profesionalismo era inconfundible, y cuando sus ojos oscuros se encontraron con los de Jake, sintió un nudo en el estómago. Sunghoon parecía completamente ajeno a la tormenta interna que lo afectaba, saludando a la clase con una sonrisa y un tono familiar que solo intensificaba la batalla emocional que Jake enfrentaba.

—Bonjour à tous. Aujourd'hui, nous allons commencer un nouveau chapitre sur les verbes irréguliers. (Buenos días a todos. Hoy comenzaremos un nuevo capítulo sobre los verbos irregulares.) —anunció Sunghoon, su voz clara y segura llenando la sala. La seguridad en su tono contrastaba con la incertidumbre que Jake sentía en su interior.

Desde el momento en que entró al aula, un nerviosismo lo invadió. Intentó disiparlo enfocándose en la lección, tomando apuntes con precisión casi obsesiva, subrayando palabras en su cuaderno una y otra vez. Se obligó a participar en las discusiones, a levantar la mano más de lo habitual, a hablar con claridad. Sentía que necesitaba demostrar, tanto a los demás como a sí mismo, que todo estaba en orden, que nada había cambiado desde la noche anterior... aunque, en su interior, supiera que no era cierto.

La mente le jugaba malas pasadas, llevándolo de vuelta a esos momentos de debilidad en la ducha, reviviendo la sensación de su piel caliente bajo el agua y el sonido de su propia respiración entrecortada. Cada vez que su mente viajaba a ese recuerdo, la vergüenza lo atravesaba como un rayo. Cerraba los ojos un segundo, tratando de alejar esos pensamientos, forzándose a concentrarse en la voz del profesor que llenaba la sala. Pero la imagen de Sunghoon seguía apareciendo en su mente, la suavidad de su mirada, el timbre bajo y seguro de su voz.

Cuando el profesor se acercaba a su mesa, sentía el pulso acelerarse, sus dedos apretando el bolígrafo hasta que los nudillos se le volvían blancos. Podía percibir su presencia aún sin mirarlo directamente: el suave crujido de sus zapatos contra el suelo, el delicado roce de su ropa al moverse. Cada vez que lo sentía pasar cerca, una mezcla de emociones se enredaba en su pecho; algo entre el temor de ser descubierto y el anhelo de más de esa cercanía.

Se esforzaba por parecer tranquilo, centrado, pero era como si el cuerpo le traicionara. Sentía cómo el calor subía por su cuello, tiñendo sus mejillas de un leve rubor. Sus ojos se desviaban inconscientemente hacia su figura; los gestos cuidadosos, la forma en que sostenía el libro mientras explicaba, la expresión de concentración que se dibujaba en su rostro. Se daba cuenta de que sus pensamientos iban mucho más allá de una simple admiración, y esa idea lo aterrorizaba.

Pasaron los minutos, y cada uno se sentía eterno. En un momento, se sorprendió cuando el profesor se giró hacia él, con una sonrisa ligera, y lanzó una pregunta sobre el tema que acababan de discutir. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. A pesar de que la pregunta era simple, su voz salió más débil de lo esperado.

—Oui, c'est... c'est correct —tartamudeó, sin estar seguro de si siquiera había respondido bien. Notó un brillo de curiosidad en los ojos de Sunghoon, quien se acercó un poco más, apoyándose suavemente en su mesa.

—Est-ce que tout va bien? Tu sembles un peu distrait aujourd'hui. (¿Todo va bien? Pareces un poco distraído hoy.) —La preocupación en su tono era evidente, su mirada no se apartaba de la suya, y Jake sintió que sus defensas se desmoronaban.

Su garganta se secó. Quería encontrar las palabras adecuadas, pero todas parecían atrapadas en su pecho. —Oui, monsieur. Je suis juste... fatigué, je pense. (Sí, señor. Solo estoy... cansado, creo.)

El profesor asintió lentamente, aunque no parecía del todo convencido. Algo en su expresión indicaba que podía ver más allá de la superficie, que intuía lo que estaba ocurriendo dentro de su alumno, aunque no dijera nada. —D'accord. Prends soin de toi, d'accord? (Bien. Cuídate, ¿de acuerdo?)

Asintió con la cabeza, pero apenas logró esbozar una sonrisa. En su mente, todo seguía siendo un caos, una maraña de sentimientos que no sabía cómo desenredar. La clase continuó, pero su mente ya no estaba allí. Las palabras flotaban a su alrededor como un murmullo distante. Solo podía pensar en lo que acababa de suceder, en cómo se había sentido bajo esa mirada atenta y preocupada, en cómo el deseo y el miedo se mezclaban en su interior de una manera que nunca antes había experimentado.

Finalmente, la campana sonó, marcando el final de la clase. Los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, las sillas se movían y el bullicio de la salida llenó el aula. Se levantó lentamente, con la mochila colgada de un hombro, esperando que todos se fueran primero para poder salir sin llamar la atención.

Pero justo cuando estaba a punto de escapar por la puerta, sintió de nuevo esa voz, suave pero firme, llamándolo. —Un moment, s'il te plaît.

El corazón le dio un vuelco. Se dio la vuelta lentamente, tratando de no dejar que su nerviosismo se reflejara en su rostro, pero sabiendo que no lo estaba logrando. Se acercó de nuevo, enfrentándose a esa mirada que parecía atravesarlo.

—Je voulais juste te rappeler que je suis là si tu as besoin de parler. (Solo quería recordarte que estoy aquí si necesitas hablar.) —La voz era suave, cálida, y sentía un calor reconfortante que se extendía desde el pecho hasta la punta de los dedos.

No sabía cómo responder. Se sentía tan expuesto, tan vulnerable. —Merci, Monsieur... vraiment. (Gracias, señor... de verdad.) —Se limitó a decir, intentando que su voz no temblara.

El profesor asintió una vez más, su sonrisa era casi imperceptible pero estaba allí, tranquilizadora. —Bien. Alors, bonne journée. (Bien. Entonces, que tengas un buen día.)

Salió del aula con el corazón en un puño, luchando por mantener la calma. Mientras caminaba por el pasillo, las emociones le golpeaban con fuerza, una mezcla de miedo y un sentimiento inexplicable que lo invadía por completo. Sentía que la situación lo superaba, que había entrado en un terreno que no entendía del todo... pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir un extraño consuelo al recordar la mirada comprensiva y las palabras tranquilizadoras del profesor.

francés - sungjake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora