𝐜𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐢𝐢. 𝐭𝐡𝐞 𝐡𝐢𝐠𝐡𝐭𝐨𝐰𝐞𝐫 𝐦𝐚𝐧

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002 | el hombre hightower
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El puerto de Oldtown era un eco de voces que solo sabían cuchichear con aquellas lenguas de filo fino; susurros en los lados más inesperados, los que menguaban con la llegada y partida de los barcos

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El puerto de Oldtown era un eco de voces que solo sabían cuchichear con aquellas lenguas de filo fino; susurros en los lados más inesperados, los que menguaban con la llegada y partida de los barcos. En ese instante —con el sol oculto en las faldas de la torre de la Ciudadela, tiñendo el cielo de gris profundo—, como si el mismo océano se hubiera alzado a devorar la luz, Ser Gwayne posó sus ojos en las personas que yacían bajando del barco. Un viento salobre agitó las capas del hombre en el muelle y esperó pacientemente.

La galera dorada, con velas desgastadas pero orgullosas, avanzaba con lentitud, meciéndose en el agua como una bestia marina herida, pero aún majestuosa. Los ojos de Ser Gwayne se estrecharon al ver a la figura que se erguía en la proa, vestida de negro, como si el luto fuera su única armadura. Cabellos blancos como la luna llena se agitaban al viento, y dos ojos —uno morado, el otro rojo, como una amethysta y un rubí enfrentados en una misma joya— miraban directamente hacia él. Era Vhasenya Bloodrayne, la mujer que traía consigo el sabor de un escándalo que resonaba desde King's Landing hasta las profundidades de los mares.

Los rumores la perseguían cual niño enamorado de su propia madre, como una tormenta de cuchicheos en cada rincón de los Siete Reinos. Vhasenya, la esposa de Aemond Targaryen, la que, decían, había tenido tantos amantes como noches en una luna llena. Había sido enviado a la Torre de Hightower, un acto que para muchos era una condena disfrazada de hospitalidad. Gwayne, sin embargo, lo veía por lo que era: un castigo para una mujer de honor dudoso.

La vio bajar del barco con pasos ligeros, la gracia felina en cada movimiento, como si el suelo bajo sus pies fuera una extensión de su voluntad. Su mirada, desafiante y astuta, se posó en Gwayne, y por un instante el mundo pareció contener la respiración. Su sonrisa de lado bastante retadora y amarga, apenas una curva en los labios, era un filo fino de acero; y Gwayne sintió un desdén crecer en su pecho, como una maleza negra enraizando en su alma. ¿Cómo una mujer así, de virtudes tan frágiles como el vidrio, podía tener el atrevimiento de mirarlo con ese brillo de desafío?

Vhasenya se detuvo a unos pasos de él, con una elegancia que parecía nacida del mismo fuego. La brisa salada se enredó en sus rizos blancos, y por un momento, pareció que su cabello era una llama viva danzando en la penumbra.

—Ser Gwayne Hightower —dijo ella, con una voz que era a la vez un susurro y un trueno distante que deseaba asesinar al hombre frente a sí misma—, ¿es esta la bienvenida de Oldtown? ¿O acaso el guardián de la torre me recibe con desprecio?

Gwayne no parpadeó, sus ojos grises como el acero se clavaron en los de ella, sin ceder un solo paso.

—Princesa Vhasenya. —Él replicó, su voz fría como el viento del norte—. Soy un guardián, no un anfitrión. Mi deber es proteger la torre, no entretener a invitados.

La sonrisa de Vhasenya se amplió, como si encontrara diversión en su rechazo. Dio un paso más cerca, invadiendo su espacio con un atrevimiento que rozaba lo insolente. Él, como un caballero entrenado para rechazar a las damas, se alejó de la princesa.

—Diga entonces, Ser Gwayne —musitó, sus ojos brillando con un fuego que parecía arder desde dentro—, ¿teme mi llegada? ¿O simplemente teme lo que esta puede significar para los hombres??

Ser Gwayne sintió una punzada en su pecho, una mezcla de rabia y algo más profundo, una sensación que no quería nombrar. Desvió la mirada, controlando el impulso de apartarse de su proximidad. Ella era peligrosa, lo sabía. No por lo que era, sino por lo que podía hacer a su control. Su resolución era clara: no caería en los juegos de seducción de una mujer de su clase.

—No temo nada que venga de usted, Princesa Vhasenya, ni tampoco lo harán mis hombres —le respondió con dureza—. Lo que hace o deje de hacer no me concierne, siempre y cuando no ponga en riesgo a esta torre ni a su gente —dijo Ser Gwayne secamente—. Cuidaré de usted y lo que pueda dañar su matrimonio, pero no espere un amigo.

Vhasenya rió suavemente, un sonido que resonó como campanas lejanas en el aire fresco de la tarde. Su risa no tenía alegría, solo una especie de amargura exquisita.

—Su moralidad es tan rígida como las paredes de tu torre. Quizá piensa que puede protegerlo de todo lo que no puedes controlar, pero, ¿qué hará cuando descubra que su mayor enemigo no soy yo, sino usted mismo? —cuestionó Vhasenya con ironía—. ¿No le parece una burla a su trabajo que lo mantengan como una nodriza?

Por un momento, Ser Gwayne sintió como si las palabras de ella hubieran atravesado alguna barrera dentro de él, tocando un nervio expuesto. Se enderezó aún más, como un roble sacudido por el viento.

—Princesa —dijo con frialdad—, le recordaré que esto no es King's Landing. Aquí no le servirán sus trucos ni sus encantos. Mi honor no está en juego, el de usted sí.

Ella alzó una ceja, y por un segundo, él pudo ver algo en su mirada, algo que se escondía detrás del juego, una sombra de dolor o de deseo, quizás ambos. Pero ese instante pasó, y Vhasenya volvió a sonreír, como si llevara una máscara perfecta de despreocupación.

—Veremos, Ser Gwayne —dijo en un tono apenas audible—. Espero que en esta aventura de nodriza pueda descubrir qué tan fuerte es su resolución cuando la noche caiga... y solo quede el silencio entre nosotros.

Con eso, ella pasó de largo del hombre, caminando hacia la torre con la misma gracia etérea mientras Ser Gwayne la observaba con un odio creciente, mezclado con una chispa de algo que no se atrevía a admitir. Era una guerra silenciosa, un duelo de voluntades, y ambos sabían que solo el tiempo revelaría quién, al final, sería el verdadero vencedor. ¿Podría Ser Gwayne quedarse con el placer de no hallarse entre sus sábanas con aquella mujer, o sería Vhasenya quien tuviese el deleite de gozar una unión carnal con el único hombre que se rehusaba a levantar sus faldas?

 ¿Podría Ser Gwayne quedarse con el placer de no hallarse entre sus sábanas con aquella mujer, o sería Vhasenya quien tuviese el deleite de gozar una unión carnal con el único hombre que se rehusaba a levantar sus faldas?

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[ E R I S | N/A ]

tuve que implementar las reglas de comentarios y votos porque me he dado cuenta que no están apoyando el libro cómo se debe. si gustan ver adelantos de los próximos capítulos, vayan a seguirme en mi canal, donde publico pequeños fragmentos llamativos de en qué consistirán los escritos de este libro estando en borradores — https://whatsapp.com/channel/0029VahuZGMLdQei3vEnas44

( 𝐏. ) 𝓟𝐑𝐎𝐅𝐀𝐍𝐄   𝒇𝒕.   gwayne hightowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora