1. desniveles del mar muerto -piloto-

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Su pulso era frenético, al golpe de la adrenalina en respuesta a una ansiedad.
Se removía entre sus sábanas, buscando huir de dígase qué sentimiento.
Se le era imposible. Aquella oscuridad finita lo envolvió en un manto que confundió con el brazo de alguien.
Se sentía perdido, pero aquel sonido repetitivo despertó al monstruo debajo de su cama, aturdiéndolo en un espasmo de susto y presión.

"¡Pum!"

Talló su cabeza en agonía, con la incertidumbre de ser consciente que no era normal en ese aspecto.

-Si para tonto se estudiara. -se regañó con la voz enternecida debido al cansancio. -tuviste esa pesadilla, otra vez...

Miró detenidamente a las afueras de su apogeo lo que parecía ser un zapato. Meditó en su distracción, en su mente dispersa en la disociación: disponiéndose a salir desde debajo de su cama.

Se deslizó con delicadeza: cuidando de no chocar su cabeza con el soporte de la cama, estirándose una vez incorporado en una postura adecuada.

Detalló su habitación: minimalista, como si solo su cama, ropero y escritorio fueran lo saludable para él.

-Todo está bien... -se decía, intentando mantener la calma ya que las palpitaciones seguían aceleradas. -solo... Ya.

Respiró profundo en dos ocasiones, siendo la tercera la definitiva. Concluyó con el toque de las yemas dedales en su brazo y muñeca izquierda.

Se sentía frágil y lo odiaba, pero lo era y no tenía nada de malo serlo. Aún así, podría decir que tenía una justificación, pero era demasiado humilde para culpar a alguien.

¿Como podía un niño de once años padecer tales problemas?

Si, es complicado hacer referencias de este tipo pero es necesario conocer ¿Quién es él? O al menos su nombre.

Pío Chanel García Arias. Su fecha de nacimiento es importante, pero permanecerá en misterio hasta nuevo aviso.

Su cabello era un poco largo y de mechones en punta, de un color particular: castaño rojizo. Si, era un tormento tener que peinarlo ya que, apenas rozaba las hebras lacias de su cuero cabelludo, estas ya danzaban en la opresión del frizz.

Caminó hacia su baño. Una vez terminado su aseo matutino, se vistió con ropa habitual: unos pantalones de mezclilla, acompañada de una sudadera amarilla neón a juego con converse del mismo color.

Se miró en el espejo pegado a la puerta de su cuarto, modelando qué tal lucía con ese atuendo llamativo pero a la vez casual.

-que pálido, parezco muerto... -se dijo con el rostro adormilado.

Tomó de su escritorio su celular, útiles y dinero, saliendo de su habitación para bajar las escaleras y observar a una mujer de cabellera larga, negra y esponjada: preparando lo que sería su desayuno.

Pío fue de puntillas hacia una de las alacenas, pero no contó con crujir de la madera de piso de la cocina: alertando a su madre: quien lo miró con un sonrisa de oreja a oreja.

-¡ah, ya te despertaste! -se sacudió en una gran felicidad, yendo a abrazar a su hijo.

Pío fue sometido a un abrazo fuerte, sintiendo casi el aire salir de él. Daba empujones a la señora.

-¡Te hice desayuno! ¡No olvidé tu primer día en la escuela! ¡Una escuela real!-señalaba al refrigerador un calendario que marcaba el mes de agosto, siendo la fecha 23 la que estaba encerrada en un círculo.

Si, Pío había estudiado la primaria en linea debido a una extraña enfermedad que le impedía estar expuesto a la luz solar por mucho tiempo.
Aunque ahora, sus defensas habían mejorado y ya podía estudiar fuera.

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⏰ Última actualización: Oct 10 ⏰

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