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El hermoso cielo de la capital japonesa presentía lo que estaba por suceder, espesas nubes negras se habían encargado de cegar a la resplandeciente luna esa noche. Muchas familias celebraban con furor, en la calidez de su hogar, el fin de un año y dentro de poco, el inicio de uno nuevo, reían y se felicitaban entre sí, lloraban por errores que prometían no volver a cometer, pero que de igual manera, eran promesas que olvidarían y entonces, todo se volvería a repetir. Personas solitarias ahogaban sus penas en alcohol y corazones rotos terminaban por convertirse en polvo.

Cálidas y tenues luces se desprendían de los faros adornados con arreglos navideños, una nimiedad de ciudadanos transitaba con paso agitado las calles del centro, pues se les hacía tarde y sus familias los esperaban para despedir el año. 

Todos sumidos en su propio mundo e ignorantes de la inusual oscuridad predominante del hermoso cielo, ese mismo cielo que, desde tiempos inmemorables, ha sido testigo silencioso del ir y venir de miles de vidas. 

Y que en ese momento era el principal espectador de lo que estaba por suceder.       

Las festividades de vísperas de año nuevo, para muchos era el inicio de algo sin precedentes, pero para cierto grupo de amigos era el cierre de una herida que nunca pudo cicatrizar y que aun, después de una década, los persigue incluso en sus sueños. En las casas vecinas se oía con claridad ese peculiar sonido de los cristales chocando entre sí al momento de brindar.

Los Mugiwara no celebraban, no en ese momento y no de la manera en que todos lo están haciendo.

¿Por qué celebrar de la manera tradicional, si pueden brindar con la sangre de quienes le arruinaron la vida a la hermosa Nami?

Hora y media para las doce marcaba el elegante reloj de bolsillo de Robin.

 La melodía del violín perteneciente a Brook calmaba el ambiente, el propio músico había pedido permiso a su capitán para interpretar una sonata antes de partir; Quasi una fantasia se escuchó, marcando el inicio de un tan esperado acontecimiento.

Una hora faltante para las doce y el grupo de amigos decidió partir.

El camino se les hizo relativamente corto, en silencio y con calma siguieron adelante, conscientes de que, aunque esos tipos intentaran escapar, no podrían. Paso a paso recorrieron las calles que conforme más avanzaban, más oscuras y escalofriantes se tornaban. 

Y a lo lejos logaron percibir las siluetas de quienes tendrían la hermosa desgracia de ser su objetivo. Tres sombras se fueron haciendo más claras a la vista. Por el rabillo del ojo, Luffy logró divisar la tensión de Nami, quien temblaba lentamente, pero no por miedo, no, sino que, por anticipación a lo que estaba por suceder, el pequeño Capitán estaba cien por ciento seguro que su navegante ya había dejado su miedo encerrado y bajo llave en su habitación, y ahora se concentraba por completo en ese momento. Estaba orgulloso de su querida tripulante. 

Observó a Zoro y Sanji tomar posiciones, por más que esos se pelearan a muerte, siempre terminaban cuidándose entre sí; Usopp a su costado un poco nervioso, pero con el coraje y valor suficiente como para dispararle a alguien desde una distancia de más de veinticinco metros. La respiración tranquila de Robin era completamente escuchada como señal de que todo estaba listo, la pequeña melodía tarareada por Brook fue dejada a la mitad y sin terminar. Jimbe con su imponente presencia les daba confianza y seguridad; y finalmente su tripulante más joven, Chopper a un costado de Robin, de a poco en poco sacaba de sus bolsillos un pequeño objeto metálico que a simple vista parece inofensivo, pero nada en el mundo tiene más letalidad que un niño con una ardiente y enfermiza curiosidad, la cual solo puede ser calmada al usar ese pequeño bisturí. 

Pareciera que, de un momento a otro, la temperatura volvió a descender, y una ráfaga de aire helado hizo presencia, trayendo consigo un terrible augurio.

La amena conversación que los tres amigos traían desde el bar ubicado a tres calles fue abruptamente interrumpida cuando uno de ellos calló como costal de papas al suelo, completamente inconsciente, la tenue niebla parecía amortiguar la caída, pero solamente un ruido sordo fue escuchado. Los instintos se dispararon, sus cuerpos moviéndose según el entramiento que tuvieron hace muchos años, con ojos felinos buscaron una salida o a quien fuese que haya noqueado a Shinichi con tanta facilidad, porque maldita sea, él era el más duro de los tres. El horrible y tenso silencio reinó por breves segundos antes de que una aniñada risa se hiciera presente, poniéndoles los pelos de punta, era escalofriante. Ligeros susurros viajaban en el leve viento, sus mentes les gritaban que tomaran a su inconsciente compañero y huyeran, el miedo empezó a fluir cuando recordaron esa plática de días atrás; no estaba siendo paranoico, si había alguien observando y no era solo uno. 

Daisuke lo entendió a instante, tenían que huir, escapar como pudieran y llegar a casa del tío de Shinichi. Miró con desesperación a Koji, quien parecía absorto en sus pensamientos y lo sacudió del brazo, en silencio acordaron correr lo más rápido que sus piernas dieran. Shinichi los tendría que perdonar, pero en ese momento era peso muerto. No más de dos segundos después dieron media vuelta y por donde vinieron siendo su única salida, la tomaron sin pensar. No llegaron a dar ni un solo paso cuando una delgada figura les obstruyó el camino, con la ansiedad del momento y la rabia que le provocaba estar encerrado y sin salida, Daisuke abrió la boca para insultar a quien sea ese que se haya puesto en su única ruta de escape, pero quedó completamente mudo al reconocer esa figura, era igual a esa mujer de años atrás, un poco más baja pero era sin dudas su misma silueta; no podía olvidar a aquella mujer por más que quisiera, sí, lograron matarla, pero no hay manera de que sea no sea capaz de recordar como esa tipa fue capaz de casi matarlo con tal de proteger a sus dos hijas. 

La silueta comenzó a caminar, acercándose a paso lento y tranquilo, detrás de ellos podían escuchar más pasos, los habían rodeado por completo. No apartó la mirada del frente, aunque hubiese preferido hacerlo, la sombra se visualizó con claridad y lo primero que captó su atención fueron esos cabellos naranjas que brillaban levemente por la ligera luz que emanaban las farolas a la lejanía, al instante su mente viajó al pasado y recordó a esa niña que logró escapar. 

Tragó saliva de su ya reseca garganta y por primera vez en toda su existencia, Daisuke tenía miedo. Estaba asustado, el escalofrío le recorrió el cuerpo por completo al sentirse amenazado y superado en números. Quiso reír de la ironía, porque maldita sea, que situación tan jodidamente similar a la de hace tiempo, pero ahora ellos no eran los cazadores, eran las presas.

 Quiso reír de la ironía, porque maldita sea, que situación tan jodidamente similar a la de hace tiempo, pero ahora ellos no eran los cazadores, eran las presas

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Sabían que cada ♡ es un cambio de perspectiva?

La Tripulación de los Sombrero de Paja | FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora