7.

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-¡Eres una niña hermosa!
 
-Por supuesto que lo es, mira a quién tiene de madre.
 
Abril comenzó a reírse cuando la exnovia de Ivan dijo aquello como si nada, ordenando la mochila de la niña, ya que pasaría esos días con ella luego de que volviera de su viaje de negocios. Ivan, en tanto, estaba arreglando-destruyendo la televisión mientras Sara cocinaba algo para la cena.
 
-¿Tienes todo, peque?- preguntó su madre, tomándole la mano.
 
-¡Sí, mamá!
 
-Entonces ve a despedirte de tu padre y tus tías, ¿dónde están tus
modales, ovejita?
 
La niña le sacó la lengua a su madre, ganándose un pellizco en la nariz, y después corrió a despedirse de Sara y Abril, dejando a Ivan para el final.
 
-Adiós, papá-se despidió la niña cariñosamente-,¡te voy a extrañar! ¡Y por favor, trata de no destruir algo!
 
Ivan comenzó a reírse.
 
-Pásala bien con tu mamá, princesa-se despidió, dándole un beso en la frente-. Nos vemos en unos días.
 
Segundos después, la puerta de la casa fue cerrada, quedando sólo ellos tres en el pequeño hogar de Ivan y Sara.
 
-Oye, Abril-dijo Sara desde la cocina-, ven, quiero darte algo en tu día especial.
 
Abril arrugó el ceño, negando con la cabeza, y entró a la habitación, quedándose quieta mientras una sonrisa enorme se extendía por su rostro.
 
Un vestido color rosa decorado con pequeños frutos, encima de la mesa con una cinta de regalo, así que comenzó a reírse por la diversión sin poder evitarlo. Fue a abrazar a su mejor amiga dándole un beso en la mejilla.
 
-¿Y para mí qué? ¡Sara gastó mi dinero! -se quejó Ivan,
entrando.
 
Abril volvió a carcajearse, abrazando también a Ivan por la emoción, agradeciéndole el bonito y simple presente. Trató de obviar la acongojante sensación en su pecho, porque ese día cumplía veintisiete años y Samantha no la saludó en la mañana.

Aunque tampoco es como si lo hubiera esperado, porque Samantha nunca solía ser la primera en desearle un feliz cumpleaños: por el contrario, prefería ser siempre la última, así que cuando era ese día, se juntaban luego del trabajo para ir a cenar sólo las dos y pasar una maravillosa noche sin nadie que los molestara.
 
Por lo que Abril estaba preparada, estaba lista, pues ya tenía la
reserva del restaurante al que iban siempre, y esperaba con mucha anticipación esa noche. Si todo salía bien, tal vez podría finalizar con ellas dos haciendo el amor y recuperando esa magia que las rodeaba cuando estaban juntas.
 
Abril sabía, confiaba, en Samantha para ese día, porque nunca antes la decepcionó en algún cumpleaños.
 
-¿No quieres cenar con nosotros? -preguntó Sara con expresión preocupada--. Puedes invitar a Samantha si quieres...
 
Abril sacudió la cabeza, emocionada.
 
-¡Las cosas están bien!-dijo sonriendo-–Samantha me besó, Sara, ¡ella tomó la iniciativa! No pensé que fuera a hacerlo, pero me agarró de sorpresa, y estos días ha estado más cariñosa y dulce conmigo.
 
Sara sonrió débilmente, casi a regañadientes, pero no le tomó demasiada importancia porque sabía cuál era la opinión de Sara acerca de todo eso. Seguía doliéndole, sin embargo, sabía que no podía hacer mucho sobre aquello, sólo le quedaba asumir que su mejor amiga no le estaba apoyando por completo.
 
-¿Cuánto tiempo te queda?
 
Y, por supuesto, su novio tampoco estaba de acuerdo con ella.
 
Abril miró a Ivan, mordiendo su labio inferior.
 
-Una semana -respondió vacilante.
 
Ivan asintió.
 
-No deberías ilusionarte hasta el final -contestó Ivan sin mala
intención-–, tal vez Samantha se está despidiendo a su modo.
 
Abril se crispó, apretando su boca en un rictus de molestia mientras se giraba, herida por la forma en que le trataban, como si fuera una niña tonta e idiota que no podía entender las cosas que le decían.
 
Tal vez sí lo era. Tal vez sí era una idiota y una pendeja y una estúpida por haber hecho eso, por ser tan terca e insistente cuando ya las cosas se acabaron, pero ¿qué podía hacer acaso? ¿Cerrar sus ojos, asentir, sentirse miserable y luego hacer como si no hubiera compartido trece años de su vida con Samantha? ¿Alejarse, fingir que no la amaba, tratar de no llorar al verla con otra?
 
Sí, como si eso fuera tan fácil.
 
Como si pudiera hacer eso con una sonrisa dispuesta en la cara,
tratando de ahogar sus propios sentimientos diciéndole que no fue suficiente para Samantha y que por eso la abandonó.
 
Abril estaba poniendo todo de sí para que eso funcionara, y si al final no lo hacía, iba a poder decir sin culpabilidad alguna de que se esforzó para que su relación tuviera una nueva oportunidad. Así no podría acusarse a sí misma de cobarde por no haber querido dar un poco más, aunque resultara herida.
 
Todo el mundo le decía que era una persona que les hacía tener
esperanza en que todo podía ir bien, ¿cómo podría echarse atrás y luego mirarse al espejo, cuando ya las cosas hubieran acabado?
 
La esperanza era para tontos, todo el mundo se lo decía, pero sólo a veces, la esperanza también podía ser muy poderosa.
 
-Nos vemos -espetó sin girarse-,gracias por el regalo.
 
-Abril...
 
-Ya han dicho suficiente -murmuró, saliendo de la cocina a paso
apresurado y sin querer mirar los ojos llenos de compasión de sus
amigos.
 
No, ese día, no lo iban a arruinar. Sus esperanzas estaban puestas para ese día, y eso, ninguno de ellos lo arruinaría.

Apego|Rivari  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora