Capítulo 3.

2 1 10
                                    

GIDEON SMITH

El viento me sopla en la cara. Atravieso las montañas raudo y veloz. Mi yegua, Tempestad, es ligera como el viento por eso me gusta tanto galopar en ella. Todo el mundo me llamaba loco cuando dije que quería esta yegua blanca y no un semental. Un rey debe de tener su propio semental, me decían. De acuerdo. Pero yo no soy ningún rey. Por ahora. Por eso me gusta tanto correr con ella. Me recuerda que la Corona todavía no está sobre mi cabeza y todavía tengo algo de tiempo de disfrutar de mi... limitada y parcial libertad.

Aitor me va pisando los talones. Estamos compitiendo por ver quién llega primero al río helado. Cualquiera diría que se está dejando ganar por ser quien soy, el príncipe heredero. Pero quien conozca mínimamente a mi guardaespaldas sabrá lo competitivo que es y a pesar de que su caballo es mucho más joven que mi yegua, Pegaso no tiene nada que hacer. Soy mucho mejor jinete que él y lo demuestro cuando llego con tiempo de sobra a la orilla del río Bithia.

—Hagas lo que hagas nunca podrás derrotarnos —me río de Aitor mientras él tira hacia atrás las riendas de Pegaso con el ceño fruncido.

—Esta vez casi os alcanzamos.

—Casi.

Aitor me saca la lengua.

—Pareces un crío cuando haces eso —me río.

—Ya lo sé. Pero lo que me apetece hacerte no me está permitido.

Suelto una carcajada.

—Tienes muy mal perder.

—Sí, lo acepto. Pero la próxima vez seguro que te ganamos, ¿verdad Pegaso? —le dice a su propio caballo dándole unas palmadas con cariño.

Pegaso relincha como si le contestara. Aitor y yo nos miramos sorprendidos y ambos reímos.

Mi yegua empieza a caminar hacia Pegaso y los dos caballos comienzan a hacerse carantoñas como si se estuvieran cortejando.

—Me parece que se gustan —Ríe Aitor.

—Y creo que a tí te gusta Yamiley.

—¿Qué? —Aitor se endereza de golpe sobre su silla de montar—. No digas tonterías...

Aitor coge las riendas de Pegaso y dándole unos suaves toques con los pies, el caballo reanuda la marcha al paso por la orilla del río. Yo no puedo evitar sonreír ante su respuesta y decido seguirlo poniéndome a su altura en apenas unos segundos.

—¡Pero si te has puesto coloradooooo! Te gusta... ¡y mucho! —le digo tocando reiteradamente su mejilla colorada riéndome por su gesto serio.

Aitor me da un manotazo intentando esquivarlo, pero no lo consigue y sigo insistiendo.

—¡Para Gideon! Ahora el que se está comportando como un crío eres tú.

—Está bieeeen. Ya paro. Pero confiesa de una vez. Te gusta.

Aitor se baja del caballo de un salto de forma tan magistralmente que me da envidia, de la sana, pero envidia al fin y al cabo. Yo también me bajo no de forma tan virtuosa, pero lo hago sin mucho esfuerzo. Ambos caminamos con nuestros respectivos caballos hasta un claro donde nuestros amigos se han ganado descansar un rato y se ponen a comer un poco de heno cuando Aitor me dice:

—Sí.

—Sí, ¿qué? —inquiero, aunque ya sé la respuesta, pero quiero oírla de su boca.

—Yamiley. Claro que me gusta, joder. Me gusta mucho.

Sonrío.

—Mi instinto de príncipe me lo decía.

—Pensaba que eso del instinto era cosa de mujeres.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 08 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Por el amor de un príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora