III

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No hay la cantidad de empleados que uno esperaría ver al entrar en una mansión, si puede identificar bien, ha visto a Bayern el asistente incondicional y Emily el ama de llaves (sin contar al desgraciado, traicionero de Neumann).

Me dirijo a paso lento a la oficina de Arcos, no hay necesidad de apurar nuestra reunión, puesto que todo lo importante ya está arreglado. Los pasillos están decorados con fotos familiares, revestidas de pinturas, diplomas, medallas y trofeos (por mi propio ego ignoro que todos dicen Javier y Julián).

Al final del pasillo, una puerta destartalada que prefiero ignorar.

Me situó en frente de la oficina de Arcos Frontera, tocó tres veces antes de entrar— Estoy aquí—.

—Adelante—.

Al abrir me recibe una mirada suave de ojos casados, una sonrisa confortable de un hombre ya agotado por la edad.

Pongo ambas manos en los bolsillos de mi confiable abrigo marrón y entró con toda la seguridad del mundo, sonriendo ampliamente al hombre delante de mí.

—Vengo con buenas noticias—.

Se endereza al escucharme, dejando su escultura a medio terminar a su costado, le da a su asistente una rápida mirada para que este cierre la puerta con seguro.

La escultura de una espada yace en el escritorio, olvidada. No es tan importante para quedarme fijo en eso así que me percato de la señal que me hace con la mano para que me siente.

—Dime… ¿Cómo has estado?— Su voz es tranquila cuando me habla como si realmente mostrara preocupación (este hombre es incapaz de mentir).

Me apoyo en los reposabrazos en el costado de la silla—Bien, ya se está concretando la firma con Cremo, sería una considerable suma para nosotros, podremos pagar el plazo asignado y recuperar la prenda. A finales de año tendremos todo pagado y con la empresa a flote—.

Parece aliviado cuando escucha eso, sus hombros bajan la rigidez con la que se mantenían. Lastimosamente, no importa que calma pueda demostrar ante mi informe, no quitan sus ojos demacrados por el cansancio de soportar el peso de una deuda.

Rebozado de responsabilidades, un padre que quiere lo mejor para su familia incluso cuando está al cuello de problemas.

— Sabes… Lamento que te hayamos puesto en esta situación—.

Niego con la mano para restarle importancia— No se preocupe por eso, sabe por qué hacemos esto—   Esbozo una sonrisa exuberante de seguridad.

No parece convencido de mi respuesta, ojos contemplativos me evalúan, sabe que soy un mentiroso de primera, tampoco me va a señalar por tal. Antes de que vuelva a hablar me adelanto.

—El otro día a la cafetería llegó un cliente curioso— parece sorprendido por el repentino cambio de tema, pero prosigo—Un hombre alto, atlético e (para mi desagrado) incluso diría qué atractivo— sus puños se cierran ligeramente por el transcurso que parece tomar mi diálogo— ¿Javier Asrhan? Algo así creo que se llamaba—.

Parece culpable ante su próxima admisión, desviando su vista a Bayern quien permanece callado—Asrahan—.

—Exactamente—. Es evidente que me equivoque adrede.

Con el pulgar y su índice se toma el puente de la nariz, fastidiado por la conversación. Bayern responde antes que Arcos pueda continuar— Es una medida que decidimos tomar, para la seguridad del asunto y no socavar al joven Javier—.

—Entiendo que buscaran la protección de él, pero pudo poner en peligro el plan, ahora parece sospechar de mí por desconocerlo y con suerte pensara que solo soy ingrato— Se miran entre sí, culpables por mi declaración— No es nada que no pueda manejar, ya no importan las decisiones tomadas, aunque sería mejor si me dieran un expediente de él y la “relación” que mantuvimos antes de mi regreso—.

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⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

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