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𝑺𝒂𝒃𝒓𝒊𝒏𝒂

7 𝘥𝘦 septiembre 𝘥𝘦 2021

*Dos meses antes del evento*

Tres meses después de decidir marcharme de Mallorca, había convencido a Leila de hacerlo juntas, por lo que podía decir que el viaje al nuevo país tenía fecha y ya era oficial.

Unas semanas antes de llegar a París, encontré el piso perfecto tras buscar durante horas en el navegador de internet. En el momento, no dudé en concertar una visita para el mismo día de nuestra llegada a la ciudad. Sabía que ese iba a ser el piso definitivo por más pegas que Leila le sacara. 

Una vez en el aeropuerto de nuestro destino, un taxi nos recogió y nos llevó directamente hacía el portal de este. Leila miraba por las ventanillas con una mezcla de desconfianza y curiosidad, intentando descifrar lo que sucedía mientras nos acercábamos.

— ¿Vamos a ver un piso? —preguntó al notar a la trabajadora de la inmobiliaria esperando en la puerta, con una carpeta de documentos en la mano y una sonrisa profesional.

— Si, y tengo claro que no necesitaremos ver ninguno más —respondí con confianza mientras salía del taxi y me dirigía hacia la entrada.

— No se como puedes estar tan segura, sabes que soy muy exigente. 

— Confía en mí —le aseguré, con una sonrisa que intentaba transmitir la misma certeza que sentía—. Este lugar tiene todo lo que necesitamos. 

La trabajadora de la inmobiliaria, una mujer de mediana edad con un porte profesional y amable, nos recibió con un saludo cordial.

—Bienvenidas a París. Soy Isabelle, la agente que les ayudará a encontrar su nuevo hogar —dijo ofreciéndonos la mano.

—Hola, soy Sabrina y ella es Leila —respondí, presentándonos mientras Leila observaba con una mezcla de interés y duda.

La mujer nos condujo hacia el ascensor, y mientras subíamos, pude notar la expresión de Leila suavizándose ligeramente. La tensión en sus hombros parecía relajarse mientras se sumergía en la experiencia.

Una vez dentro del piso, observe todos y cada uno de los pequeños detalles que habían llamado mi atención previamente. La primera impresión fue de calidez y funcionalidad, algo que me había imaginado pero que ahora se sentía real.

La cocina era abierta, es decir, se comunicaba con la sala de estar, lo cual era perfecto para cenas con amigos o algún plan que implicase cocinar. Las encimeras eran de un elegante mármol blanco, con vetas grises sutiles que aportaban un toque de sofisticación, y los armarios de madera clara ofrecían un contraste cálido. Había una pequeña isla en el centro, ideal para preparar comidas mientras se conversaba con los invitados en el salón. Me imaginaba ya las cenas y reuniones que podríamos tener allí, sintiéndome cómoda y acogida.

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⏰ Última actualización: Sep 08 ⏰

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Tú y yo y un encuentro por ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora