Una vez más sacó el celular y revisó la hora, en la pantalla se podía leer las tres y media de la madrugada. Con los dedos entumecidos por el frío volvió a guardar el celular al interior del bolsillo del estuche de la guitarra, la misma guitarra que siempre lo ha acompañado a donde quiera que él se dirija y a la que ahora mismo se aferra con todas sus fuerzas.
La guitarra era su compañera de vida, su refugio cuando la vida se volvía difícil de tolerar o no encontraba una salida, jamás imaginó que en una situación así sería su único apoyo.
No sabía lo que estaba sucediendo y no saber era lo peor. Cuando llegó todo lo que le dijeron en recepción fue que la paciente estaba en quirófano y que debía esperar. Llevaba alrededor de siete horas esperando y seguía sin recibir noticias, el miedo y la incertidumbre estaban destruyendo sus nervios.
Acercó sus manos frías al rostro, las puso una junto a la otra de manera que sus dedos meñiques quedaron juntos y con ambas cubrió bien su boca, iba a tratar de calentarlas con el hálito caliente que exhaló de su interior. A esa hora el frío calaba hasta los huesos, sin embargo, en ese momento no podía decidir si ese frío que sentía era resultado de todas las horas que estuvo sentado en esa incómoda silla de hospital, en esa fría y casi vacía sala de espera, mal iluminada y con el característico olor a desinfectante y medicamentos o se debía a la angustia que, con cada minuto que pasaba sin recibir noticias, crecía más y más dentro de él.
A lo lejos podía ver a algunos doctores y enfermeras, iban y venían por los largos y fríos pasillos de hospital, mas en ningún momento alguno de ellos se detuvo para dar las noticias que tanto ansiaba escuchar. Todo lo que podía hacer era esperar.
Nunca le gustaron los hospitales, la interminable y tediosa espera siempre fue lo peor, verse obligado a esperar su turno mientras tenía que soportar el malhumor y las protestas de los que también esperaban su respectivo turno e incluso el llanto desesperante de los que llegaban con niños, sin embargo, en ese momento todo se sentía peor. Como el horario de visitas terminó hace varias horas atrás y las personas que fueron para realizar consultas se marcharon hace mucho, todo lo que quedó fue el agobiante silencio que la madrugada favorecía.
Por supuesto que en la sala de espera había algunas personas más que al igual que él debían ser familiares o amigos cercanos de aquellos que desafortunadamente ingresaron esa misma noche por la puerta de urgencias. No obstante, la presencia de esas personas no era reconfortante para él de ninguna manera, por el contrario eran un recordatorio constante de lo solo que se encontraba.
— Familiares de Danielle Parker – habían transcurrido casi cuarenta y cinco minutos desde la última vez que vio la hora y finalmente un doctor irrumpió en la sala de espera.
El hombre fácilmente bordeaba los sesenta años, el cabello gris lo delataba. A pesar de las marcadas ojeras y el evidente cansancio en su rostro, seguro por todas las horas que estuvo en el quirófano, su semblante permanecía inexpresivo, con un aire petulante que le daba la apariencia de alguien frío e inaccesible. Fue imposible para él no sentirse intimidado ante esa presencia.
— Sí, yo – dijo poniéndose de pie. Se colgó la guitarra al hombro y procurando disimular el involuntario temblor en su andar, se acercó al doctor – yo soy su hijo, Milán Parker.
— ¿Tú? – cuestionó este con desconfianza.
El doctor rápidamente dirigió la vista al resto de personas que se encontraban sentadas en aquella sala en espera de noticias, con la esperanza de que alguien más se ponga de pie y se acerque. Eso no sucedió.
— Doctor, por favor, dígame como esta mi madre – pidió o más bien suplicó el más joven ante la mirada evasiva del doctor.
— ¿Y tu padre o algún otro familiar? – indagó el doctor con inquietud – la situación es crítica y debo hablar con un adulto.
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Junto a ti
RandomMilán siempre se caracterizó por ser tranquilo, amable, gentil y un muy buen hijo. Desde muy pequeño la vida para él no fue sencilla, aun así se esforzó por sobrellevar todo con la mejor actitud. Sin embargo, cuando por fin todo en su vida comenzaba...