Capítulo 2

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Después de tanto llorar, Caleb, se quedó dormido en los brazos de su hermano mayor. Afirmar que Milán no sintió alivio sería mentir, oír al pequeño llorar con tanta angustia y desconsuelo y no poder hacer nada al respecto fue muy duro para él, sin embargo, ahora que todo el ruido se había detenido un silencio incómodo se instauró en el ambiente y entonces fue evidente para Milán que su vecina comenzaría con las preguntas, preguntas que no estaba listo para responder, no aún, así que aprovechó el momento para huir. En completo silencio abandonó la casa de su vecina y se llevó al pequeño a casa.

Con mucho cuidado, pues lo último que quería era despertarlo, ingresó a su casa, subió los escalones lentamente y una vez en la habitación del menor con suma delicadeza lo dejó sobre la cama.

Solo hasta que pudo soltar el cuerpo del pequeño notó algo de dolor en sus brazos. Su pequeño hermanito era un niño saludable y estaba dentro de su rango de peso y estatura, por supuesto el haberlo cargado por un largo periodo de tiempo sumado a toda la tensión que acumuló desde que todo esto empezó, hizo que sostener a su hermanito entre sus brazos sea agotador. Lastimosamente Milán no lo vio de esa manera, para él fue la confirmación de todo lo que le dijeron esas personas en el hospital: "no estás a la altura de la responsabilidad".

No quería deprimirse más de lo que ya se encontraba así que trató de no pensar en ello, dejó en el suelo la guitarra y la mochila que todavía llevaba con él a cuestas y se concentró en cubrir el cuerpo del menor con la manta tejida azul cielo que estaba perfectamente doblada a los pies de la cama, sin embargo, mientras lo hacía fue inevitable para él no notar ese ligero temblor en sus brazos o la debilidad en ellos.

Abrumado, agotado, superado por todo lo sucedido en las últimas 24 horas Milán apoyó la espalda contra la pared del cuarto del menor y simplemente se dejó caer al suelo alfombrado junto a la cama. Sentado en el suelo, con las manos comenzó a frotar sus brazos con algo de fuerza en un intento por eliminar esa incómoda sensación de cansancio, no quería sentirla, no en ese momento.

Sus ojos parecían vigilar el sueño intranquilo del pequeño mas no era así, en realidad tenía la vista fija en la nada. Su mente trabajaba a su máxima capacidad. Cargar al pequeño entre sus brazos estaba dentro de las tareas más simples y cotidianas que tendría que hacer y a penas pudo hacerlo. Acababa no solo de comprender sino de comprobar que tener bajo su cuidado a un niño pequeño que aún depende de él, era una gran responsabilidad, quizás más de la que él podría manejar y pensar en eso era aterrador.

"No podrás hacerlo", esa frase se repetía en su cabeza, una y otra vez, burlándose de él y no había nada que pueda hacer para acallarla.

"Basta, basta, no es cierto" protestó mentalmente mientras aquellas palabras no dejaban de retumbar en su cabeza, como un eco.

Como si se tratara de una respuesta, su mente trajo a colación aquella incómoda plática que tuvo esa misma mañana en el hospital en su encuentro con los trabajadores sociales y aunque no quería pensar en nada de lo que le dijeron, simplemente no pudo dejar de hacerlo.

Pasar la noche en el hospital no fue nada agradable, la muerte jamás llega con la serenidad o la prontitud que se ve en la televisión o en las películas, no, una larga agonía de dolor, miedo y sufrimiento es lo que antecede al último aliento. Para Milán fueron más de cuatro horas, largas y tortuosas horas en las que pasó de rogar por la recuperación de su madre a rogar por que ella solo parta de este mundo, para que todo ese desgarrador sufrimiento se acabe. Estar ahí presente y solo ver, fue devastador para él, lo único que pudo hacer fue sostener la mano de su madre mientras esperaba con impotencia que todo termine y el doctor haga la lectura de la hora del deceso.

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