MIA
El ruido constante del aeropuerto me envolvía mientras abrazaba a mi madre, Sara, con todas mis fuerzas. Sentía sus brazos alrededor de mí, pero era como si, a pesar del contacto físico, el dolor de la despedida ya se estuviera apoderando de mi corazón. Tragué el nudo en mi garganta, intentando mantener las lágrimas a raya, pero sabiendo que era una batalla que iba a perder tarde o temprano. Me dolía tener que verla irse de nuevo, sabiendo que pasaría un largo tiempo antes de que pudiéramos estar juntas otra vez. La distancia entre nosotros siempre había sido difícil, pero desde que nació Nora, esa distancia se sentía aún más pesada.
Mientras me aferraba a mi madre, mis ojos se dirigieron involuntariamente hacia mi padre, Tadeo, quien estaba parado a unos metros de nosotras. Frente a él, y sosteniendo a nuestra pequeña Nora en sus brazos, estaba Alessandro. Ambos hombres, con sus expresiones serias, se miraban en silencio. Había una tensión palpable entre ellos, como siempre. Mi padre nunca había sido amable con Alessandro, a pesar de que aceptara nuestro matrimonio. Sus críticas constantes habían sido un tema delicado durante toda su estancia, y sabía que mi esposo, aunque lo ocultaba bien, estaba al borde de su paciencia. Sin embargo, verlos a ambos ahí, en ese momento de despedida, me preocupaba que pudieran estropearlo con una discusión innecesaria.
Me separé de mi madre con un suspiro, acariciando su rostro una última vez antes de caminar hacia ellos. Me planté frente a los dos, mirando a mi esposo y a mi padre alternativamente.
—Por favor —les dije en un tono firme, pero conciliador—. no vayan a pelear en medio de nuestra despedida.
Ambos se miraron durante un momento más, y aunque ninguno de los dos dijo nada, vi cómo sus posturas se relajaron un poco. El silencio entre ellos, aunque incómodo, era mucho mejor que cualquier intercambio de palabras mordaces. Alessandro asintió ligeramente, sosteniendo a Nora con más cuidado, mientras mi padre desvió la mirada, cruzando los brazos sobre su pecho, pero sin decir nada.
Me acerqué a mi padre y lo abracé. Él no era el hombre más expresivo, pero en ese momento, sentí su brazo apretándome con más fuerza de lo habitual. Sabía que, a su manera, me estaba diciendo cuánto me amaba, cuánto lo dolía dejarme, a pesar de que nunca lo admitiría en voz alta.
—Te amo, papá —le susurré—. Te voy a extrañar mucho.
—Yo también, hija —respondió con una voz más suave de lo normal, aunque su expresión seguía siendo seria—.
Al separarme de él, vi cómo mi padre dirigió una última mirada hacia Alessandro. Durante unos segundos, el silencio entre ellos fue abrumador, pero luego, con una voz baja y controlada, mi padre se limitó a decir:
—Gracias por tu hospitalidad.
No era una disculpa, ni mucho menos un gesto de reconciliación, pero viniendo de él, sabía que era lo más cercano a una tregua que Alessandro iba a recibir. Alessandro simplemente asintió, manteniendo su habitual rostro serio, mientras yo observaba cómo esa breve interacción al menos marcaba un pequeño paso hacia la civilidad.
Entonces, los altavoces del aeropuerto interrumpieron el momento, anunciando que el vuelo de mis padres estaba a punto de despegar. Mis ojos siguieron sus movimientos mientras se alejaban hacia la puerta de embarque. Intenté contener mis lágrimas cuando los vi desaparecer en la distancia, pero la sensación de vacío ya comenzaba a instalarse en mi pecho. Dando un largo suspiro, me volví hacia Alessandro, buscando consuelo en su presencia. Sin decir una palabra, apoyé mi cabeza en su hombro, sintiendo el latido constante de su corazón contra mi piel.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...