Pierdo el equilibrio y caigo de espaldas al mar embravecido.
Me sumerjo unos metros antes de reaccionar. Muevo los brazos y las piernas enérgicamente, hasta sacar medio cuerpo y tomo una gran bocanada de aire. Mi cabello enmarañado me deja apenas entrever una ola gigante a punto de romper sobre mí. Como si hubiera chocado con un tren de frente, la enorme pared de agua me empuja de nuevo hacia abajo.
El oxígeno se me agota en los pulmones mientras lucho por salir. Con los músculos cada vez más entumecidos, la superficie me resulta lejana, pero la opresión en la garganta me insta a ascender. Emerjo otra vez dando otra bocanada de aire tan grande que mi resuello se hace eco en el aullar del viento. Agito las manos y las piernas con desesperación. Mi cuerpo sube y baja varios metros, al compás de las inmensas olas. A la distancia, oigo gritos que se entremezclan con los truenos; sin embargo, la tormenta me empaña la visión.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! —En cada pedido de auxilio trago más agua, las cuerdas vocales me arden—. ¡Por favor! ¡Alguien! ¡Ayuda! —insisto, pero los alaridos se pierden en la furia del temporal.
Algo se me enreda en los pies, no me deja patalear. De un tirón, me jala bajo el mar, aunque me da tiempo a manotear lo que pasa flotando delante de mí: una libreta dentro de una bolsa de plástico. La aferro contra mi pecho como si el pequeño objeto pudiera mantenerme a flote.
De pronto, una corriente eléctrica me paraliza y, como un imán, me atrae hacia el fondo. Ahí están las otras personas; aunque no son más de cinco o seis, las distingo por el resplandor de los refucilos. Algunos hombres se esfuerzan en vano por vencer a la masa de agua que los rodea y se desvanecen.
Me sumerjo poco a poco en la oscuridad. La opresión en mi garganta y en mi pecho se acentúa. Rebaso un arrecife de coral. Los relámpagos se atenúan. Me encamino hacia una fosa. Atisbo que de ella salen sombras que capturan uno a uno a los que se hunden conmigo. ¡Qué horror! Quizá son los secuaces de la muerte que nos vienen a buscar. Un pequeño navío nos persigue; también está siendo arrastrado por esta misteriosa fuerza hacia los confines del averno.
Siento comocuchillazos en el ojo y el oído izquierdo, en las sienes. Gritaría, meagarraría la cabeza, pero mis músculos están contraídos como si estuvierarecibiendo la descarga de una pistola Taser. Cuando un calambre me sube desdela nuca y siento que ya no soporto más la presión y que me va a explotar lacabeza, una de esas sombras me aborda. Parece un niño, no lo sé. No puedo hacernada, ni contener más la respiración. Llegó mi hora.
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TAIRON
FantasyHacer un pacto con un demonio y tomar la decisión equivocada siempre te conducirán a una travesía salvaje, escalofriante y mortal. Descubre esta primera parte de una saga extraordinaria que lo tiene todo: seres mitológicos, extraterrestres, brujas...