capitulo 1: el encuentro

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El primer día del ciclo escolar en el colegio Contadero, siempre traía consigo una mezcla de nervios y emoción, pero para Ramiro, ese día en particular se sentía distinto. Entró en la sala de profesores, colocando su maletín en una de las mesas del fondo. Cómo siempre, había llegado temprano, esperando tener unos minutos de tranquilidad antes de comenzar con las clases de Historia. Pero cuando entró, la sala no estaba vacía.

Junto a la ventana, un hombre un poco alto, de cabello obscuro y barba un poco descuidada, revisaba algunos papeles. Ramiro no lo había visto antes. Era nuevo, claramente. Aunque era difícil no notarlo. El hombre alzó la mirada cuando sintió la presencia de Ramiro y sonrió con una amabilidad que lo embobo por completo.

—Hola —dijo el desconocido, acercándose y extendiendo la mano—. Soy Mateo. Recién llegué a la Escuela.

Ramiro se quedo helado un momento antes de devolver el saludo.

Mateo le pregunto a Ramiro "que clase das en la escuela?"

—Ramiro —respondió—. Historia.

Los dos se quedaron en silencio por unos segundos. Ramiro no era de los que disfrutaba las conversaciones, con gente extraña. Pero había algo en la actitud relajada de Mateo que hacía que el silencio no fuera incómodo.

—Así que, Historia... —comentó Mateo, sin dejar de sonreír—. Siempre fui terrible en esa materia.

Ramiro se sorprendió al escuchar esa confesión. La mayoría de los profesores intentaban lucir intelectuales o destacar en todas las Materias, pero Mateo parecía ser honesto de una gran manera.

—Bueno, espero que tus alumnos no piensen lo mismo del inglés—bromeó Ramiro, para su propia sorpresa.

Mateo rió suavemente, y el sonido fue como una chispa que encendió algo en el ambiente. Era la risa de alguien que no se tomaba la vida demasiado en serio, alguien que sabía disfrutar de las pequeñas cosas. Ramiro no pudo evitar sentirse intrigado.

Pasaron los días, y Mateo y Ramiro comenzaron a cruzarse cada vez más en la sala de profesores, en los pasillos e incluso en la cafetería de la Escuela. Sus conversaciones se hicieron más frecuentes y, para sorpresa de Ramiro, más agradables. Mateo siempre tenía una anécdota divertida o un comentario inesperado que lograba arrancarle una sonrisa, algo que no era precisamente fácil.

Una tarde, cuando la mayoría de los profesores ya se había ido, ambos se quedaron en la sala preparando material para las clases del día siguiente. Ramiro estaba concentrado en unos documentos cuando sintió la mirada de Mateo sobre él.

—¿Te puedo preguntar algo? —dijo Mateo, en tono serio.

Ramiro levantó la vista, esperando una pregunta sobre trabajo, pero la expresión de Mateo era diferente. No tenía la misma expresión de siempre en su rostro.

—Claro —contestó, algo desconcertado.

—¿Siempre has sido tan... distante? —preguntó Mateo, mirándolo fijamente.

La pregunta lo tomó por sorpresa. Ramiro entrecerró los ojos, no sabiendo muy bien cómo responder. Nadie le había preguntado algo tan personal en mucho tiempo.

—No es que sea distante —respondió finalmente, sin apartar la mirada—. Es que prefiero mantenerme enfocado en mi trabajo.

Mateo lo observó en silencio durante unos segundos, como si estuviera prosesando las palabras antes de hablar de nuevo.

—Quizá —dijo al fin—. Pero a veces me pregunto si es solo una excusa para no dejar que nadie se acerque.

Ramiro no supo qué decir. Esa era una observación que nunca esperó escuchar, y mucho menos de alguien como Mateo, quien parecía todo lo contrario: abierto, sociable, cómodo consigo mismo. Antes de que pudiera responder, Mateo sonrió otra vez, aunque esta vez de una forma más suave, casi tierna.

—Perdón, no quería incomodarte. Solo es que... me gusta hablar contigo. Y pensé que quizá tú también disfrutarías conocerme un poco más.

Ramiro sintió una extraña calidez en el pecho. No estaba acostumbrado a ese tipo de cercanía, menos aún a la honestidad desarmante de Mateo. Pero algo en su interior le dijo que tal vez, solo tal vez, dejarse llevar un poco no sería tan malo.

—Supongo que podría intentarlo —dijo Ramiro, sonriendo apenas.

Y en ese preciso momento, aunque aún no lo sabía, algo había cambiado entre los dos.

Lecciones de amor, entre la historia y las palabras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora