La fiesta de Año Nuevo Lunar en el campus era todo lo contrario a las fiestas que siempre habían tenido en casa. No había soja para tirar a un adulto, ni abuelas insistentes para probar los irimame. Kimono y quipaos no eran más que una prenda de disfraz, usada de maneras culturalmente incorrectas por quienes sentían un interés de aficionado.
Podía sentir como un grupo de compañeros la observaba a la distancia. A pesar de reconocerlos a todos, no se acercó a saludarlos.
—¡Hey, Sarada! —Chouchou, su roomie, la habia encontrado entre la multitud. —¿No irías a ver a tu familia para celebrar estas fiestas?
Si tuviera que ser honesta, la mirada de desprecio que dirigió a su compañera no estaba cargada de una emoción dirigida para ella.
—Vaya, perdona por incomodarte.
La pelinegra asintió. ¿Este sentimiento era igual al de su madre, que siempre rehuía de su ascendencia japonesa?
—Te ves preocupada —insistió Choucho, en un intento por comenzar una platica confidente.
Vestida con una gran chamarra negra y un jumper negro jaspe, Sarada intentaba lucir mayor. Seguramente por su altura seguían solicitándole el ID en todos lados. Aunque su rostro tampoco era de ayuda.
El cargado maquillaje ocultaba sus suaves facciones. Boruto, a quien consideraba un primo menor, siempre le decía que tenía cara de bebé. Como si un mocoso de catorce años pudiera opinar sobre los asuntos de los mayores.
—Estoy bien —respondió a su amiga, para luego dirigirse a la barra, por una primera ronda de tragos.
Sarada bailaba un poco, manteniéndose alejada de la multitud. No le gustaba conocer gente en las fiestas, porque por lo general las conversaciones se distorsionaban hacia discusiones en una sola noche.
A pesar de su antipatía, Choucho notaba como su amiga llamaba la atención de varios estudiantes. Sarada no llenaba su propio estándar, pero era atractiva debido a sus razgos poco comunes.
Un tipo se acercó a donde la pelinegra bailaba. Después de escucharlo susurrar algo al oído, ella cambió su expresión por una realmente amenazante. Confundido, el chico la observó por unos instantes, antes de gritar algo al parecer ofensivo. Un parpadeo después, unos tipos cerca de Sarada comenzaron a golpearse entre ellos. La riña se salió de control, y la guardia del campus entró al edificio.
—Vámonos —Choucho alcanzó a tirar fuerte del brazo de la pelinegra.
En ese momento, Sarada solo sabía que quería empujar a todos, patear las bolas del tipo y romper su cara a puñetazos. Al día siguiente, dio gracias al universo porque su amiga logró contenerla.
Amanecer en su cuarto, con la ropa sucia, pero sobre la cama mullida, era algo que no hubiera pasado si se hubiera dejado llevar. Levantó su brazo. Un bote abierto de tinta china le había marcado la piel, y la tela del edredón, que se habia arruinado. Las gotas de tinta parecían pequeñas flamas negras sobre papiro blanco.
—Algo te pasa —intuyó Choucho. —Y no quiero ser la última en enterarse. Sabes que estoy aquí para ti, ¿cierto?
Sarada primero negó. Luego de abrir el refrigerador en busca de comida, y regresar solo con un jugo, comenzó a hablar.
—La semana pasada, escuché a mi madre hablar con la tía Hinata. Hablaban de su próximo aniversario de bodas, de los planes que ha preparado el tío Naruto. Luego, ella le preguntó a mamá si alguna vez se había escapado con mi padre, ya sabes... tiempo de pareja. Ella solo contestó que las cosas entre ellos eran diferentes.

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Soradaddo
FanfictionHace mucho tiempo, vivió dentro de una jaula de oro. Bajo el cuidado de su dulce madre, su hermano mayor y él aprendieron los hábitos de su despiadado padre. Se sintió más cuervo que hombre. Se olvidó de cómo dar amor. Solitude, era el nombre de su...