2

36 3 0
                                    

Sus últimos recuerdo era la difícil conversación sobre la discusión entre madre e hija. Luego ese breve instante en el balcón, había sido reconfortante para él, pero dudaba que el momento se pudiera calificar como romántico para ella.

Y ahora, estaban en la habitación de Sakura, a oscuras. Había distinguido como ella había retirado el delantal, para después deslizar la bata que vestía hasta el suelo.

Era una visión por si sola. Lo hacia sentirse igual que cuando aún era un niñato.

El deseo que ahora mismo sentia era intenso, pero al mismo tiempo era puro. Diferente a las retorcidas emociones a las que dio rienda suelta bajo la mentoría de Itachi. Contrarias a las del ser promiscuo y despreciable que arruinó la vida universitaria de Sakura. Catorce años le tomó entender los reclamos de Naruto de aquella discusión que tuvieron en Ginebra.

—No has respondido mi pregunta —la voz sonó más ronca de lo que él hubiera deseado. —Si hubiera insistido más, ¿hubieras aceptado que nos casáramos?

—Todos los días me pregunto que hubiera pasado si alguna de nuestras decisiones hubieran cambiado... —confesó ella. —Si tú no me hubieras ignorado después de Tanabata... Si yo hubiera confesado a tu familia mi embarazo. Si tú me hubieras humillado sin piedad, o si yo me hubiera humillado voluntariamente...

La lencería que vestía era de encaje blanco. La mayor parte de los hombres creían que, el blanco solo se podía lucir bien por las novias, al estilo occidental, durante la noche de bodas. Desconocía si Sakura vestía conjuntos como este a diario. Jamás se había detenido a preguntarse esos detalles sobre la vida íntima de la madre de su hija.

—Da igual la respuesta —continúo explicando ella. —Nuestras acciones del pasado no podemos cambiarlas —la observó abrir el cajón de su buró, para sacar una voluminosa madeja color rojo. 

¿Eso era una cuerda de seda? ¿Por qué
Sakura tenía ese objeto?

—¿Es lo que creo que es? —cuestionó mientra ella lo empujaba sobre el colchón.

—Sé que prefieres la seda púrpura, pero sirve para prácticamente lo mismo. ¿Cómo llamaste al shibari en aquella ocasión?

Kinbaku —recordó él, como si se tratara de las memorias de una vida pasada.

—Esa es la pregunta más recurrente en mi mente. ¿No haz pensando en ello, Sasuke? ¿qué hubiera pasado si esa noche hubieras sido tú quien me atara a mi?

Por supuesto que nunca habia pensado en invertir los papeles esa noche. Quería darle el control total a ella, no tomar su voluntad sin más. —No quiero ni pensarlo —susurró él.

—¿Por qué? —El pelinegro mantuvo la mirada fija al suelo. —Tú eras el experto. —Ninguna palabra a modo de explicación salió de la boca del pelinegro. —Supongo que sin una apuesta de por medio jamás te hubieras fijado en mi.

—No sabes de lo que estás hablando.
—Sé apreciar la atención de quien me escucha en su mirada. Tus ojos normalmente están cargados de cautela, lástima y remordimiento. Alguna vez hubo admiración en ellos. Aunque, prefiero tu eterna apatía al extraño vacío después de nuestra noche en las termas.

—No confío en mí mismo —sentenció  Sasuke. —Maldición, la apuesta no hubiera existido si mi estúpido impulso por llamar la atención no me hubiera hecho alardear sobre conquistarte.

—¿No estás dispuesto a alardear una vez más? ¿Solo entre nosotros?

—No merezco intentarlo después de lo que he hecho.

—Bien, olvidémonos del amor. —Ella suspiró, frustrada por la mala recepción de sus palabras. —Sólo hazme recordar como se siente ser deseada. Solo por hoy.

SoradaddoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora