𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

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── PRÓLOGO ──

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── PRÓLOGO ──

Existen cambios que al igual que una tormenta lo destruyen todo 

Una persistente llovizna barría con implacable tristeza una de las ciudades costeras de Sudamérica

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Una persistente llovizna barría con implacable tristeza una de las ciudades costeras de Sudamérica. Durante casi quince años, la tempestad había sido una sombra constante en la vida de sus habitantes, quienes, acostumbrados a la tormenta diaria, se refugiaban en la aparente seguridad de sus hogares. Aferrados al calor de sus familias, esperaban, con un susurro de esperanza, que la lluvia finalmente cesara, como si cada gota arrastrara consigo un pedazo de su paz interior.

Sin embargo, en una de las viviendas más antiguas y aisladas de la ciudad, el eco de la tormenta se transformaba en una sinfonía de dolor y desesperanza. Allí, los gritos y maldiciones de un anciano rompían el murmullo de la lluvia. En sus manos temblorosas, sostenía un manojo de ramas de gran longitud, su mirada reflejaba una ira tan profunda como el océano, y su rostro, surcado por la edad, mostraba una decepción desgarradora.

En el suelo, arrodillada y atrapada en una tormenta personal, estaba Emma Sáenz, una joven de cabellos castaños y ojos esmeralda apagados. Su mirada, perdida en el suelo, apenas podía captar la furia desbordante de su abuelo, mientras recibía los golpes que descargaban su ira. Cada golpe parecía resonar en el eco de su propio sufrimiento, una herida abierta en el corazón de una niña que no comprendía completamente el odio que la envolvía.

─ ¡Casi quince años y aún no lo domina! ─ gritaba el anciano, su voz quebrada por la frustración y el desaliento. Intentaba golpear nuevamente a la joven, pero su furia fue interrumpida por una mujer adulta que, a pesar de su semejanza, no pudo protegerla ─ ¡Solo ha sido una inútil con suerte!

─ Ella lo dominará muy pronto papá, tenle paciencia ─ suplicaba la mujer, sus palabras llenas de una desesperación impotente mientras intentaba defender a su hija. Sin embargo, fue empujada a un lado, y Emma aún en el suelo, recibió otro azote, el dolor físico apenas superado por el emocional.

─ ¡Puede invocar la lluvia y nada más! ¡Pero no controla el viento ni el agua que invoca, ni hablar de los rayos! ─ se justificaba el anciano, su voz cargada de amargura, llevando una mano a su pecho como si el peso de su decepción lo aplastara, como si a él le doliera más dará aquellos golpes que la joven que los recibía ─ ¡Y la nombran clase especial! ¡Qué ridiculez!

Emma, con los puños apretados en un intento de contener su dolor y su furia, cerraba los ojos con fuerza. Su cuerpo temblaba bajo los golpes que su abuelo consideraba una forma de educación. En su mente, una mezcla de angustia y resignación se entrelazaba, una lucha constante entre el deseo de defenderse y la resignación a su destino.

─ ¡No se está esforzando para nada! ¡No ha comprendido aún la bendición que se le ha dado! ─ el anciano se volvía ahora hacia su hija, su voz cargada de una decepción desgarradora ─ ¡Te lo dije desde hace tiempo, Alessia! ¡Aquí no logrará desarrollar su potencial! ─ su tono era cruel, como si el amor entre madre e hija fuera un pecado imperdonable.

Con las palabras de su abuelo golpeando su espíritu, Emma levantó la cabeza del suelo. Sus ojos esmeralda, una vez brillantes, ahora reflejaban un profundo desamparo al encontrarse con la furia de los ojos de su abuelo. En ese momento, el mundo a su alrededor parecía desmoronarse.

─ No pienso ponerlo a discusión una vez más ─ la voz del anciano era dura, como el acero, cargada de una frialdad que cortaba el aire ─ Se irá a Japón, enfrentarse con maldiciones de mayor categoría la hará más fuerte... o la matará.

El rostro de Emma se llenó de un terror palpable, un miedo que se reflejaba en sus ojos llenos de lágrimas mientras extendía los brazos hacia su abuelo, su voz entrecortada por el temblor de sus labios. La idea de ser separada de su madre, de su hogar, y enfrentarse a un mundo desconocido y temido la aterraba profundamente. Podría haber sido nombrada hechicera de clase especial pero la sola perspectiva de enfrentarse a maldiciones más poderosas que las que conocía y asistir a una escuela de hechiceros en un país donde la energía maldita era predominante la llenaba de pánico.

Japón le aterraba. Asistir a una escuela de hechiceros le aterraba. Usar energía maldita le aterraba. Su abuelo le aterraba. En el oscuro refugio de su hogar, Emma se encontraba atrapada entre la tormenta exterior y una tormenta interior, una joven perdida en un mar de desolación y miedo, mientras la lluvia seguía cayendo, como si el cielo también llorara con ella.

 En el oscuro refugio de su hogar, Emma se encontraba atrapada entre la tormenta exterior y una tormenta interior, una joven perdida en un mar de desolación y miedo, mientras la lluvia seguía cayendo, como si el cielo también llorara con ella

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── PRÓXIMAMENTE──

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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