01. Las dos almas distintas

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La sala de práctica parecía silenciosa, mientras Jiyoon observaba los movimientos suaves y precisos de Jungeun al bailar. Sus ojos brillantes a medio día destacaban inconfundibles en el enorme espejo de la pared.

Jungeun paró, mirando a los ojos a la pequeña figura sentada en la esquina a través del espejo.

— ¿Aún sigues aquí? — dijo con escepticismo.

— ¡Sí! ¿Te molesto? — Jiyoon se puso de pie, sacudiendo su ropa sin despegar la vista de sus ojos.

— No, está bien... — Se encogió de hombros, su rostro se tensó.

— ¡Me encanta como bailas!

— Gracias, llevo años haciéndolo.

— Se nota. Yo empecé este año — Sonrió dulcemente, intentando retenerla de irse.

— Claro... También se nota — Colgó el bolso en su hombro, sin dirigirle la mirada.

Jiyoon ladeó la cabeza en confusión. Siguió con la mirada a Jungeun, quien abrió agresivamente la puerta de la sala.

El edificio estaba lleno de personas que tarareaban, marcaban los pasos de sus bailes o escuchaban música agitando la cabeza. Jungeun caminaba con su cabeza dando vueltas en el ensayo que acababa de tener y los millones de errores que había cometido bajo la mirada de Jiyoon.

Acababa de hacer, según ella, su peor ensayo en los últimos catorce años.

Su camino se acortaba rápidamente hacia la salida, frente a los carros que cruzaban sin cuidado a toda velocidad por las calles.

— ¡Jungeun! — Bajo la estresante sinfonía de las bocinas en el tránsito, una voz vibrante resonó en el aire.

— ¡Saebi! ¿Qué te trae por aquí? — Preguntó con voz débil.

— Trabajo al lado. ¿No lo recuerdas?

— ¿Trabajas?

— Es más como una actividad de servicio social - Sonrió.

— Ya veo... ¿Sales a esta hora?

— No realmente, te vi pasar en frente y salí a escondidas — Guiñó un ojo, su rostro casi en coqueteo.

— Te meterás en problemas.

— No te preocupes, ¡Me adoran!

Una mano fría se posó en el hombro de Jungeun, haciéndole sentir un escalofrío por la espalda.

— ¡Aun no te has ido! Creí que no podría despedirme — Jiyoon le sonreía con inocencia.

— Que suerte... — Su sonrisa se desvaneció lentamente frente a la castaña.

— ¿Me perdí de algo? — Saebi se inclinó para observar mejor a Jiyoon.

— No. Tengo que irme, disculpen — Cruzó la calle, dejando a dos chicas confundidas al otro lado de la acera.

La más joven de estas dos le dio una sonrisa incomoda, dejando el lugar para regresar a su horario laboral.

La última, que sujetaba una pequeña bolsa de regalo tras su espalda, dejó salir un suspiro de frustración.

Sus ojos empezaron a doler de pronto mientras trataba de reconocer su camino a casa.

El cielo se tiñó de anaranjado y luego se oscureció. El paso de nuestra joven admiradora incrementaba.

El pensamiento de llegar a casa la oprimía por cada tienda que pasaba, todas con nombres conocidos y hermosos regalos que alguna vez pensó en comprar.

Unísono De Dos • JuyoonzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora