Tensiones y amarguras

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En mi vida, jamás había detestado tanto a alguien. No era su forma de hablar o caminar, ni siquiera su apariencia importaba en esto: con solo saber que había afectado la manera de ver el mundo de alguien que me importaba, ella se convirtió en alguien que jamás recibiría una pizca de piedad de mi parte.

Verla ahí, caminando con esa sonrisa tan enorme, me llenaba de una rabia que no sabía cómo manejar. Sabía que no había destruido por completo la felicidad de Yul, pero lo había intentado. Y eso me bastaba para querer quitársela.

“Podrás pedir perdón, y tal vez la otra persona te lo conceda, pero las heridas profundas no sanan fácilmente.” Esas palabras de Yul resonaban en mi mente.

Pero ella ni siquiera se esforzó en disculparse. No había remordimiento en su rostro, ni una pizca de reflexión por el daño que había causado. No importaba lo que hiciera, siempre la lastimaba sin piedad. ¿Por qué alguien así merecería un trato generoso?

No podía mostrar debilidad frente a ella. Cuando miré a Yul, vi sus ojos llenos de lágrimas. Esa fue la gota que derramó el vaso.

—Déjalo —murmuró Yul, su voz temblando ligeramente—. Éramos niñas... ya pasó.

Su tono, aunque calmado, me sacudió. Me detuve en seco, su toque era lo único que me frenaba en ese momento. Aún temblaba por la rabia, pero su dolor silencioso me hizo retroceder.

La tensión se alivió, aunque solo un poco. Supongo que con eso me bastará, por ahora.

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Volviendo a la actualidad

Entré al colegio con Yul a mi lado, mientras el bullicio matutino de los estudiantes hablando sobre el fin de semana llenaba el aire. Me dirigí a mi casillero, sintiéndome un tanto distante, como si todo a mi alrededor estuviera desenfocado.

Al abrir el casillero, una nota que cayó al suelo llamó mi atención. La recogí, y al leer el mensaje, sentí cómo mi corazón se aceleraba:

«Debiste haberla pasado muy bien con ella, ¿no? Todavía estás sonriendo aunque lo intentes ocultar.»

El papel estaba manchado de una sustancia roja, la cual reconocí como sangre. Un escalofrío recorrió mi espalda. El hecho de que Ghosty estuviera tan consciente de mi estado de ánimo y tan claramente celoso me perturbó profundamente.

Sin fijarme a mi alrededor, centrado únicamente en ese trozo de papel, mi rostro se hundió en el pecho de Jinseong, el líder del club de basquetbolistas y uno de los chicos más populares en toda la secundaria.

—Lo siento… fue un accidente —dije.

Sin conformidad por mi respuesta, el de cabello claro, aún con los brazos cruzados frente a mí, preparó sus puños.

—¿Accidente? Oh, claro que sí…

Cuando vi que se aproximaba un golpe doloroso, como acto de supervivencia, cerré mis ojos, esperando el impacto.

—¡Ya dijo que es un accidente, Jinseong-sunbae!

Nada de qué sorprenderse, era la voz de Yul, quien en medio de nosotros, detuvo el ataque del chico popular.

Jinseong, por otro lado, cruzó frente a mí, dándome la espalda y sin tomarse el tiempo de mirarme. —No creas que no puedo golpearte. Tienes la suerte de que… yo jamás me rebajaría frente a una dama, menos tratándose de Son Yul.

My friend Ghosty Donde viven las historias. Descúbrelo ahora