Capítulo 46: Mascara De Emociones y De Falsedad

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MIA

Estaba sentada en el pequeño sillón de cuero negro de la oficina de Alessandro, con la mente completamente sumergida en los documentos que tenía delante. Eran papeles que debían parecer auténticos, transacciones financieras que ayudaban a mover dinero sin dejar rastro, un trabajo que requería atención a cada detalle, asegurándome de que nada levantara sospechas. Era un proceso minucioso, pero lo había hecho tantas veces que mis manos casi trabajaban solas mientras revisaba las cifras y balances.

Frente a mí, Alessandro estaba sentado detrás de su gran escritorio, con la vista fija en su laptop. Él también estaba ocupado, concentrado en los detalles de un cargamento que debía llegar al puerto esa noche. La seriedad en su expresión y la forma en que sus dedos se movían rápidos sobre el teclado me indicaban que todo estaba bajo control, como siempre. Me sentía cómoda con nuestro silencio compartido, una especie de compañerismo silencioso en el caos de nuestras responsabilidades.

A nuestros pies, en una manta suave, Nora estaba sentada, rodeada de sus juguetes. Mi pequeña se veía tan tierna con su vestidito rosado, tan inocente y ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Verla así, jugando tranquilamente, siempre me llenaba de una paz indescriptible, como si su mera presencia pudiera contrarrestar la oscuridad que nos rodeaba.

De repente, vi por el rabillo del ojo cómo Nora comenzaba a gatear lentamente hacia el escritorio de Alessandro. Sonreí para mí misma, sin dejar de lado los documentos, pero observando con curiosidad cómo avanzaba con determinación. Sus pequeños movimientos eran algo torpes, pero llenos de esa fuerza que siempre me maravillaba en los bebés. Llegó hasta los pies de Alessandro y, con un esfuerzo adorable, se sostuvo de la tela de su pantalón para ponerse de pie.

               Papá... papá comenzó a balbucear, su vocecita resonando en el aire. Era la única palabra que había logrado pronunciar con claridad hasta ahora, y me llenaba de ternura cada vez que la escuchaba decirla.

Alessandro bajó la vista hacia Nora, manteniendo esa expresión seria y estoica que era tan característica de él. Sin embargo, pude notar el leve brillo en sus ojos, esa pequeña chispa de emoción que siempre se encendía cuando miraba a nuestra hija. Aun así, no dijo nada, simplemente la observó en silencio.

Nora, por su parte, siguió sosteniéndose de su pantalón, tratando de mantener el equilibrio. Justo cuando parecía que iba a caerse hacia atrás, Alessandro reaccionó rápidamente, la sujetó con una mano y evitó que se cayera. Luego, con una naturalidad sorprendente, la levantó y la sentó en su regazo, como si fuera algo que hacía todos los días. Mientras seguía trabajando en la laptop con una mano, mantenía a nuestra pequeña segura con la otra.

Sonreí, dejando por un momento los documentos a un lado. La escena que tenía delante de mí era tan tierna y contrastaba tanto con el mundo en el que vivíamos que me costaba no derretirme ante ella. Nora, sin preocuparse por nada más, comenzó a hacer ruiditos con su boca, un sonido suave y dulce que llenaba la habitación. Con sus pequeñas manitas, agarró la corbata de su padre y, como si fuera lo más normal del mundo, la llevó a su boca, comenzando a lamerla y chuparla con curiosidad.

No pude evitar reír suavemente al ver la expresión de Alessandro, que, aunque no cambió mucho, tenía ese brillo oculto detrás de sus ojos que delataba lo que sentía por nuestra hija. Era una imagen tan opuesta a su rol de jefe, de hombre duro e impenetrable, que me hacía sentir afortunada de poder ver esta faceta de él, la faceta de un padre que amaba a su hija.

               Es un buen padre, ¿sabes? comenté en voz baja, pero lo suficientemente clara para que me escuchara. Mis palabras estaban llenas de cariño, no solo por Nora, sino por él también. Se nota que ella te adora.

La Sombra Del AnilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora