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Felix y Hyunjin caminaban juntos por el parque, bajo un cielo despejado. Mientras avanzaban, la voz de Hyunjin resonaba a su lado, contando alguna historia que Felix no alcanzaba a escuchar del todo. En lugar de prestar atención, Felix se quedó mirándolo, como tantas veces lo había hecho en silencio, admirando cada detalle de su rostro.

Felix y Hyunjin habían sido amigos desde los 12 años. Ahora, con 15 y 16 respectivamente, Felix guardaba un secreto que lo acompañaba desde el principio, estaba enamorado de Hyunjin. Todos esos años, Hyunjin le había parecido todo lo que alguien podría desear. Era gracioso, siempre sabía cómo sacarle una sonrisa; inteligente, capaz de resolver cualquier problema; y amable, con una calidez que hacía que cualquiera se sintiera cómodo a su lado. Y, por supuesto, Hyunjin era guapo, tan guapo que a veces Felix se quedaba sin palabras solo al verlo.

Pero, por más que lo deseara, Felix nunca se había atrevido a confesar sus sentimientos. El miedo lo paralizaba. ¿Qué pasaría si Hyunjin no sentía lo mismo? ¿Si, al saberlo, las cosas entre ellos cambiaran y dejaran de ser amigos? Esa posibilidad lo aterraba más que cualquier otra cosa, así que, con el tiempo, había aprendido a callar su corazón y seguir siendo el amigo que Hyunjin siempre conoció, aunque por dentro deseara algo más.

Hyunjin se detuvo un momento y miró a Felix con curiosidad.

—¿Todo está bien? —preguntó, inclinando la cabeza, con esa sonrisa que siempre lograba hacer que Felix olvidara sus preocupaciones.

Felix, sorprendido por la pregunta, simplemente asintió con la cabeza, dejando atrás el torbellino de pensamientos que lo invadían. No quería que Hyunjin supiera lo que realmente estaba sintiendo, así que forzó una sonrisa y siguió caminando junto a él.

La brisa fría del atardecer los envolvía, y Felix comenzaba a sentir cómo el frío se le colaba por cada rincón. Se abrazaba a sí mismo, intentando no temblar, pero Hyunjin lo notó enseguida. Sin decir nada, se quitó su abrigo y se lo tendió.

—Póntelo, te estás congelando —dijo con una sonrisa suave.

Felix sacudió la cabeza rápidamente, tratando de rechazar el gesto amable.

—No, estoy bien. No hace tanto frío —mintió, aunque su cuerpo temblaba ligeramente.

Hyunjin no lo escuchó. Con una determinación silenciosa, se acercó y, sin darle opción a negarse, colocó el abrigo sobre los hombros de Felix. Luego, le acarició la cabeza de manera afectuosa.

—Si no te lo pones, te vas a resfriar —dijo en tono de broma, pero con un dejo de preocupación en su voz.

Felix sintió cómo el calor no solo venía del abrigo, sino del toque de Hyunjin. Se sonrojó al instante, el corazón le latía rápido, y lo único que pudo hacer fue asentir en silencio, demasiado avergonzado como para decir algo más.

Siguieron caminando, pero ahora el frío parecía más soportable... o tal vez era el calor que Felix sentía dentro de sí cada vez que Hyunjin estaba cerca.

A la mañana siguiente, Felix se levantó y lo primero que vio fue el abrigo de Hyunjin sobre su cama. Lo había dejado ahí después de la caminata del día anterior, y aún conservaba su aroma. Sin pensarlo, lo abrazó contra su pecho, cerrando los ojos mientras inhalaba el suave y familiar olor que le recordaba a Hyunjin. Era una mezcla de su colonia y algo más indescriptible, algo que solo pertenecía a él.

Desde ese día, Felix empezó a usar el abrigo constantemente. No solo le daba calor en las frías mañanas, sino que también le hacía sentir que tenía a Hyunjin cerca, como una especie de consuelo silencioso. Se lo ponía incluso cuando no hacía tanto frío, y cada vez que Hyunjin lo veía con su abrigo, no podía evitar sonreír.

HeatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora