Capítulo 5: Formula

0 0 0
                                    

Amelia

Me encontraba sobreviviendo la primera semana y pensé que ese día, sería uno de esos donde todo parece un poco más claro y menos pesado. Estaba en el jardín de la escuela, uno de los pocos lugares donde podía sentirme en paz frente al pequeño lago, rodeado de árboles altos y frondosos que reflejaba el cielo azul claro, y la suave brisa que traía consigo el aroma de la hierba fresca. Había encontrado una banca solitaria cerca del agua, donde me senté a disfrutar de la vista. Saqué mis audífonos y disfruté de la música que sonaba en mis oídos, una melodía suave que me ayudaba a desconectar del caos de la escuela y del mundo.

Tenía una pequeña bolsa con pedacitos de manzana en las manos y me entretenía comiendo lentamente, disfrutando de cada bocado como si fuera un pequeño momento de placer. En esos instantes, podía olvidar la tensión, los problemas, todo lo que pesaba en mis hombros. Pero, como siempre, la tranquilidad no duró mucho.

Vi a James acercarse desde el otro lado del jardín. Su andar arrogante y la forma en que su mirada escudriñaba el entorno me hicieron rodar los ojos incluso antes de que llegara. Sabía que no venía a disfrutar del paisaje. No, él nunca se detenía a apreciar nada; todo era un juego para él, un tablero donde solo importaba ganar.

James se detuvo frente a mí, su sombra proyectándose sobre mí como un presagio oscuro. Sus ojos, tan fríos como el acero, parecían medir cada uno de mis movimientos, buscando cualquier signo de debilidad. Pero no iba a encontrarlo.

—Tenemos que hablar —dijo, su voz grave y autoritaria, como si ya hubiera decidido que su palabra era ley.

Lo miré con la misma indiferencia que había adoptado desde que nos conocimos. Él era el príncipe, sí, el hijo de alguien importante, con un título que hacía temblar a muchos, pero para mí no era más que otro chico prepotente y arrogante, acostumbrado a que todos se arrodillaran ante él.

—¿Ah, sí? —respondí con desdén, dejando caer un pedazo de manzana al suelo sin siquiera mirarlo—. ¿Y qué podría ser tan importante?

James se cruzó de brazos, y su expresión se endureció, como si no estuviera acostumbrado a que lo desafiaran tan abiertamente.

—Podríamos dejar todo esto atrás si fueras lo suficientemente inteligente como para disculparte primero.

Sus palabras estaban cargadas de frialdad, una frialdad que pretendía imponerse como una autoridad indiscutible, pero lo único que lograron fue arrancarme una risa sarcástica.

—¿Disculparme? —me burlé, levantándome de la banca para enfrentarlo directamente, dejando que la distancia entre nosotros se desvaneciera en un pulso de tensiones—. Tú deberías dejar de ser un imbécil. Si alguien tiene que disculparse aquí, ese eres tú, príncipe.

Su rostro se tensó, y por un momento pensé que iba a perder la compostura, que su fachada de control se rompería. Pero en lugar de eso, su tono se volvió más venenoso, más cortante, como si cada palabra fuera un dardo envenenado.

—Bueno, si así es como quieres jugar —dijo, su voz baja pero cargada de un desprecio que me hervía la sangre—, te daré un consejo: no te molestes en intentar competir con alguien como yo. La gente como tú nunca gana en este juego.

Sus palabras eran como cuchillas, cada una buscando abrirse paso en mi interior, pero no iba a dejar que lo lograra. Mantuve mi postura desafiante, acercándome lo suficiente como para que nuestras miradas se encontraran a la misma altura, sintiendo su aliento, casi en mi rostro.

—No estoy jugando ningún juego, James —espeté, con una furia contenida que burbujeaba bajo la superficie, amenazando con estallar—. Pero si lo estuviera, te aseguro que no saldrías tan ileso como crees.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 12 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sinfonía Real: Un Amor En La Nota CorrectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora