Capítulo 4: Forever

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Amelia

El timbre sonó, marcando el inicio de las clases. Me despedí de Jenna con un abrazo sintiendo un poco de nerviosismo mezclado con la emoción que siempre traía el primer día. Estaba decidida a enfrentar lo que viniera. Mientras caminaba hacia mi aula, sentí un leve gruñido en mi estómago. No había terminado mi desayuno y, a pesar de que intenté ignorarlo, el hambre no se iba.

Miré el reloj y me di cuenta de que aún tenía unos minutos antes de que la clase comenzara oficialmente. Decidí ir rápidamente a la máquina dispensadora dispuesta a comprar un café y algo ligero que pudiera llevarme al aula. Apresuré el paso, tratando de no perder tiempo mientras mi estómago seguía protestando.

Pedí mi café rápido y unas galletas, y me quedé esperando impacientemente a que la máquina lo sirviera. El tiempo parecía pasar más rápido de lo que quería, y cada vez que miraba el reloj, sentía cómo la presión crecía. Finalmente tomé mis cosas y caminé pasando una rápida mirada a mi alrededor apresurando el paso.

Mientras caminaba rápido, intentaba no derramar el café caliente. Al girar una esquina, concentrada más en no quemarme que en lo que había delante, sentí un fuerte impacto contra mi cuerpo, seguido de un doloroso derrame de café caliente por toda mi blusa. Parpadeé sorprendida, mirando la escena antes de levantar la vista y encontrarme con El príncipe heredero, James Benedict Windsor.

No había escuchado que se había transferido a nuestra escuela, pero allí estaba, usando el mismo uniforme que todos los demás. Por un segundo, me quedé paralizada, sin saber cómo reaccionar, pero el dolor del café caliente empapando mi ropa rápidamente trajo mi mente de vuelta a la realidad.

James me miraba con una expresión de absoluto desprecio, como si yo fuera poco más que una molestia en su día. —¿Qué mierda te pasa? —espetó, su tono gélido. El príncipe ni siquiera intentó disimular su desagrado.

—Disculpa pero no te vi... —comencé a decir, mi instinto de disculparme saliendo a la luz, pero su actitud me hizo tragarme el resto de las palabras.

—Claro que no me viste, parece que ni siquiera puedes manejar algo tan simple como caminar bien—respondió James, cruzando los brazos sobre el pecho y mirándome como si fuera la persona más incompetente del mundo.

La arrogancia en su voz me hizo hervir la sangre. —Fue un accidente, no tienes que ser un patán —le espeté, sintiendo cómo mi enojo comenzaba a desplazarse por mi cuerpo, sustituyendo cualquier vergüenza que podría haber sentido.

James soltó una risa seca, llena de sarcasmo. —¿Patán? Parece que no tienes ni la menor idea de con quién estás hablando, ¿verdad?

—Claro que sé con quien estoy hablando —respondí, sin achicarme—. Eres solo un niñato mimado que piensa que tu título te da derecho a tratar a todos como si fueran menos que tú. Pero déjame decirte algo: fuera de tu palacio, no eres nada especial.

Sus ojos se estrecharon al escuchar mis palabras, y por un momento, pensé que me había pasado de la raya. Pero en lugar de retroceder, James dio un paso más hacia mí, invadiendo mi espacio personal con una presencia imponente que intentaba hacerme sentir pequeña.

—No es que crea que son menos que yo, es que lo son —dijo, con una calma peligrosa en su voz—. Así que, si tuvieras algo de sentido común, te disculparías ahora mismo y te largarías antes de que decida ponerte en tu lugar.

La rabia me atravesó como un rayo. ¿Cómo podía alguien ser tan arrogante, tan absolutamente lleno de sí mismo? Sentí cómo mi corazón latía con fuerza, impulsado por la adrenalina y el enojo.

—¿Disculparme? —repetí, sin creer lo que estaba oyendo—. Fuiste tú quien chocó conmigo. Deberías disculparte tú. Pero claro, ¿cómo podría el gran príncipe James admitir que cometió un error? Eso arruinaría tu perfecto y egocéntrico mundo, ¿verdad?

Sinfonía Real: Un Amor En La Nota CorrectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora