corazon silencioso

7: Calma

Conforme pasaron los meses, Hisaku comenzó a buscar formas de manejar la creciente presión de sus responsabilidades y el peso de su poder oculto. A pesar de su naturaleza calmada y controlada, el estrés de ser parte de ANBU, el entrenamiento constante y la tensión de mantener su secreto solo compartido con Tsunade y Sai, empezó a afectarlo.

En un intento por encontrar alivio, Hisaku adoptó un hábito que le había visto a algunos compañeros de ANBU: fumar. Al principio, lo hizo de manera ocasional, un cigarrillo después de una misión particularmente intensa o al final de un largo día de entrenamiento. Sin embargo, con el tiempo, fumar se convirtió en una rutina, algo que hacía no solo para relajarse, sino también para concentrarse.

El humo del cigarro le proporcionaba un momento de silencio, una pausa entre el caos de su vida diaria. Mientras observaba las volutas de humo desaparecer en el aire, podía ordenar sus pensamientos y controlar mejor el rugido del poder que llevaba dentro.

Aunque no era un hábito que exhibiera abiertamente, quienes lo conocían bien, como Sai, comenzaron a notar el cambio. Sin embargo, en su habitual seriedad, Hisaku nunca mencionó por qué lo hacía, manteniendo esa parte de su vida tan reservada como todo lo demás.

Cuando entrenaba con Neji o Hinata, jamás fumaba en su presencia. Pero en los momentos en que estaba solo, ya fuera en las sombras de los tejados de Konoha o en la soledad de su habitación, el cigarrillo se había convertido en su compañero silencioso, ayudándole a mantener la compostura mientras enfrentaba los desafíos cada vez mayores de su vida como shinobi.

El nuevo título de capitán ANBU y el reconocimiento como el mejor de su generación pesaban sobre los hombros de Hisaku más de lo que había anticipado. Aunque su naturaleza seria y reservada lo hacía parecer imperturbable ante los demás, por dentro, la presión comenzó a acumularse. Ser capitán significaba más responsabilidades, no solo para sus compañeros, sino para el bienestar de la aldea en general. Cada decisión que tomaba podía tener consecuencias graves, y el peso de esa realidad no lo dejaba en paz.

Las expectativas de quienes lo rodeaban crecían día a día. La confianza que Tsunade había depositado en él, las miradas de respeto de sus compañeros, y el conocimiento de que ahora era visto como un modelo a seguir en ANBU lo llenaban de orgullo, pero también de un estrés constante. Hisaku tenía que ser perfecto, y cualquier error podría manchar todo lo que había logrado.

Durante las misiones, mantenía la calma. Su liderazgo era impecable, sus decisiones precisas, y su equipo confiaba plenamente en él. Pero en los momentos de soledad, cuando ya no había ojos sobre él, el agotamiento emocional y mental comenzaba a pasar factura.

El hábito de fumar, que inicialmente lo había ayudado a relajarse, se hizo más frecuente. En las noches, después de largas jornadas o misiones complicadas, se encontraba solo en lo alto de los tejados de Konoha, observando las luces de la aldea mientras el humo del cigarrillo se disipaba en el aire frío. Allí, en ese momento de silencio, era cuando sentía el verdadero peso de ser el mejor, de ser el capitán ANBU.

Sabía que no podía permitirse mostrar signos de debilidad. Ni ante Tsunade, ni ante Sai, ni siquiera ante Hinata, con quien se había vuelto más cercano. El poder dentro de él, el caos que lo acechaba constantemente, seguía siendo su mayor secreto, algo que solo Tsunade y Sai comprendían completamente. Pero conforme la presión aumentaba, también lo hacía el desafío de mantener todo bajo control.

La misión con Sai había comenzado como cualquier otra, pero conforme avanzaban, Hisaku podía sentir que algo no estaba bien dentro de él. Habían sido semanas intensas: entre las responsabilidades de su nuevo puesto como capitán ANBU y el constante manejo de su poder, sentía que sus nervios estaban al borde de romperse. Aun así, mantenía una fachada imperturbable. Sai, siempre atento pero reservado, no hizo comentarios, aunque seguramente notaba la tensión en el aire.