Annie.

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- Cuando lo hagas, cierra sus ojos.

David dudó un poco y preguntó la razón, a lo que Tudor respondió:

- Hay que hacerlo, vivirá en carne propia lo que le harás, y sus ojos no están listos para contemplar lo que sigue después.

Hubo un silencio de unos cinco segundos:

- ¿Qué sigue?

- Para ella, el otro lado, para ti no existe eso. Normalmente diría que tuvieras cuidado al mirar en los ojos de alguien muerto, podrías ver tu propia vida y muerte pasar, pero para ti... no hay más de eso.

Ambos se miraron fijamente, como si se hubiesen puesto de acuerdo en hacer algo y que cada uno sabía su rol en el plan.

- Oye, antes de que te marches, no me has dicho realmente quién eres.

Tudor se dio la vuelta y dijo:

- Otro viajero...

Tudor se acercó a David y sin quererlo, pudo escudriñar en él con tan solo mirar sus ojos; viendo en él escenas que lo dejaron muy confundido.

David notó el semblante de Tudor diferente, lo vio un poco vulnerable.

Tudor lo miró con cautela y dijo:

- ¿Conociste a alguien que poseía ojos escarlata?

David abrió sus ojos de sorpresa y afirmó.

- Lo conocí, había escuchado mucho de él y me dio curiosidad conocer su historia, pero...

David se quedó callado unos segundos y con tono decepcionante dijo:

- Él juraba buscar amor, pero realmente en el fondo temía a la soledad.

Tudor no dijo nada, pero pensó en la ironía del destino de alguien que conocía muy bien.

Sonrió ligeramente e inmediatamente un rayo cayó sobre él, desapareciendo.

David no se movió ni un centímetro.

- Estos quieren presumir...

Nuevamente el olfato de David se puso en alerta, pues podía oler aquel perfume que lo atraía tanto.

Cada vez que aquel aroma invadía su olfato, era como si él pudiera ver a su próxima víctima en pequeños destellos que llegaban a sus ojos cerrados.

Caminó David en busca de la persona de aquel aroma que invadía sus sentidos.

A lo lejos se podía leer "Cydonia 30 km" "Acidalia 45 km"

Annie se encontraba manejando rumbo a la ciudad.
El invierno comenzaba a ser crudo, los meteorólogos habían pronosticado una temporada de frío salvaje.

Dentro del auto, se oía la canción "Je ne regrette rien", mientras Annie cantaba el coro conforme más se acercaba hacia donde estaba David.

El teléfono de Annie comenzó a sonar, a lo que ella respondió.

- Hola Milán, ¿cómo estás?

- Preocupado, pero estoy bien, ¿ya estás por llegar?

- Me falta menos, pasaré primero a Acidalia y después a Cydonia.

Milán siguió hablando con ella; Annie seguía manejando con tranquilidad, sin embargo, su serenidad fue interrumpida al ver a lo lejos a un hombre enmedio de la carretera.

Ella bajó la velocidad y logró notar que aquel desconocido tenía una gran herida en el abdomen.

- Dios mío Milán, hay un hombre enmedio de la carretera que se encuentra herido.

- ¿En serio? Ten mucho cuidado.

Annie no colgó la llamada, ni Milán.

Ella detuvo el auto al lado de aquel sujeto y bajó la ventana del lado del copiloto, justo donde estaba el desconocido.

- Gracias por detenerse, señorita.

Annie no paró de mirar la herida que él tenía en su abdomen.

- ¿Cómo se encuentra? ¿Quiere que lo lleve al hospital?

Annie siempre ha tenido un corazón noble, preocupándose siempre por los demás, sin darse cuenta que descuidaba mucho su integridad.

Aquel sujeto la miró fijamente y con mucha tranquilidad simplemente dijo:

- ¿Hospital? No, señorita, estoy bien, solamente estoy hambriento...

Annie estaba confundida.

De la nada sintió eso; ¿alguna vez has tenido esa sensación de querer correr?

Sientes que estás en peligro y tu instinto te dice que debes huir.

Pues eso sintió Annie.

Ella sintió la mirada de aquel hombre, y el miedo comenzó a inundarla. Rápidamente aceleró para huir de él, pero el auto no avanzaba, algo lo detenía. Trató de acelerar mientras sus lágrimas comenzaban a derramarse sobre sus mejillas.

Annie decidió dejar de acelerar para poder huir corriendo.

Corrió lo más rápido que pudo, pero rápidamente aquel extraño estaba frente suyo. Él puso su mano sobre su cuello y dijo:

- Amo ese perfume que traes en ti, y ese aroma extra que emana de ti... me vuelve loco tu miedo.

David pasó su lengua sobre el cuello de ella, saboreando su piel primero.

Él la arrojó con fuerza hacia el auto, haciendo que ella quedara casi inconsciente.

David caminó lentamente hacia ella, para tomarla nuevamente y darle una mordida en su cuello, masticando de extasiado el pedazo de carne que había arrancado de ella.

Saboreaba la sangre que escurría sobre él, mezclando sabores con la carne de Annie.

La miró a los ojos, pero ya estaban cerrados.

- Bueno, cumplí con eso.

David besó suavemente a Annie, para así poder absorber su alma.

Lanzó el cuerpo al asfalto, y observó que el auto estaba manchado de sangre.

- Por eso odio los autos blancos.

David observó el cuerpo de Annie, posteriormente se sentó sobre el asfalto al lado de ella, acariciando su cabello.

- Tranquila, no estarás sola, tu alma estará sobre un hermoso lienzo, y miles de personas admirarán tu belleza.

Nuevamente se puso de pie y antes de marcharse, dijo:

- Tu alma es dulce, me encantó, te atesoraré, de eso puedes entrar tranquila, Annie.

David observó a sus alrededores sin saber en dónde estaba.

- Bueno, sea donde sea que esté, es hora de irme.

El Asesino del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora