Capitulo 2: el destino de Elara

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El sol se alzaba lentamente sobre el horizonte, bañando el reino de Aradia en una cálida luz dorada. Las primeras luces del día se filtraban a través de las ventanas de la pequeña casa de Elara, iluminando la habitación con un resplandor suave. Elara se despertó antes de que la campana del amanecer repicara, como solía hacerlo todos los días. A pesar de lo temprano, estaba acostumbrada a la rutina y a las pequeñas tareas que marcaban su vida.

En la cocina, el aroma del pastel recién horneado llenaba el aire. Elara se movía con agilidad mientras preparaba el desayuno. Con manos expertas, batía los huevos y preparaba el pan. Su madre, Mireya, aún estaba en la cama, recuperándose de la larga jornada de trabajo del día anterior. Aunque Elara sabía que Mireya necesitaba descansar, no podía evitar tomar la iniciativa y asegurarse de que todo estuviera listo para el día.

Elara: “Un poco más de azúcar para darle un toque especial.” murmuró, añadiendo un poco de azúcar al pan antes de colocarlo en la tostadora. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y concentración mientras trabajaba en la cocina.

Al terminar de preparar el desayuno, Elara miró a su alrededor con satisfacción. La casa estaba decorada con cariño, y cada rincón reflejaba el esfuerzo que ella y su madre habían puesto en su hogar. Las paredes estaban adornadas con cuadros pintados a mano y fotografías enmarcadas que contaban historias de días felices y recuerdos preciados.

Cuando Mireya bajó al comedor, el aroma del desayuno ya la había despertado. La mujer entró con una sonrisa cansada pero agradecida.

Mireya: “Buenos días, querida. ¿Has hecho todo esto sola?” Su voz era suave, y sus ojos estaban llenos de cariño.

Elara: “Sí, madre. Pensé que te vendría bien descansar un poco más hoy. No quiero que te sobrecargues.” Elara le sirvió una taza de té y un plato con pan recién horneado.

Mireya se sentó a la mesa, observando a su hija con una mezcla de orgullo y preocupación.

Mireya: “Eres un ángel, Elara. Siempre piensas en los demás antes que en ti misma. Me alegra ver que estás tan contenta.”

Elara: “Solo hago lo que cualquier hija haría por su madre.” Elara sonrió mientras se sentaba frente a su madre. “Además, hoy tengo planes para ir al lago con Lena. Me vendría bien un descanso.”

Después de desayunar, Elara se preparó para el día. Se vistió con un vestido sencillo pero elegante, que le permitía moverse con libertad. Con un lazo en el cabello y una ligera capa de polvos de flor en sus mejillas, salió de la casa y se dirigió hacia el mercado. A medida que caminaba por las calles de Aradia, el bullicio del mercado matutino la envolvía. Los comerciantes llamaban a los transeúntes, ofreciendo frutas, verduras, y otros productos frescos. Elara se detuvo en varios puestos, intercambiando sonrisas y saludos amistosos con los vecinos.

En el mercado, Elara se encontró con Lena, quien la esperaba cerca del puesto de flores.

Lena: “¡Elara! ¡Qué bien que llegaste a tiempo! ¿Estás lista para nuestro paseo al lago?”

Elara: “¡Claro! He estado esperando esto todo el día. Solo necesito recoger un par de cosas más y estaré lista.” Elara se dirigió al puesto de flores y comenzó a elegir un ramo de flores frescas para llevar con ella.

Lena: “Siempre te esfuerzas tanto en todo lo que haces. ¿No te cansas de ser siempre la que organiza todo?” Lena la observaba con una mezcla de admiración y diversión.

Elara: “Es solo una costumbre. Me gusta que las cosas salgan bien, y si eso significa que soy la que se encarga de todo, entonces está bien.” Elara colocó el ramo de flores en su cesta y se volvió hacia Lena con una sonrisa.

Sombras De Aradia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora