◇ ; segunda parte

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YoonGi tenía dibujado en el rostro una sonrisa totalmente campante. Era inevitable, todo lo planeado estaba funcionando de maravilla.

No temía a las reacciones que el mayor pudiese tener, él realmente haría hasta lo imposible por tenerlo como tantas veces imaginó, en medio de sus sueños más húmedos y calientes.

El anhelado sábado había llegado y sus padres no estaban en casa porque siempre salían a visitar a sus abuelos. Esta vez se negó a ir, excusándose con que tenía demasiadas tareas que cumplir y no podía fallar en ninguna de ellas. Le creyeron absolutamente, y cuando se despidieron para dejarlo hasta aproximadamente el día siguiente, el pelinegro salió de su cama con rapidez.

Disfrutó de una ducha calmada, para luego aplicar lociones y cremas perfumadas en cada parte de su tersa piel. Se vistió con una camisa holgada, apenas lo suficientemente grande para tapar más allá de sus glúteos. No llevaba pantalón, el bóxer sería la mejor elección para él y la demostración de sus apetitosas y suaves piernas.

Merodeaba por toda la habitación, gustoso con cada parte de su cuerpo, para esta vez quedarse en el espejo de su pequeño tocador. Aplicó un poco de delineador en sus pequeños ojos y brillo labial a sus finos labios.

Vio su reflejo y sonrió una vez más, alborotando sutilmente su cabello y creando una imagen segura de que Park JiMin no se resistiría ante él.

Tiró los tontos cuadernos y libros en su espaciosa cama y rodó los ojos. Al parecer el pálido había olvidado todas las veces en que JeongGuk había hablado escandalosamente sobre las
excelentes notas que él obtuvo en todos los cursos, sin excepción alguna.

— Tan despistado como siempre, hyung... — murmuró bajito, negando con la cabeza y recordando el rostro del chico por el cual estaba enamorado desde hace muchos años atrás.

YoonGi conoció a JiMin un año después de ingresar a la preparatoria, justamente cuando se convirtió en el mejor amigo de JeongGuk y este los había presentado a ambos en el receso.

En aquel entonces, era apenas un chiquillo de 13 que cayó embobado por él. Y con el tiempo, solo fue aumentando el sentimiento al igual que nuevas sensaciones. No podía negarlo, su cuerpo iba cambiando al igual que sus necesidades y pensamientos.

Ahora tenía 18 y ya estaba harto de seguir callando todo lo que tenía guardado por el chico de abdominales marcados y fornidas piernas. Esta vez expresaría todo, pero de una manera
un poco diferente a lo tradicional. Él iría seguro y directo, sin titubeos o arrepentimientos.

Su chico ya estaba por terminar e irse a la universidad al año entrante y tenía que dejar en claro que no había oportunidad para nadie con JiMin porque él iba a ser su único y bonito novio.

El timbre de su casa sonó un par de veces, sacándolo de su ensoñación. Sonrió levemente mientras daba un vistazo por la ventana de su habitación y confirmó emocionadamente que era JiMin quien lo esperaba afuera.

Se dio una última revisión en el espejo de cuerpo completo que estaba pegado detrás de su puerta y luciendo orgulloso de su físico, corrió escaleras abajo hacia el pequeño pasillo principal. Cubrió sus manos con las grandes mangas de su polera y abrió la puerta.

Ahí estaba el rubio, con el cabello algo mojado y desordenado, con la frente expuesta.

YoonGi evitó morder su labio inferior al notar como aquel polo negro deportivo se apegaba deliciosamente a sus pectorales y sus firmes hombros. Su chico empezaba a ganar masa muscular cada día un poco más.

— Hola, hyung — le sonrió, abrazándolo sorpresivamente. —, pensé que ya no vendrías.

— Ah, yo... uh — hablar se le hizo dificultoso al notar cómo vestía el menor. —, l-lamento la tardanza.

YoonGi se sintió extasiado al sentir como la áspera voz de JiMin acariciaba tersamente su oreja, aliento fresco que le erizaba y calentaba la piel.

— No te preocupes, JiMinie-hyung. — se separó de él, invitándolo a pasar.

— Tuve una corta práctica en la preparatoria y me bañé lo más rápido posible. Ya sabes, no sería agradable llegar aquí con todo el cuerpo sudoroso.

Intentó bromear, pero la mención de esa frase hizo que el pelinegro encendiera su imaginación. Escenas pecaminosas rondando por su mente.

— ¿Quieres tomar algo? —"como yo, por ejemplo".

— Uh, un poco de agua mineral estaría bien, por favor. — el rubio dejó su mochila en uno de los sillones y acompañó al menor hacia la cocina.

— Mis padres no están en casa porque fueron de visita. — fue su turno de hablar. — Me la pasé arreglando algunas cosas y si no te molesta, podemos estudiar en mi recámara.

JiMin chasqueó la lengua. — Quería saludar a la señora Min, pero bueno, solo me queda mandar mis saludos con Kook. — el pelinegro rió y le extendió el vaso de cristal. — Gracias, Yoon-ah. Y claro, no tengo ningún problema con ello. — bebió casi de un solo trago, su pronunciada nuez de adán se movía ligeramente, el menor no se perdió de tan encantadora vista.

— Sí que tenías sed, Minie. — comentó entre sonrisas, dejando nuevamente el vaso entre sus manos para luego dejarlo en el lavadero. — Vamos ya, hyung — pasó muy cerca suyo, rozando ambos hombros con delicadeza. Ladeó su cabeza, JiMin tan solo admiró su etéreo perfil. —, sígueme.

El rubio relamió sus labios. No sabía cómo o por qué, pero sintió un aura verdaderamente denso y sofocante, quizás era el clima, eso quería creer.

YoonGi caminó adelante, empezando a subir los escalones con un compás en sus caderas verdaderamente provocador. JiMin se sintió mal por quedarse viendo tremenda imagen del pequeño pero firme y pomposo trasero que, muy en el fondo de sus pensamientos, ahora deseaba tocar.

Las tácticas del pelinegro ya se estaban dando a conocer con sus acciones y sonreía ladinamente al sentir la pesada mirada detrás de suyo. JiMin acariciaba sus mejillas interiores con la lengua, intentando distraerse y no quedar como un estúpido y asqueroso aprovechado. No, claro que no.

Era la casa del mejor amigo de su hermano y este podía vestir como se le diera la gana. Él no podía ponerse a pensar en cosas subidas de tono que involucraran a YoonGi cuando ya tiene novia.

— Es aquí. — murmuró, girando la perilla y dejando que el mayor entrara primero.

JiMin admiró los tonos cálidos de la habitación y la forma tan sutil y dulce que le daba el toque de pertenencia al tierno pelirosa. Todo estaba correctamente ordenado y un aroma agradable a lavanda se sintió en el aire.

— Todo es muy bonito — lo pensó mil veces pero al final lo admitió: — como tú.

El comentario sorprendió levemente a YoonGi, quien le mostró una preciosa sonrisa gomosa a cambio. —Gracias, hyung. — nuevamente se acercó, escasos centímetros de distancia. —Tú también eres muy guapo, tu rostro es muy lindo. — sus traviesas manos se deslizaron por los antebrazos contrarios.— Me gustas mucho. — le susurró, su voz siendo melosa y sutilmente rasposa. Incitándolo.

— Yoon-nie... — cerró sus ojos por unos instantes, dejando que la pequeña nariz acariciara suavemente la sensible piel de su cuello.

El pelinegro relamió sus labios y unos chasquidos empezaron a sonar. JiMin dejó que esa boca lo recorriera lentamente y sus manos bajaron hacia esas perfectas nalgas, amasándolas para luego meterse dentro de la polera y sujetar la diminuta cintura. Sus gruesos pulgares empezaban a formar pequeños círculos imaginarios en la suave piel.

YoonGi alzó la vista y se chocó instantáneamente con la oscura mirada del mayor. — No necesito clases, hyung ~ — pidió bajito y con tono dulzón. — Lo necesito a usted.

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⏰ Última actualización: Sep 14 ⏰

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