9. Sick

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—Bitácora de Sienna, el día de hoy, extrañamente todos amanecieron enfermos, la enfermedad se esparce peor que un pedo, aún no he encontrado sobrevivientes a la enfermedad.

—¡Achu! Ay Jesús bendito. —Dijo Quackity subiéndose los mocos.

—Mis camaradas se enfermaron también, espero sobrevivir y encontrar a más como yo.

—¡Dame esas pastillas! —Exclamó Rubius pero después fue atacado por la horda de enfermos, quienes le quitaron las pastillas y al alejarse de él, él ya estaba enfermo. —¡Achú!

—Peor que un pedo. —Afirmé mirando a todos lados desde mi escondite.

Estaba escondida en la alacena, donde se supone debían ir la comida, pero los quité y me escondí ahí, abriendo un poco las puertas para ver afuera.

—¿Qué haces ahí, boluda? —Preguntó Spreen abriendo la puerta de la alacena, comencé a patalear cual ninja para después jalarlo dentro de la alacena y cerrar despacio la puerta.

—Todos allá afuera están convertidos. —Murmuré mirando por una rendija a los chicos, quienes caminaban como zombies.

—¿Convertidos? Solo están enfermos.

—Ya, pero una sola gota de baba, estornudo o lo que sea, puede convertirte en uno de ellos. Acabo de verlo con Rubius. —Señalé al español, quien estaba estornudando sin fin.

—¿De casualidad te gustaban los juegos de zombies?

—Si, ahora cállate, pueden escucharnos. —Murmuré.

—La producción dijo que traerían medicamentos para los chicos, no te estreses.

—Tenemos que encontrar a más sobrevivientes. —Murmuré cerrando la puerta, para después mirar a Spreen. —Soldado, ¿estás listo para arriesgar tu vida?

Spreen se rió pero asintió. —Si, boluda. Vamos a buscar a más sobrevivientes.

—Eso chingao, esa es la actitud. Vente, vamos por aquí.

Abrí la puerta, mirando el perímetro, y al estar libre los dos corrimos sin ser vistos a la habitación Día.

—¿Deberíamos decirle que podemos escucharla? —Preguntó Rivers subiendo mocos, para después limpiarse con papel.

—Nah, déjala. Esta chiquita y tiene ilusiones. —Rió de forma gangosa Aldo.

—Vamos a seguirle la corriente para no hacerla sentir mal. —Dijo Roier y se echó a toser.

—¡Cerebros! —Exclamó Germán y todos sonrieron para después ponerse a caminar cual zombies y hacer ruidos extraños.

Mire asustada a Spreen cuando escuchamos ruidos raros afuera.

—Dale, no hay nadie aquí. Tenemos que buscar una distracción para que nos dejen libre afuera.

—¿Carre? —Llamé al argentino, quien aún estaba dormido.

—Hoda. —Dijo sorbiendo mocos.

—¡Está infectado! —Chillé en voz baja, lanzándole una almohada a Carre, haciendo que cayera acostado a la cama. —¡Corre perra, corre!

Los dos nos preparamos con municiones, almohadas, chanclas y bombones para lanzarles.

Tratamos de salir de la habitación, pero todos estaban afuera, y al azotarse la puerta detrás de nosotros, todos nos miraron.

Entré en pánico y les lancé algunos bombones, dándoles a todos e hiriéndolos. Eso nos ayudó a seguir nuestro camino a la habitación noche, en donde cerramos la puerta, pero no contábamos con que nos íbamos a encontrar a más infectados.

Trollino y Mike estaban ahí, nos miraron y entonces los empujamos a las camas, de alguna forma logrando envolverlos entre las mantas.

—¡Retirada! —Exclamó/susurró Spreen.

Los dos salimos de la habitación y corrimos al patio.

—¿Qué acaba de pasar? —Preguntó un enfermo Mike.

—No sé, pero que bueno que nos hicieron acostar, ya me sentía débil.

Al estar en el patio, fuimos al gimnasio, pero este estaba cerrado.

—Vale queso, ¿por qué no abre? —Lloriqueé tratando de abrir. Pronto la puerta se abrió, dejando ver más sobrevivientes.

Ari, Alana, Mariana, Fernán y Xokas estaban ahí. Jalaron nuestros brazos haciéndonos entrar en el gimnasio.

—Todo paso de repente. —Comenzó a decir seriamente Xokas. —Estaba junto a Rivers cuando comenzó. Vino Roier quien comenzaba con síntomas y tras hablar con Rivers, ella se infectó y todo se fue por la borda.

—Quise ayudarlos, pero en cuanto Ama se acercó, fue infectada. —Dijo Ari con fingido llanto. —No pude hacer nada, solo huí como una cobarde.

—¿En donde estaban ustedes? —Preguntó Fernán.

—Yo estaba en la alacena, Spreen me encontró y desde entonces estuvimos juntos.

—¿Saben algo del antídoto? ¿Escucharon algo? —Preguntó nervioso Mariana.

—Escuché que harían llegar el antídoto, pero no sé en qué momento llegará. —Murmuró Alana, mirando por la ventana. —Verga, se están acercando. Tenemos que hacer algo.

—¡Rápido, pongan estas chingaderas en la puerta! —Exclamó Mariana y los chicos lo ayudaron.

—Nos están rodeando, no tenemos salvación.

—Habitantes, ya llegó el antídoto.

Y con eso, nuestra aventura acabo. Salimos una vez que se tomaron el medicamento y con ayuda de las chicas hicimos tés, sopas y comida que pudiera ayudarlos a mejorarse. Por hoy, no habría problema si no hacíamos algún reto, lo importante era que todos mejoraran.

FOREVER | SPREENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora