Hace tiempo me había mudado a Heartland, aun con todo lo que las noticias hablaron de él hace un par de meses. Mi mamá dijo que eran simples noticias falsas, algo así era imposible que pasara.
¿Es acaso esto cierto?
Aunque las noticias digan que lo es, sinceramente me gustaría pensar que es todo falso. No quiero ni pensar que algo así pasó en la ciudad donde vivo actualmente. Si pasó hace poco, es probable que vuelva a pasar.
Pero... Este ni siquiera es mi mayor problema. Desde que me mudé he sido un fantasma para todos, excepto con mi madre, aunque sería aún más triste si ese fuera el caso. Nadie me dirige la palabra fuera y dentro de aquella escuela. Tampoco hago esfuerzo por iniciar una conversación. Estoy atrapada en ser la rarita. Al menos una rarita recibiría más miradas que yo.
Estoy regresando a mi casa. Mis propias pisadas inundan mis alrededores. La soledad es la única compañía que tengo, irónicamente. Cuando llego a mi casa, no me doy ni el tiempo de saludar a mi madre. Estoy demasiado agotada para dirigirle la palabra. Subo las escaleras, entro a mi habitación y cierro la puerta detrás de mí. Suelto un largo suspiro antes de dirigirme al espejo.
Miro mi propio reflejo sin expresión alguna. Mi pelo azabache era levemente movido por el aire que entraba por la ventana, junto a la falda de mi uniforme. Me doy la media vuelta y me recuesto en mi cama, quedando boca abajo. Tiro mi bolso a un lado y me quito los zapatos ayudándome con los pies. Cierro levemente los ojos. Hoy no tenía nada que hacer en realidad, así que una pequeña siesta no me vendría mal, ¿cierto?
Mis ojos se abren de golpe. Miro mi ventana, algo de agua caía en mi cuerpo. Me siento en la cama para cerrarla. Miro al piso. ¿Cómo se supone que duerma ahora? Una vez despiertas, es complicado reconciliar el sueño, más cuando tu siesta es de tantas horas que ni siquiera puedo saber qué hora es ahora mismo.
Salir y caminar un rato debería ayudarme.
Al menos me han dicho que eso ayuda para tener sueño.
Bajo rápidamente las escaleras. Mi madre ya está dormida. No creo que le importe que salga un rato. Abro la puerta de la casa, cerrándola con cuidado, intentando no hacer ruido. Miro la calle unos segundos y empiezo a caminar sin rumbo fijo. Intento seguir caminos que conozca, aunque al mudarme hace un par de semanas no conozco más que el camino a la escuela y un par de rutas a tiendas.
Siento la primera gota de agua caer por mi piel, lo que me hace sentir un escalofrío, pero continúo con mi recorrido.
Sin darme cuenta, estaba perdida.
No solo no tenía mi D-pad conmigo, ni siquiera un paraguas para cubrirme de la lluvia.
Estaba perdida.
No, eso es decir poco.
Estaba muerta.
Me tiro al piso con las manos tocando el frío y mojado suelo.
Cuando estaba rindiéndome ante el hecho de que iba a morir sola, noto a alguien en la misma situación: un chico con una chaqueta negra que por dentro tenía un abrigo blanco, y un pelo realmente llamativo de color naranja.
Algo tan llamativo no puede pasar desapercibido.
No cabe duda de que conozco ese pelo, estoy segura de que es alguien de mi clase.
Pero él no parece ni prestarme la más mínima atención, como de costumbre. No me sorprende a este punto. Parece estar absorbido por sus propios pensamientos.
Esta es mi oportunidad de hablar con alguien y no quedar como una marginada toda mi vida.
Sin pensarlo dos veces, me levanto del suelo y corro hacia el chico. Al escuchar el chapoteo de mis pisadas, él voltea, pero para mi mala suerte, justo cuando voltea, me resbalo y caigo de cara al piso.
No puedo vocalizar ninguna palabra. Siento mi cara calentarse por la vergüenza del momento, y por si fuera poco, escucho la leve risa del chico hacerse cada vez más fuerte.
Rápidamente me levanto del suelo.
"¡Oye! Deja de reírte", aprieto mi puño con ira.
"No puedes culparme, ¿qué se supone que querías hacer?" El chico parece estar aguantando un par de carcajadas para poder hablar. "Si tu plan era humillarte, cumpliste muy bien tu objetivo."
"Deja de burlarte, yo no era quien estaba bajo la lluvia como un hombrecito patético."
"¿Ah? ¿Qué tiene eso de malo? Solo disfruto del agua caer por mi piel, es una sensación agradable."
"Es agradable pillar un resfriado por tu imprudencia, sí, claro."
"Ah, pero tú tampoco llevas nada para cubrirte. ¿Cómo te atreves a meterte con mis decisiones cuando estamos en las mismas?"
Me quedo callada, tenía toda la razón.
El que esté libre de pecado, tire la primera piedra, suelen decir.
Claramente yo no estaba libre de pecado.
La risa del chico me saca de mis pensamientos. Pone sus manos en los bolsillos.
"Me hiciste el día, lo admito. Soy Vector, a secas."
"¡Eh! S-soy Hikari Kiyomi."
"Hikari Kiyomi..."
Lo dice como si estuviera anotando mi nombre en su mente. Tras un rato, asiente.
"Es un nombre lindo para alguien, bueno... como tú."
"¿Qué quieres decir?"
"Je, nada. Solo estaba divagando." Vector se da la vuelta. "Lo que sea, adiós."
Tras eso, Vector se va sin mirar atrás. Entro en pánico. Mi boleto de salvación se va. Rápidamente le tomo el brazo.
"Oye, me perdí un poco. ¿Podrías darme una mano?"
"Realmente eres estúpida, ¿no?"
Tras una pequeña explicación de cómo era donde vivía, Vector pudo darme unas pequeñas instrucciones de cómo llegar a mi casa.
Estaba salvada.
Empiezo a caminar a mi casa un poco asustada de que las instrucciones fueran incorrectas, pero lo menos que podía hacer es confiar.
La caminata fue dura. Siento mis pies machacados, pero llego a mi casa, que es lo que cuenta.
Subo a mi habitación y cierro lentamente la puerta detrás de mí.
Me deshago de la ropa mojada, tomando una seca. Tomo una toalla y seco lentamente mi cuerpo, poniéndome ahora la ropa limpia.
Como la última vez, me dirijo al espejo mientras seco mi pelo con aquella toalla.
Esta vez hay algo diferente.
Por primera vez hablé con alguien.
Una conversación corta, pero fue más de lo que he hecho.
Toco mi fría mejilla, asimilando lo que pasó en aquel momento. Una sonrisa se dibuja en mi cara.